"¡Seguimos adelante!". Con estas palabras, en grandes letras, el diario colombiano El Espectador tituló su edición del 8 de septiembre de 1989, un día después de que un camión-bomba, enviado por sicarios al servicio del narcotráfico, prácticamente destruyera sus instalaciones. En medio del caos y la zozobra, directivos, técnicos y periodistas se dieron maña para improvisar una sala de redacción y una planta de producción, y así, entre los escombros le volvieron a dar vida, desafiantes como siempre, con su única arma: la verdad.
"¡Seguimos adelante!": así, del mismo modo tituló El Espectador su nota editorial el pasado 11 de mayo de 2008 en su retorno a la periodicidad diaria. Siete años atrás, el diario más antiguo de Colombia, se había visto obligado a convertirse en semanario, por primera vez en su historia, a causa de una grave crisis económica que amenazaba su existencia.
Pocos apostaron entonces a que el periódico de la familia Cano, una distinguida dinastía periodística colombiana, sobreviviría a la prueba. Pero se equivocaron. Con un contenido centrado en el análisis y la opinión, El Espectador supo adaptarse a la adversidad y superar la prueba.
UN LARGO CAMINO
El Espectador se fundó en 1887 en Medellín y pocos años después se convirtió en el diario de oposición liberal de referencia. Fue clausurado, saqueado y censurado varias veces a lo largo de su vida.
Tuvo entre sus colaboradores a algunos de los periodistas más importantes de Colombia, como Luis Eduardo Nieto Caballero, Alberto Lleras Camargo, Eduardo Zalamea Borda y el hoy novel Gabriel García Márquez.
El Espectador mantuvo siempre una actitud muy firme contra el narcotráfico, que tuvo su costo.
El 17 de diciembre de 1986, sicarios a órdenes de Pablo Escobar asesinaron frente a la sede del diario a su director, Guillermo Cano Isaza. El dolor y la consternación nacional e internacional dieron paso a la indignación y pronto, el diario fustigó, más aguerrido aún, a los narcotraficantes asesinos. La figura de Cano se convertiría en un estandarte de esa lucha, al punto que la Unesco instauró en su nombre el Premio Mundial a la Libertad de Expresión. Tres años después llegaría el camión bomba, con los mismos resultados.
FÉNIX
Acosado por problemas económicos, el periódico fue comprado por uno de los conglomerados más poderosos de Colombia, el grupo Santo Domingo, en 1997. Solo 15% de las acciones quedó en poder de la familia fundadora. Los problemas siguieron. En septiembre de 2001 pasó a ser semanario.
Tras un análisis de mercado en 2007 que mostraba el continuado éxito del periódico, sus directivos pensaron que había llegado la hora de que volviera a ser diario. Lo lograron un año más tarde.
"Nos enorgullece poder volver a ser un diario, cuando se habla de la crisis de los periódicos", dice Alejandro Santo Domingo, presidente de la junta directiva, tal vez como forma de marcar la singular capacidad de reinventarse de uno de los periódicos más importantes de América Latina.

