Era viernes y el nuevo presidente de la República, Arnulfo Arias Madrid, había tomado importantes decisiones el día anterior, incluyendo una serie de cambios en la Guardia Nacional.
Gabriel Zarak Linares, sobrino político de Arias Madrid, llegó a su casa –ubicada en la Avenida Balboa– para almorzar. En el vestíbulo, se encontró con el recién estrenado ministro de la Presidencia, Hildebrando Nicosia. “¿Tienen todos los cabos amarrados?, preguntó Zarak. La respuesta de Nicosia fue que sí... que incluso tenían el apoyo del gobierno de Estados Unidos, y que Bolívar Urrutia, quien el día anterior había sido ascendido a comandante jefe y Camilo Saavedra, tercer comandante, “tenían el control de las tropas”.
El teniente coronel Omar Torrijos –añadió Nicosia– había aceptado su traslado a El Salvador como agregado militar.
La escena –contada hoy por Zarak Linares– se desarrollaba en la casa de María H. de Linares, viuda del prócer de la independencia, Enrique Linares y suegra del presidente Arias Madrid.
En su calidad de viudo, el mandatario, de 67 años, decidió designar a su suegra como Primera Dama. Arias Madrid se sentía seguro.
La ruptura
En los cuarteles, sin embargo, había inquietud. Desde el día anterior, el jefe de la Zona Militar de Chiriquí, mayor Boris Martínez, había viajado a la capital, y corroboró el descontento de los uniformados.
A las siete de la noche del 11 de octubre de 1968, Martínez anunció a los medios que Arnulfo Arias Madrid había sido derrocado. El país estaba convulsionado.
Pero en la casa de Arias todo parecía estar en calma. La abuela estaba dormida. Allí se encontraban Lucas Zarak, su esposa Julieta y, según el relato de Zarak Linares, “mi tía Lole Linares de Guizado, mi hermano menor, Enrique, los empleados domésticos y la Guardia Presidencial. Posteriormente llegaron mi hermano mayor Lucas y los esposos Jorge y Julieta Loaiza, quienes le ofrecieron a mi familia su casa para que nos trasladáramos a ella. Mi madre y tía se mostraron renuentes ya que ellas no podían imaginarse cómo la Guardia Nacional podía atacar la casa de un prócer de la independencia”.
En la casa colindante, Alberto Chiquitín Vallarino –padre del banquero y político Alberto Vallarino Clement– trataba “infructuosamente de comunicarse con el teniente coronel Torrijos en la comandancia”.
A las 9:00 de la noche, según Gabriel Zarak, regresó Arnulfo a la casa. “Dijo que no nos preocupáramos y subió a su cuarto para ponerse un saco deportivo. Mi madre me pidió que siguiera a mi tío Arnulfo, lo cual hice hasta llegar a una cuadra del Palacio Presidencial, por la ruta del Mercado Público, donde un señor nos paró y dijo que no siguiéramos, que la Presidencia había sido tomada (...) Me dirigí a la casa a decirle a mi familia que la abandonara. El destino de mi tío y acompañantes nunca lo supe”.
La violencia
Los temores crecían. La Guardia Presidencial abandonó la custodia de la residencia y Zarak salió a dar una vuelta con un sobrino.
Al notar que los miembros de la Guardia Nacional empezaron a rodear la casa como si se tratara de “la toma de un cuartel... Chiquitín salió del carro y comenzó a gritar: oficial de turno, oficial de turno, allí solo hay mujeres”. El oficial en cuestión era el capitán Marcos Justines, quien los mandó a callar, “o los desaparecemos”.
Lo siguiente fue un intenso tiroteo y Zarak recuerda haber llamado a hospitales, bomberos y a la Iglesia católica para que enviaran ambulancias. “Después de dos horas y 10 mil tiros de bala, mi madre, a través de un pasillo que comunicaba el cuarto de mi tía Lole –donde mis familiares y amistades se habían atrincherado– con el cuarto de mi abuela, abrió la puerta y pidió que pararan el tiroteo ya que en la casa solo se encontraban personas indefensas y una anciana...”.
Finalmente, cuando los miembros de la Guardia entraron a la casa, recibieron el regaño de la madre de Gabriel Zarak, lo que no impidió que se llevaran detenidos a los hombres.
Lo impensable había sucedido: los miembros de la Guardia Nacional habían entrado violentamente a la casa del prócer de la independencia Enrique Linares. Y eso sería solo el principio. A partir de ese momento, la historia de Panamá cambiaría de rumbo.
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El golpe de Estado del 11 de octubre de 1968 todavía tiene profundos significados políticos en Panamá.
El año pasado finalizó el mandato de cinco años del gobierno de Mireya Moscoso, quien un año después del golpe se convertiría en la esposa del derrocado presidente Arnulfo Arias Madrid.
Moscoso ganó las elecciones en 1999 en la que figuraba como candidato presidencial, Martín Torrijos, precisamente el hijo del que terminaría siendo el “hombre fuerte de Panamá” y líder máximo de una dictadura militar que terminaría en 1989 con la invasión de Estados Unidos a Panamá y la captura de Manuel Antonio Noriega.
El tercer candidato aquella ocasión fue Alberto Vallarino, estrechamente vinculado a la historia de Arias Madrid.
Torrijos ganaría la presidencia el año pasado a la cabeza del Partido Revolucionario, fundado en 1979 por su padre.
Mientras los seguidores de Arnulfo Arias intentan reorganizarse, Alberto Vallarino recorre el país con miras a las elecciones de 2009.