El 'solmáforo' dice alto al cáncer de piel

Una máquina que hace las veces de un semáforo, pero que en lugar de controlar el tráfico vehicular les avisa a los transeúntes el peligro que corre su piel al exponerse a la radiación ultravioleta de onda media (rayos UVB) en la cinta costera, ha sido instalada ahí, acaparando las miradas de quienes se ejercitan o pasean en el área. Se trata de un medidor instantáneo de radiación solar ultravioleta, conocido como “solmáforo”, que cuenta con cinco luces de colores que conforman el sistema estándar de medición del índice de radiación ultravioleta (UV). La medición se efectúa mediante sensores ópticos y filtros UV. El sensor entrega la intensidad de la radiación UV mediante un código de color, que permite de manera sencilla identificar a cuánta radiación se expone en determinado momento. Si la luz de color violeta se ilumina quiere decir que hay un riesgo “extremo” de que la exposición solar sin protección sea peligrosa para la salud, seguido de la luz roja que indica que el riesgo es “muy alto” o “peligroso”.

Si se enciende la luz naranja, el “solmáforo” indica un riesgo alto; amarilla, medio; y verde, bajo. Este “solmáforo”, que pronto será inaugurado, es un proyecto del Club Rotario de Panamá, propuesto por la dermatóloga Gioconda Gaudiano, integrante del colectivo. El equipo fue donado por Michelle Alvarado, sobreviviente de cáncer de piel de melanoma maligno nodular estadio IV, “una persona con mucha sensibilidad social y muy preocupada de las consecuencias de la exposición al Sol”, indica Gaudiano. La paciente fue quien hizo los trámites para que se realizara el traslado de la máquina desde su fábrica en Chile hasta Panamá. Alvarado no repara en compartir su testimonio de vida para que las personas tomen las precauciones necesarias a fin de evitar el cáncer de piel.Las cicatrices que ha dejado la radiación solar sobre su cuerpo le recuerdan a Alvarado, de 40 años, que es una guerrera, y que hoy lucha para ver crecer a su niña cuando hace cinco años los médicos no le daban un pronóstico optimista. “Yo digo que la vida es para las personas guerreras. Esa fue mi actitud cuando me dijeron ‘tienes cáncer, y un cáncer bien grave’. Mi pecho está lleno de huecos, de brechas, y mi espalda está peor, pero a mí no me importa, pues esas marcas me recuerdan que he sido una guerrera”, comparte Alvarado. Los tumores malignos de piel han ocupado el sexto lugar de incidencia de cáncer atendidos en el Instituto Oncológico Nacional, según cifras del Departamento de Registros y Estadística de Salud de este nosocomio.

Testimonio

Una larga cicatriz que le recorre el torso a la panameña Michelle Alvarado, específicamente desde debajo de la axila hasta la cintura, le recuerda que ha batallado contra el cáncer de piel.Esa zona de su cuerpo tuvo que ser intervenida por especialistas del MD Anderson Cancer Center, en Houston, Estados Unidos, para extraerle hace cinco años un tumor de melanoma maligno nodular en estadio IV, que estaba cerca de diseminarse (metástasis). Más de 700 puntos quirúrgicos tuvieron que hacerle para cerrarle la incisión. “Me abrieron una brecha enorme porque el tumor era grande, pero para bendición de Dios el tumor estaba encapsulado a la distancia de un dedito de lo que era la bolsa del tumor a todos los órganos, por lo que el hecho de que me operaran pronto fue lo único que me salvó. Además de sacarme el tumor, me extrajeron ganglios que estaban infectados”, cuenta la sobreviviente.Alvarado señala que ese médico que le extrajo el tumor le decía que sus probabilidades de recuperación eran “cero”, y que lo que quedaba era “luchar para estar con su hija de tres meses o lo más que pueda”. “Él dice que yo, estando en el quirófano, sedada, le expresaba antes de la operación: ‘yo seré un testimonio de fe, no voy a tener nada [otro melanoma después de la cirugía], no te voy a volver a ver más, nada más cuando yo quiera venir a visitarte’, y el médico me cuenta que se le salían las lágrimas”, porque no le daba mayor sobrevida. “¡Y cumplí mi palabra! Tengo cinco años de no haber tenido recaídas de melanoma”.

Alvarado, de piel blanca, ojos verdes y cabello rubio, dedicó gran parte de su etapa de la escuela secundaria y universitaria a broncear su piel. “En mi adolescencia, estar pretty era estar bronceado, y como soy súper blanca, o transparente, diría yo, tomaba Sol todos los días como rutina: 10 minutos la parte de adelante del cuerpo y 10 minutos atrás (...) También me metía en camas solares unas dos veces a la semana”. Pero desde hace unos 15 años, Alvarado dejó de tomar Sol porque empezó a tener lesiones de carcinomas en la piel por “factura de Sol viejo”, menciona. Desde entonces, ha tenido como hábito ir al médico cada tres meses a revisarse su piel, y constantemente le quitan carcinomas de la piel. “Son lesiones malignas, pero no te matan. Tengo casi todo mi escote lleno de cicatrices”. Otro factor que, a juicio de Alvarado, aumentó su riesgo de desarrollar cáncer fue someterse a varios tratamientos de fertilidad para poder convertirse en madre, y fue justo durante el embarazo cuando recibió la primera señal de melanoma. Estando encinta, en uno de sus controles de piel, su doctora encontró en su espalda baja un lunar del tamaño de una lenteja, que a Alvarado no le molestaba, pero luego de haber nacido su hija, en un próximo control de piel, su médica notó cambios de color en ese lunar, por lo que procedió a sacarlo y lo mandó a analizar en patología: se trataba de un melanoma maligno nodular. Al conocer su diagnóstico, Alvarado encontró fortaleza en su hija. “Dios me dio la oportunidad de ser madre, aunque la ciencia me decía que no podía quedar embarazada. Yo decía que si lo logré, es porque Dios me regaló a mi hija y no me va a quitar la oportunidad de tenerla”. “Yo vivo para estar con mi hija”, añade Alvarado. Por su condición de sobreviviente de melanoma, Alvarado evita hacer actividades de día, pero si lo hace sale protegida con bloqueador —que se retoca cada dos horas—, camisa manga larga, sombrero de ala ancha y lentes de Sol. De igual forma, sigue sus chequeos médicos periódicos para detectar cualquier anomalía a tiempo. Hoy comparte su testimonio para que otros sean precavidos al exponerse al Sol. “ Todavía me impresiona que gente súper allegada a mí, que estaba sufriendo cuando yo casi me muero, todavía va a tomar Sol”.