El requerimiento que se hace a los indios

El requerimiento que se hace a los indios
El requerimiento que se hace a los indios

El dilema al que se enfrentó la Corona española en los años inmediatamente posteriores al descubrimiento del Nuevo Mundo, llegado el momento de hacer efectivo un dominio territorial concedido por la donación papal con el expreso encargo de propagar la religión católica hasta el último confín de los nuevos territorios anexionados, se había revelado sumamente difícil de solventar si no se hacía uso de la fuerza y de la violencia. Pero imponer la fe por la fuerza de las armas, derramando la sangre de muchos indios inocentes, agitaba la conciencia de los pensadores y religiosos españoles de aquella época, y la monarquía era la primera en atormentarse con estos escrúpulos.

Por estos decisivos años, se intentó resolver el problema mediante la elaboración de un documento cuya redacción fue encargada al jurisconsulto Juan López de Palacios Rubios. Nos referimos al famoso Requerimiento, llamado así porque mediante él se requería o solicitaba a los indios, antes de hacerles la guerra, a aceptar voluntariamente la soberanía del rey de España, la donación de sus tierras por el Papa, en su condición de Dominus Orbis, junto al compromiso de recibir las aguas del bautismo y con ellas una nueva y extraña religión.

El famoso documento fue ensayado por primera vez en las costas colombianas un 19 de junio de 1514, mientras la gran armada encomendada al gobernador Pedrarias Dávila hacía escala en el puerto de Santa Marta. La escena más propia de una novela de aventuras que de un relato histórico fue recogida por el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo. Con actitud entre asombrada y amenazante –nos cuenta el reportero- numerosos indios corrían nerviosos de un lado a otro de la cercana playa, aguardando la llegada de los españoles. Iban provistos de arcos y flechas envenenadas, pintados sus cuerpos de un rojo encendido y adornadas sus cabezas con vistosos penachos de múltiples colores. Sesenta hombres a bordo de tres botes precedieron a Pedrarias en el desembarco.

Por primera vez, se pondría en práctica el Requerimiento, tal y como disponían las instrucciones dadas por el rey Fernando.

A grandes voces, Rodrigo de Colmenares, que se preciaba de conocer la lengua de los caribes, con la ayuda de un indio de tierra firme que traía consigo desde España, comenzó a hablar a los asombrados indios, haciéndoles saber que debían prestar obediencia a los reyes de España y a la Iglesia católica. Un silencio denso fue interpretado como acatamiento, aunque en verdad, como pudo luego comprobarse, los indígenas no los entendían. De pronto una lluvia de flechas envenenadas comenzó a caer sobre los españoles, quienes en réplica hicieron uso de la pólvora. Los asustados indios huyeron hacia las sierras para ponerse a salvo. En ese preciso momento, Fernández de Oviedo no dudó en manifestar al gobernador la opinión que le merecía aquel oscuro e ininteligible documento: “Señor, paréceme que estos indios no quieren escuchar la teología de este requerimiento, ni vos tenéis quien se la dé a entender; mande vuestra merced guardarle hasta que tengamos algún indio de estos en una jaula para que despacio lo aprenda e el señor obispo se lo dé a entender”. Ni que decir tiene que los resultados fueron irrisorios, ya que los pueblos amerindios con los que los españoles entraron en contacto no estaban capacitados para interpretar correctamente, ni siquiera en aquellos casos –los menos- en los que los españoles disponían de intérpretes adecuados. No obstante, se consiguió el objetivo propuesto: acallar la conciencia de los estadistas de aquella época y justificar la violencia de la conquista ante la opinión internacional, porque en caso de desobediencia estaba permitido declararles “la guerra justa”, una guerra sin piedad que sometería a los indios “al yugo y obediencia de la Iglesia y de sus altezas”.

En descargo de la Corona española, debe reconocerse que no hubo otro pueblo de la vieja Europa que en sus guerras invasoras se cuestionase la legalidad de sus acciones. La expansión de España en el Nuevo Mundo, como la de otros pueblos europeos, no estuvo exenta de violencia y de crueldad, pero nadie podrá dudar de la admirable capacidad de autocrítica de aquellos españoles del siglo XVI.

FUENTES

Editor: Ricardo López Arias

Autora: Carmen Mena García. Catedrática de historia. Universidad de Sevilla.

Fotografía: Colección RLA/AVSU.

Comentarios: ´vivir+@prensa.com´

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