Una situación atípica la del presidente Hugo Chávez. Enfermo conquistó un mandato más, de seis años, como gobernante de Venezuela.
La enfermedad le ayudó a conquistar corazones y conciencias en la lucha por el poder. Los adversarios aseguran que también la maquinaria oficial, en contravía de las reglas democráticas.
Ganó en buena lid y fortaleció su movimiento. Antes del juramento de ese nuevo mandato, se recluyó en el hospital habanero donde se ha atendido desde hace años del cáncer que padece. Una enfermedad que está entre las principales causas de muerte de los humanos en el continente.
Enfermo grave, Chávez no ha podido cumplir con el procedimiento constitucional de posesionarse para ese nuevo momento, que estaba fijado para el 10 de enero.
Una fórmula sui géneris de reservarle el cupo ha generado mucha discusión entre los venezolanos y en el mundo entero.
Los tres poderes del Estado se han puesto de acuerdo para ofrecer esa rara continuidad, con un compás de espera ante la suerte del estado de salud del mandatario.
Hay quienes creen que por no haberse juramentado, en esa fecha considerada fatal, perdió su oportunidad de seguir gobernando.
La comunidad internacional ha respetado esa determinación de los poderes venezolanos y, en público, las cancillerías no desatienden ese estatus, y se suman al compás de espera.
La muerte es señora muy respetada, a la que en nuestra cultura nadie quiere someterse, y, por lo tanto, hasta sus adversarios expresan sus esperanzas de que el líder sobreviva y se levante de la cama.
¿Qué se espera en los gobiernos? Una de dos opciones: que Chávez sobreviva y retome sus responsabilidades políticas.
En Panamá, la firma de investigación de mercado Dichter & Neira preguntó esa posibilidad, y el 63% calcula que no reasumirá el poder.
La otra es que él fallezca y, como establece la Constitución venezolana, se convoque una elección presidencial y en meses haya una nueva figura que encabece el Órgano Ejecutivo.
Quienes defienden el chavismo han hecho del enfermo gobernante una leyenda, y la más reciente fase de su enfermedad se constituye en materia para acrecentar esa simbología. Sea cual fuere el desenlace, cabalga la figura mítica, y ella implica una resonancia política.
En medio de esta espera, resalta la declaración del representante de Panamá ante la Organización de Estados Americanos (OEA), en la que descalifica la actuación de los poderes venezolanos y la posición del secretario José Miguel Insulza sobre el atípico caso.
El representante Guillermo Cochez ha actuado con libertad en la OEA sobre la Venezuela de Chávez; sin embargo, en esta ocasión obtiene reprimenda por parte del gobierno del presidente Ricardo Martinelli.
Que no estaba autorizado para referirse en esos términos, es el argumento oficial.
Y sobreviene el desenlace: la destitución, ipso facto, del representante. Cochez se ha pintado de antichavista durante toda su gestión diplomática. ¿Qué cambió en este momento que el Gobierno no considera como buenas sus declaraciones?
¿O es que el Gobierno se blinda, de antemano, futuras consideraciones sobre resoluciones de órganos del Estado sobre el proceso político local?
El abordaje cochense de la situación venezolana, desgarbado y antidiplomático, fue una constante que el martinellismo toleró, aceptó y hasta celebró en los rincones del poder.
A Martinelli se le ha tildado de ser un Chávez de derecha. ¿Cochez es el chivo expiatorio de un cambio de timón con miras al aparatoso período preelectoral?
