Válgame, Dios

Venía yo viajando, viajaba con mi morena y, entonces, válgame, Dios, se atravesó en la carretera la Ley 5-10, mejor no la deploro no sea que al tesoro no le guste y termine siendo sospechoso. 5-10, 5-10, 5-10 se la llevó, válgame, Dios, y me dejó llorando. Esa Ley sí que duele, maldito carro cidítico, cuanto le arde.

Arropado en el conexo, convexo y derechos recovecos, la Ley 510, del 23 de agosto de 2012, afila sus cañones bajo el paraguas de la protección al derecho de autor.

Iniciativa prima hermana de las cámaras multadoras, en las que el Estado castiga a los demás, pierde a borbotones y los administradores oficiales se ríen.

Las propuestas que murieron en la cuna en Estados Unidos hace algunos meses son bebé de teta a la par de la marrumancia del derecho autoral local, que ni la critico, no sea que vaya a salir un monstruo de la laguna digital a desmentirme y con alevosía aplicar la ley impositiva.

Palidecen con la 5-10, válgame, Dios, las patidifusas legislaciones abortadas Acta, Sopa, Pipa, Cispa y Sinde, de desgraciada recordación.

Ni bajo tortura califico de caza de brujas y brujos, no sea que resulte sospechoso, esa legislación novedosa de la era chellana.

Mi negra se fue llorando: el maldito carro no la arrolló, y el artículo 153 retrata la carcajada chellana: “Las sumas que perciba la Dirección General de Derecho de Autor por las tasas derivadas de los servicios que preste y por las multas que aplique en ejercicio de sus facultades serán destinadas a mejorar su infraestructura operativa y estimular el rendimiento de sus funcionarios, complementariamente a las partidas que el Presupuesto General del Estado se destinan para el funcionamiento de dicha entidad, de acuerdo con los procedimientos y principios que, para tal efecto, establezca el Órgano Ejecutivo por conducto del Ministerio del ramo, para su correcta administración y distribución”.

¿Cómo te quedó el ojo? La casa gana y se ríe. Y al funcionario represor, pobrecillo, le toca hasta el 50% del total de su remuneración salarial básica mensual. En agosto les llegó su agosto.

Estado glotón, pero no puedo decirlo. Borren ese calificativo, por favor, no sea que vaya a salirse con la suya el duende impositivo.

No se puede hablar de iniciativa fascista ni que es el Gobierno el responsable de semejante arrebato. Con frenesí y arrepinche. Fascismo a la vista.

Viva la justicia, sumarísima, desde el Ejecutivo, que es juez y parte. El funcionario, entre nos, sospecha de alguien, lava esa sospecha en un filtro de legitimidad, y le queda su tajada de sandía, como aquella que revolvió días de abril del fatídico año de 1856.

A este Ejecutivo le fascina administrar la justicia. Como quien arrebiata un hato de ganado para trasladarlo a una finca. Ninguna vaca se atreve a mugir ni a sospechar.

Si usted aparece arrebiatado, el flamante cohete especial del derecho de autor le ofrece una quincena, en día de quincena, para que presente sus descargos. Si usted no se entera a tiempo, en el corral se lo informarán. Y no se queje que usted es un presumido y además presunto sospechable.

El Ejecutivo transpira honestidad, pues en esa administración de justicia –a la Corte le cercenan funciones y también se ríe a carcajadas, jajaja- no le toca nada al sospechoso agraviado. Un sospecho paga y para el otro nananina.

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