Eduardo Navarro (Panamá 1960) es un pintor conocido en el mundo del arte por su técnica neo-expresionista de action-painting, lo que, en lenguaje más simple, significa técnica de -goteo o salpicadura-, la cual, el artista ha logrado perfeccionar con el paso de los años, hasta convertirse en un verdadero maestro en el uso de esta técnica, logrando capturar en el lienzo, el espíritu libre e indómito de los caballos.
No obstante, la creatividad y espíritu de búsqueda e innovación constante, que caracteriza a Navarro, ha hecho que incursione, en múltiples disciplinas complementarias como son la escultura, la performance, y las instalaciones, creando por igual, obras importantes con un impacto visual propio, en todas estas facetas.
Sin embargo, -los caballos- es el tema recurrente que más ha estado explorando durante los últimos 20 años, incorporando siempre variantes y texturas diversas, además del uso de telas estampadas y tapices que contribuyen a darle texturas y un matiz adicional de espontaneidad, color y explosión visual, a la condición de indomable salvajismo y libertad, que caracteriza a sus emblemáticos caballos.
Navarro es ingeniero de profesión y artista desde hace más de 50 años. Empezó a pintar desde que tenía dos años con su abuelo. Forjó su carrera artística de manera autodidacta, sin academia ni formación básica de arte. Se dedicó a sentir e interpretar lo que veía a su alrededor. Luego vivió una época en Nueva York y fue allí, visitando museos y galerías, además de las muchas y constantes lecturas, que finalmente pulió su formación artística, logrando encontrar su particular estilo de hacer arte.
En el año 2019, se constituyó en el primer panameño invitado a participar en el programa de Residencia del Rockefeller Foundation (NYC), supervisado por curadores del Whitney Museum y el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). De igual modo, ha sido merecedor de importantes premios y distinciones a nivel nacional e internacional, exhibiendo su obra en importantes muestras individuales y colectivas en países como Alemania, Italia, España, Mónaco, Sudáfrica, Estados Unidos, Colombia, Chile, Perú, México, Argentina, China y Japón.
Al evaluar la obra de Navarro en su conjunto, resulta lógico pensar, que su estilo -al menos en sus inicios-, debió ser influido por el célebre pintor expresionista estadounidense Jackson Pollock, pionero en la “técnica del goteo” o “pintura de acción” como algunos han preferido llamarla. Otro tanto, podríamos suponer con respecto a Georges Seurat, pintor neoimpresionista francés, quien desarrolló la técnica del “puntillismo” a fines del siglo XIX en su búsqueda de nuevas formas de expresión.
Lo cierto es que, al margen de cuáles fueron. o han sido las posibles y comprensibles influencias que Navarro haya podido recibir en su formación como artista, estas técnicas a las que hemos hecho referencia (de Pollock y Seurat), al igual que la técnica del “salpicado” de Navarro, tienen en común, que la mezcla de colores no se produce en la paleta. Los colores se combinan óptimamente, cuando el espectador observa la obra desde cierta distancia. El uso de contrastes y yuxtaposiciones de color, crean la sensación de profundidad y luminosidad, que se traduce en una espléndida vibración cromática, capaz de transmitir una sensación de energía y vitalidad, que difícilmente se logra con otras técnicas tradicionales.
En su estudio, ubicado en el Casco antiguo de la ciudad de Panamá, repleto de elementos de motivación diversos y salpicaduras de pintura por todos lados, Navarro tiene colgado del techo el esqueleto real de un caballo. Se trata de su última yegua Dulcinea. Un ejemplo y recuerdo palpable de su afinidad por los caballos que se acostumbró a lidiar y montar desde que tenía dos años.
En cada obra, Navarro suele emplear diferentes pigmentos y materiales, derramando pintura, utilizando el fuego, polvos de mica, cenizas, y en ocasiones las propias manos en lugar de pinceles. Trabaja aleatoriamente en constante búsqueda y experimentación, sin realizar bocetos previos. Su energía primaria va directo a la obra final.
Por ello, no debemos sorprendernos que ante el misticismo y elocuencia propias del arte en sí mismo, el artista haya expresado en una ocasión: - “A veces hay obras que uno no sabe de donde salieron, ya que, de seguro, hay fuerzas más grandes trabajando por ti a cada paso”-.

