El panorama de José Raúl Mulino es prometedor… y sombrío al mismo tiempo. Es champán… con sabor a vinagre. En la encuesta de enero pasado, obtuvo el 6% del electorado, pero un mes después, reina con el 26% de las simpatías, más de 20 puntos por encima de los trillizos (Lombana, Roux y Torrijos, que obtendrían el 10% de los votos cada uno). El impulso de Mulino vino con la inhabilitación de Ricardo Martinelli, por lo que ese caudal de votos no es suyo. Triplicar sus números en tan corto tiempo no se consigue sin un motor de cohete y ese es Martinelli.
Si Mulino gana los comicios, ¿es su victoria o la de Martinelli? La respuesta es obvia y por ello creo que Martinelli exigirá lo suyo, quizá la mayor parte del poder. Mulino se comprometió a sacar de sus apuros a Martinelli, es decir, le dará su ansiada libertad. Error fatal. Pero la libertad es el precio que exige el delincuente por ponerlo a él en lo que será el Palacio de las Farzas. Pero no es todo lo que el sátrapa pretende.
No dudo que Mulino quiera ser presidente, pero Martinelli también, y al mismo tiempo que él, y eso será foco de acaloradas fricciones, si es que Mulino es la mitad de serio de lo que aparenta ser. Por eso debe preguntarse desde ahora si podrá gobernar o si tendrá a Martinelli en su cuello, ordenándole lo que debe hacer, a quién nombrar. Eso incluye a Marta, que querrá participar de ese nivel de influencia, pues sus hijos están en la mira del Ministerio Público.
¿Quién –Mulino o Martinelli– nombrará al procurador y a los magistrados de la Corte Suprema? ¿Mulino meterá sus manos en la justicia para sacar a delincuentes de la cárcel? ¿Le dará rebaja de pena a todos los condenados de la peor ola de corrupción que hayamos vivido en los últimos años? Tiene que darse cuenta desde ahora que la pandilla irá donde Martinelli para que la ayude a obtener lo mismo que él: impunidad.
Pero ¿y si Mulino decide no ser un títere? ¿Se enfrentará a Martinelli? Primero debe considerar que el expresidente no es un dechado de virtudes. Una de sus monedas de cambio es la traición. Juan Carlos Varela lo sabe y otros que sufrieron su abandono cuando las cosas se pusieron feas. No olvidemos que en la hora crucial, Martinelli solo pensó en él. Si los hijos iban a la cárcel, problema de ellos, no suyo.
Mulino sería un iluso si cree que puede enfrentarse a Martinelli. El delincuente le cortará las alas a través de la Asamblea, donde el lavador tiene amigos en el PRD, Molirena y RM, sin contar los de CD, que se le unirán tras la derrota de Roux. Y si no son suficientes, todos o la mayoría de esos diputados tendrá un precio y Martinelli sabe cuál es. Mulino se verá obligado a negociar con ellos y eso incluye a la peor gente del expresidente, con la que Mulino no se tomaría ni un café, y solo obtendrá lo que autorice Martinelli.
Paralelamente, tras la derrota de Roux, Martinelli consolidará y liderará la unión de RM y CD, fusionándolos en un superpartido que se alimentará de espacios, nombramientos, plata, influencias –que tendrá que facilitar Mulino– y que le dará todo el poder que necesita Martinelli para ser intocable. Hasta será un alivio que Mulino sea el presidente, porque mientras él reciba los palos por ser la marioneta del otro, Martinelli recibirá el trato de un mesías. No deseo estar en los zapatos de Mulino, porque, si de veras cree que será el presidente, entonces es un verdadero idiota.


