CRÓNICA DE UN SUCESO. EL ASESINATO QUE CONMOCIONÓ A UNA SOCIEDAD.

El súbito adiós de la karateca

El súbito adiós de la karateca
El súbito adiós de la karateca

En la comunidad de El Cucuy de Cerro Batea, en San Miguelito, ayer parecía domingo.

Mujeres y niños se juntaron en las tiendas, y los jóvenes llenaron las calles-veredas para hablar del único tema que ahora ocupa todos los espacios del barrio: el asesinato a sangre fría de la niña karateca Olga Beatriz González Guerra, de 14 años, el pasado domingo 7 de octubre.

En su propia casa y a mediodía, ocho puñaladas le quitaron la vida.

Ayer martes, una brisa veraniega y triste soplaba en la vivienda de Vielka Guevara, la mamá de Olga. Pocas personas estaban con ella: un par de amigos de la familia, el diputado panameñista Francisco Pancho Alemán y algunos niños de los alrededores.

A esa hora en el barrio ya sabían que Irving Alberto Phillips Stanziola, de 26 años, y a quien desde el primer momento se le señaló como autor del asesinato de la joven, estaba en manos de la policía.

Se había entregado a las 4:40 a.m. del martes 9 de octubre a la Dirección de Información e Investigación Policial, que lo fue a buscar al edificio Metálica Pérez, apartamento A-3 de Perejil, propiedad de su hermana.

Frente a los agentes contó su versión: Que irrumpió en la casa L-42 de El Cucuy porque huía de unos facinerosos y allí se encontró de frente con Olga Beatriz, quien estaba sola. Al verse descubierto arremetió contra la niña con un arma blanca, ocho veces. Que luego escapó, a la vista de todos, con una mano envuelta en una toalla ensangrentada.

El cadáver de la joven, quien cursaba el segundo año en el IPT de San Miguelito, fue hallado a eso de las 8:00 p.m. del mismo día del asesinato por su único hermano, Franklin, de ocho años. Fue él quien, tras el hallazgo, llamó a su mamá y le informó lo que había encontrado.

"Quiero que pague, que se haga justicia. Que a ese hombre no lo dejen salir nunca", decía la madre ayer, en su casa, con la cara lívida.

Un vecino la consolaba. Era Fernando Acosta, quien conocía a Olga desde que estaba en pañales. Cuando escuchó los rumores de que a la adolescente karateca la habían encontrado en un charco de sangre, confirmó lo que rondaba por su cabeza: Cerro Batea está secuestrada por la violencia.

"Esto por aquí es muy peligroso. Cada vez que vengo me quito la sortija y los collares; nunca se ven policías. Los vecinos tampoco cooperan", dijo.

EL KARATE, SU VIDA

Vielka solo escuchaba. Cuarenta y ocho horas después de la muerte de su hija, ha empezado a revivir los últimos momentos con ella. El sábado en la noche, por ejemplo, hablaron de sus planes. Olga Beatriz quería ganarse la medalla de oro de un torneo de karate internacional que se efectuará en el país el próximo 16 de noviembre.

"Trabajó duro para eso. Practicaba todos los sábados y domingos en la escuela Isaulí. Era buena. Ya estaba en cinturón azul", asegura la madre.

El nombre Irving Phillips Stanziola no le dice nada a Vielka ni a los vecinos. "Nunca me enteré de que ese hombre la acosaba, así como dice la gente", enfatiza.

En el informe de necropsia se establece que Olga Beatriz murió por "múltiples heridas" causadas por arma blanca. Los exámenes descartaron una agresión sexual.

(Con información de Rafael Luna Noguera).


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