Juancho González es ya un hombre de 71 años. Dejó su nativa Sabanagrande, en el cañero distrito de Pesé, para ir a visitar a su nieto Polidoro, de 19 años. Doro había venido a trabajar a las casas de playa de Coronado, en Chame.
Allí lo encontró encaramado en el techo de una casa de campo, colocando tejas sobre una armazón de carriolas atornilladas, que se convertiría en el “techo colonial” de esa casa.
Juancho echó una mirada a su pasado y recordó cómo hace casi 60 años sus abuelos fabricaban las tejas para las casas, allá en Sabanagrande. Entonces, desde los más pobres hasta los más encopetados cobijaban sus casas con tejas. La diferencia es que esas sí que eran tejas, fuertes y rústicas, que le daban un sabor tradicional al ranchito campesino y una prestancia a la casona de los patrones.
