El populismo de Arnulfo Arias

En 1932, Harmodio Arias asumió la presidencia tras vencer en las elecciones. Su hermano Arnulfo fue nombrado secretario de agricultura y obras públicas. Se fundó el Partido Nacional Revolucionario.

Escuetamente explicado, el partido fue concebido para mantener a la familia Arias controlando la presidencia hasta que Arnulfo estuviera en condiciones de postularse en el torneo electoral de 1940. Sagazmente, Harmodio Arias puso en marcha un plan para asegurar la victoria de un candidato que avalara ese objetivo: Juan Demóstenes Arosemena. De ese modo, los hermanos Arias consiguieron controlar unas elecciones (1936), caracterizadas por abusos de poder y fraude, perpetrados con el apoyo de la Policía Nacional, el abastecimiento de papeletas de votación falsas, votos duplicados y destrucción de urnas.

Después de la victoria de J.D. Arosemena, candidato del gobierno de Harmodio, Arnulfo partió hacia Europa a desempeñar el cargo de embajador simultáneo en varios países mientras esperaba su turno. A su retorno en 1939, pronunció un encendido discurso ante una numerosa concentración de seguidores frente a la estación del ferrocarril (Plaza 5 de Mayo). Allí postuló su credo conocido como “panameñismo”, apelando a emociones patrióticas.

El “panameñismo” resaltaba lo panameño, expresaba de forma exaltada el ideal de amor por la patria y proponía realizar cambios fundamentales por medio de una educación adecuada a tales fines.

Empleando consignas como “Panamá para los panameños” y “Por un Panamá mejor”, resaltó la necesidad de una doctrina germinada en el país que contemplara las necesidades del pueblo panameño. Arias sostuvo que para alcanzar la regeneración, los panameños tenían que cambiar de mentalidad con relación al Gobierno. El servicio público debía gestarse en el patriotismo, no en la anticipación de la ganancia personal.

Hizo, además, un llamado a los ciudadanos a trabajar para aumentar el estándar de vida. Tales ideas movieron resortes emocionales en las masas. Años atrás, en 1924, el presidente Belisario Porras había dicho: “Panamá existe por y para el Canal”. Arnulfo Arias moduló la doctrina panameñista para repudiar ese modo de pensar. No obstante, consideradas en conjunto, las ideas de Arias no formaron una doctrina o ideología claramente definidas, sino más bien un esbozo rudimentario de reformas gubernamentales.

Arnulfo Arias recibió la faja presidencial el 1 de octubre de 1940. Rápidamente, las tensiones acumuladas entre las varias facciones en que se había dividido Acción Comunal se fueron agudizando: los seguidores arnulfistas tildaron el Frente Popular de comunista, mientras que los adversarios rotularon a Arnulfo el “Fuhrer criollo”, para aludir a su manifiesta simpatía con los gobiernos fascistas de Adolfo Hitler y Benito Mussolini.

Decidido a remover las estructuras políticas y económicas, Arnulfo Arias emprendió con gran energía la acción del Gobierno. En menos de dos meses, irrumpió en la Asamblea y obtuvo la aprobación de una Constitución que enunciaba los principios de su “doctrina” panameñista.

Convencido de que el presidente debía poseer autoridad sin restricciones para efectuar las reformas sociales y económicas necesarias, Arias incorporó a la Constitución disposiciones que avalaban un poder Ejecutivo dominante. Entre otras, se establecieron disposiciones para autorizar la intervención del Estado en cuestiones económicas; la protección de comerciantes panameños por medio de un programa denominado “nacionalización del comercio”, concebido para privilegiar a los minoristas locales sobre la competencia foránea. Este último programa reflejó profundas tensiones raciales y étnicas en la vida social y económica panameñas.

Desde un comienzo, Arnulfo Arias había expresado resentimientos, ampliamente compartidos en Panamá, hacia los trabajadores negros caribeños y hacia chinos propietarios de establecimientos de comercio al por menor. Asumía que la población afrocaribeña era un grupo foráneo refractario a la asimilación. En consecuencia, procedió a despojarlos de la nacionalidad. El caso es que muchos panameños rechazaban la presencia de la numerosa población afrocaribeña, porque asociaban esa colectividad al dominio de Estados Unidos. Otros, simplemente albergaban profundos prejuicios raciales. Los chinos propietarios de pequeños negocios sufrieron la expropiación. Más tarde, muchos de esos negocios abrieron sus puertas, pero con propietarios panameños. El capital foráneo también fue objeto de escrutinio y las inversiones extranjeras sufrieron los rigores de la nueva legislación. Semejantes cambios domésticos, tan drásticos, generaron encendidas rivalidades.

FUENTES

Editor: Ricardo López Arias

Textos: W. F. Robinson. Profesor de historia. Universidad de Vanderbilt.

Fotografías: Colección RLA/AVSU

Comentarios: ´vivir+@prensa.com´.

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