El oncólogo panameño Adán Ríos ha dedicado su vida a encontrar una vacuna preventiva contra el VIH, causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, o como él la define: “Un castigo al ser humano innecesario”.
Una enfermedad que ha cobrado 23 millones de vidas desde que fue tipificada en 1981, y que acecha a más de 35 millones de personas portadoras del virus. Vinculada a la pobreza y, sobre todo, abandonada por la industria farmacéutica.
“En 30 años solo se han hecho cuatro pruebas clínicas”, lamenta. Él no se dio por vencido: “Ha sido una batalla continua porque es difícil justificar que un médico trabaje una vacuna contra el sida”. Como recuerda Ríos, fue una lucha que libraron principalmente los homosexuales: “Era gente joven que rehusó morir y que demandó tratamiento”. “Lo más trágico es que la misma sociedad que promueve el sexo libertino, rechaza después a los enfermos de sida”, sentencia.
La semana pasada presentó en un Conferencia internacional de Vacunas en Roma, un descubrimiento que acelera las posibilidades de encontrar una solución preventiva al sida.
“Hemos logrado demostrar que el método de inactivación de la infección funciona y evidenciar con pruebas clínicas en conejos que las partículas tienen capacidad de producir respuesta inmunológica. Para mí, solo eso es ya un paso gigantesco”, señala con orgullo en conversación con La Prensa, tras la presentación ante la comunidad científica internacional.
Usted lleva décadas dedicado a la lucha contra el VIH. Hoy presenta una vacuna contra esta enfermedad. ¿Ha ganado finalmente la batalla?
No. Estamos todavía en un proceso de investigación muy intenso. Pero hemos puesto los cimientos para que se avance en la derrota al sida rápidamente.
Cuando uno habla de vacunas, piensa en las de la poliomielitis, la varicela... ¿Cómo funciona una vacuna contra el sida?
Hay dos métodos para desarrollar las vacunas: el empírico, que usa el agente infeccioso inactivado para que el sistema inmune reaccione; y el diseño racional, que identifica las porciones del agente infeccioso responsables de producir la respuesta inmunológica que uno está buscando. Hasta ahora, ha predominado el enfoque de diseño racional para buscar una vacuna contra el VIH. Pero sin ningún éxito en la vacuna.
Nuestra investigación se centra en la inactivación desde un punto de vista empírico. Mi equipo ha conseguido dejar al virus incapaz de reproducirse y de producir infección.
¿Cuál es el método para volver inofensivo al virus?
Para reproducirse, el virus del VIH necesita la acción de una enzima llamada transcriptasa inversa que convierte el material genético del virus RNA en DNA. Ese DNA se integra en el material genético de la persona infectada donde empieza a controlar la función de las células que, en vez de desarrollar su función, producen más partículas virales.
Al inhibir esa enzima se controla la enfermedad. Mi metodología es preventiva. A partir de la aplicación a una molécula infectada de sida, el grupo químico Foto Label sintetizado y luz ultravioleta, se conforma una unión permanente que neutraliza los efectos de la enzima. Con eso, creamos una gemela idéntica a la molécula infecciosa, pero inofensiva, que el sistema inmunitario reconoce. Así, se crean los anticuerpos necesarios, pero no se desarrolla la infección.
¿Significa que las personas que se vacunen incluso si tienen relaciones sexuales sin protección no quedarían contagiadas?
Ese es el objetivo final: que las personas expuestas al virus no desarrollen la infección.
¿Ya ha sido probada su efectividad en humanos?
Hemos logrado dos cosas fundamentales. Demostrar que el método de inactivación funciona y evidenciar con pruebas clínicas en conejos que las partículas tienen capacidad de producir respuesta inmunológica. Para mí, solo eso es ya un paso gigantesco. Es el fundamento del comienzo. Sin estos descubrimientos, buscábamos soluciones a ciegas.
¿Y el siguiente paso?
Lo que tenemos que hacer ahora es inactivar los virus responsables por la transmisión de la infección de VIH, que se conocen como virus transmisores fundadores, y demostrar que esos virus inactivados con este método son capaces de generar una respuesta inmunológica protectora en modelos animales como el mono.
¿Cuánto falta para tener una vacuna?
Este descubrimiento acelera las posibilidades de encontrar una solución preventiva al sida. En los siguientes cinco o seis años tendremos una vacuna contra el VIH.
¿Ha sido fácil llamar la atención de la industria farmacéutica al presentar la patente de esta vacuna?
En absoluto. Ha sido un camino muy difícil, pero no solo para mí. La vacuna del VIH ha preocupado muy poco a la industria farmacéutica. Con más de 30 millones de personas infectadas solo se han implementado 4 ensayos clínicos de vacunas contra el sida. Todo ellos fracasaron. Es ridículo pensar en el número de afectados y los esfuerzos que se han hecho para prevenir la propagación de la enfermedad a través de una vacuna.
¿Por qué esa indiferencia ante el sida?
Yo creo que se debe a que es una enfermedad que afecta a mayorías indigentes y grupos marginales de la sociedad. La perpetuación de esta enfermedad crea un lastre social y económico terrible. Es un castigo al ser humano innecesario.
He encontrado muchos obstáculos a lo largo de la investigación. Ha sido una batalla continúa porque es difícil justificar que un médico trabaje una vacuna contra el sida. Esto se refleja en la sociedad.
Las primeras víctimas de VIH hoy en día son mujeres y jóvenes, porque están sometidos a una presión social increíble. Lo más trágico de esta situación es que la misma sociedad que promueve el sexo libertino, rechaza después a los enfermos de sida.
La masacre de Orlando ha vuelto a evidenciar los prejuicios en torno al sida y los homosexuales que tienen prohibido por ley donar sangre… ¿Cómo es posible que este estigma que discrimina a un grupo por su condición sexual siga dictando leyes en países democráticos y avanzados?
Son comunidades que han sido identificadas erróneamente como fuente de la enfermedad o de la transmisión, cuando en verdad, por cada tres casos de heterosexuales infectados de sida, hay uno de un homosexual. El sida no se distingue por preferencias sexuales. Hoy en día hay más mujeres infectadas que homosexuales.
¿Quiénes tienen más riesgo de desarrollar el sida?
Las incidencias más altas se ven en mujeres, en adolescentes y en comunidades minoritarias. Por ejemplo, en Estados Unidos (EU), los afroamericanos y los hispanos constituyen del 15% al 20% de la población infectada por VIH. Hay una desproporcionada representación de esas comunidades en cuanto a la incidencia de la enfermedad. Es una enfermedad de la pobreza.
¿Fue este el impulso que le llevó a dedicarse a la investigación de esta enfermedad?
De jóvenes, los estudiantes de medicina juramos no hacer daño y juramos servir a los demás. Ser médico no me dejó otra opción. Ahora el porqué ya no importa. Vi a mi primer paciente de sida en 1982 y al último lo he visto esta mañana.
¿Usted podía imaginarse esta situación cuando empezó a dedicarse al VIH hace más de 30 años? ¿Se imaginaba que se iba a avanzar tanto?
No. Pero ha sido un esfuerzo agridulce. Hoy en día el mundo científico se congratula con los méritos, pero debemos recordar que fue precisamente la comunidad homosexual de los EU la que marchó en las calles y la que le dijo que no a la muerte. Era gente joven que rehusó morir y que demandó tratamiento, pelearon por el derecho a la vida que hoy muchos disfrutan, olvidándose de aquellos que se quedaron en el camino.
Usted vive en Houston desde hace más de 20 años. ¿Solo se puede investigar en EU?
Es una pregunta interesante y difícil de contestar. Hoy en día las limitaciones de migración y de visas forzarán un cambio. Se habla mucho de la fuga de cerebros, pero solo escapa lo que está cautivo. Hay que dar libertad intelectual, moral, física y económica para que los investigadores no se sientan presos.
Sus trabajos le han convertido en una celebridad, pero usted durante muchos años no gozó de las simpatías de la comunidad científica ¿Por qué?
(Ríe) Mire, yo salí de Panamá, de un barrio muy popular, El Chorrillo. Nunca imaginé que iba a participar en una conferencia global sobre vacunas para el sida. He recibido de mi país más de lo que yo le he dado. La Universidad de Panamá ha sido una madre generosa conmigo. Nunca me llaman para pedirme nada, pero cuando ocurre algo que pueda beneficiarme son los primeros que me avisan. Y eso es lo que me importa.
¿Está orgulloso de su país?
(Se emociona) Estoy muy agradecido. Mis dos héroes son Ismael Laguna y Roberto Durán. Los considero amigos. Creciendo en El Chorrillo, ellos me enseñaron lo que hacían por Panamá. No tenían nada más que un sentimiento de genuino amor hacia su país.
