Lo que cuentan las canciones del pasado

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Cuando de chica estudié órgano, mi libro favorito era Las canciones más bellas de Panamá.  No solo la parte musical me atraía, sino las biografías e interesantes explicaciones que se encuentran salpicadas en el libro eran lo máximo.

Uno de mis apartes favoritos trataba el  origen de tres canciones que hasta los que no saben de folclore cantan, pues nos identifican como panameños.  Aquí les va un pequeño resumen que espero disfruten:

1.  Pescao. La canción que todos llamamos así en realidad se llama La Reina Roja. ¿De dónde sale el apodo?  Para 1919 se organizaban los carnavales capitalinos, y había que elegir reina.  Había dos candidatas:  María Teresa Vallarino, que había seleccionado el color rojo como distintivo; y Catita Lewis, que había elegido el azul.  Ambos, los colores de nuestra bandera.  Por ende, se les conocía respectivamente como la Reina Roja y la Reina Azul.   Entre los preparativos había que crear un canto o himno que distinguiera a su comparsa.  La junta de la Reina Roja llamó al maestro Chichito Boza para componer la música, mientras le solicitó al poeta Mario Horacio Cajar hacer la letra.  Un día se encontraba la banda ensayando la pieza en el parque de Santa Ana.  En un momento determinado de la canción la banda hacía una pausa y gritaba:  ¡viva la Reina Roja!  Aquel día en el preciso instante en que la banda se aprestaba para exclamar el viva, pasaba un señor vendiendo pescado:  coincidió el pregón vendedor de pescaooo con la pausa.  El incidente que motivó grandes risas, determino que para la historia la pieza tomara ese nombre, porque al seguir ensayando la canción no había alguien que no gritara "pescao".   Ah, y por cierto María Teresa le ganó a Catita el derecho de ser la reina del Carnaval de ese año, y además consagró la pieza que hasta el sol de hoy se considera la canción oficial del carnaval panameño.

2.  El Suspiro de una Fea:  por el año de 1940 hubo una ola de suicidos de mujeres.  No pasaba una semana en que alguna dama se quitara la vida, muchas con un tóxico llamado sublimado.  Las autoridades del país iniciaron entonces una campaña para frenar estos suicidios.  Vicente Gómez compuso entonces un pasillo con el poeta Mario Cajar, e hicieron una crítica burlesca a estos suicidios.  Aunque la música perdura, muy pocos conocen su letra:

3.  El Tambor de la alegría: la canción era en realidad un jingle publicitario para publicitar un toldo del mismo nombre, que estaba ubicado en calle 12 oeste.  Fue compuesta en el año 1918 por Juan Pastor Paredes, quien la complementó con una melodía compuesta por la propia propietaria del toldo, Carmen Lagnón.   Lo curioso es que existen muchas versiones de su letra;  la original es la que sigue:


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