Dos mujeres (Alejandra y Karla) reclaman el derecho a ser madres y de conformar un hogar. Un hijo adoptivo a punto de ser arrebatado por presiones externas es lo único que las aleja de sus objetivos.
Teatro Carilimpia vuelve a poner delante del telón una historia actual desde una perspectiva inusual. El título de la obra es El mito de la gravedad, de la autoría del dramaturgo istmeño Javier Stanziola, quien ha ganado en cuatro ocasiones el premio Ricardo Miró en la categoría teatral. Y para no dejar de tener el sello característico de la corriente experimental, la agrupación se apoyó en la maestría de la dirección del antioqueño Diego Fernando Montoya, fundador en 2005 del Teatro del Presagio en Colombia.

El elenco lo conforman Maritza Vernaza (Alejandra), Diana Mellado (Karla), Mariela Aragón Chiari (funcionaria), mientras que con múltiples papeles aparecen Monalisa Arias y Arelly Valderrama.
Programa
Para este montaje, la compañía ha recurrido a una campaña de recaudación de fondos colectiva a través de la plataforma Costea.me. Pidieron, el mes pasado, 12 mil dólares; recogieron 3 mil 460 dólares. Siguen gestionando formas de captar capital, como lo será la venta de una obra donada por el pintor Fernando Toledo, una serigrafía nombrada Parque Central. La puja empieza con el valor de 500 dólares y la subasta -por correo electrónico- finaliza hoy a las 5:00 p.m.

Teatro Carilimpia ha hecho en sus cinco años de trayectoria cinco obras que deambulan entre el teatro y el performance, siendo Mujeral una de las más reconocidas, llevada a festivales internacionales en Argentina y Colombia. También destaca su anterior producción El último asalto (2015), un performance que aborda el tema del feminicidio y la violencia contra la mujer desde una perspectiva de prevención ante señales previas.

La temporada de El mito de la gravedad empieza hoy y finaliza el 11 de septiembre en el salón Multiuso del Grupo Experimental de Cine Universitario (GECU). Las funciones, de 8:00 p.m., van de miércoles a domingo y la entrada vale 18 dólares en taquilla.
El teatro como discusión social
Cuando el argumento pesa, la escenografía puede estar constituida por escasas sillas u objetos, piensa Diego Fernando Montoya después de fluctuar una década con una de las compañías más importantes del actual movimiento escénico en su natal Colombia: Teatro del Presagio.

Con el título de director de El mito de la gravedad y pisando suelo istmeño por un mes, se ha embarcado en esta producción que evalúa la adopción igualitaria y los derechos civiles entre las minorías (gais y lesbianas).
¿Por qué parte la obra de una pareja de mujeres deseosas de adoptar a un infante?
Me interesa que el asunto vaya más allá, porque se trata de una obra de arte, teatral, no de un manifiesto ni una posición ideológica. Para hacer campaña están las marcas y otros espacios. Si bien es cierto, es un par de mujeres que decide adoptar a un niño y que ahora el tema está candente, no solo en Panamá sino en muchas otras partes, con respecto a la educación sexual y el derecho de las minorías. A mí me parece que lo realmente importante es que son seres humanos -sin distinguir géneros- que le apuestan al amor, a la adopción y a querer construir una familia. Para mí el eje de la discusión social debería estar centrada en la unidad de familia, más que en unidad de géneros, homosexualidad, etc.
¿‘El mito de la gravedad’ viene siendo una obra científica? ¿Cómo usted interpreta el título?
Hay algo así, como leyes fundamentales que rigen el universo, que al parecer es imposible escaparnos de esas leyes. Hay algunas de las cuales somos un poco esclavos, como la ley de la gravedad: todos estamos pegados al piso, condenados a no poder volar y eso se debe a la gravedad que nos trae al piso. Así como existe la ley de la gravedad, existen muchos mitos alrededor de muchas cosas que se creen inamovibles, así por naturaleza, hasta que alguien descubre que no lo es. Es decir, la tierra era plana hasta que alguien descubrió que era redonda.
Lo que siento que capta el autor (Javier Stanziola) y que trata de expresar a través de este título, es la necesidad de repensar las cosas que parecen como un dogma social, como fundamento inamovible de la cultura. Y recordar que las cosas dependen justamente de la cultura, lo que hoy está mal, mañana puede ser absolutamente normal aquí y también inmediatamente en otra latitud puede ser absolutamente diferente.
En algunas partes del mundo, como en África, hay algunas comunidades en que los ritos de iniciación sexual en los menores lo ejecutan sus padres y es visto con una normalidad absoluta. Ahora nosotros, como occidentales, vemos esto y nos aterramos, no lo concebimos, pero entendido en el contexto de ellos, está bien. En parte porque nosotros estamos influenciados por una formación judeo-cristiana. El mito de la gravedad aparece como una realidad de cosas que supuestamente son inamovibles, pero no lo son.

¿Hubo intención de que la obra coincidiera con las agitación de momento por la ley de educación sexual [aunque justo ha sido relegada de su discusión en la agenda legislativa]?
El mito de la gravedad no fue planificado para que fuere coyuntural a este escenario, porque no se trata de oportunismo. Este proyecto se hace con muchísima anticipación, incluso fui contactado los primeros meses de 2015 por las integrantes de Teatro Carilimpia, hablando de la posibilidad de venir a Panamá a dirigir un espectáculo de un dramaturgo panameño (Javier Stanziola). El teatro tiene una certeza de hablar de las cosas de su tiempo. Seguramente esta estructura aparece en momentos en que la sociedad panameña se empieza a discutir estas realidades. El teatro refleja las situaciones que se discuten en las sociedades.

¿Cómo ha sido trabajar como director en un proyecto de actrices preocupadas por abordar temáticas femeninas?
A mí me parece una fortuna trabajar con mujeres, porque la creatividad y la organización es impresionante. En Colombia carezco de personal femenino, allá el elenco es mayoritariamente masculino, excepto por una única actriz. Venir aquí a trabajar con mujeres me parece precioso, además ellas son muy buenas actrices, trabajadoras, excelentes productoras, es decir, un equipo de profesionales y eso para mí es una gran bendición.
El universo femenino no es desconocido para mí, porque además de director, dramaturgo, soy escritor y novelista, y gran parte de los personajes de mis obras son mujeres. Me interesa mucho indagar esa mentalidad femenina, especialmente penetrar en la diferencia, porque no es cierto que seamos iguales: la emoción y el pensamiento tienen ligeras variaciones entre lo femenino y masculino. Somos distintos y eso nos hace valiosos, si no seríamos terribles. Pienso que somos distintos, somos iguales en derechos y deberes, deberíamos ser iguales en oportunidades y en recompensas también, pero tampoco lo es.

¿Llega la obra a una conclusión o deja a la persona buscando sus propias respuestas?
Si el teatro no sacude al espectador, si solo sirve para ir a hacer la digestión: no funciona. Debe dejar una conmoción, ideas dando vueltas, esa es la idea. No quiero que la gente salga creyendo solo lo que yo creo, porque eso es de tiranos. No pretendo que la gente piense como pienso yo. Es peligroso querer que la gente acepte nuestro punto de vista solo porque sí, es una equivocación. No quisiera que la gente saliera del espectáculo a darme la razón, prefiero que salga para que hablemos. Las reflexiones más inteligentes son las que se hacen desde el arte, la palabra, el diálogo.


