El maestro Eugenio Dunn, hijo de padres de origen antillano, fue uno de los pioneros importantes de la pintura en nuestro país, que merece la pena ser valorado y recordado.
Nació en la ciudad de Panamá, el 21 de julio de 1917, en la calle 18 de la Avenida Central y murió en el 2008. Al igual que su hermano Jorge, desde muy joven sintió bullir en su espíritu, el entusiasmo por la pintura. Tuvo la suerte de contar con el apoyo y la influencia técnica en el oficio, de grandes maestros de la pintura nacional como Roberto Lewis, Manuel E. Amador y Humberto Ivaldi. Además, fue coetáneo y amigo de otros grandes pintores citadinos, que al igual que él, empezaban a descollar en aquella época de su juventud. Tal es el caso de Isaac Benítez, Alfredo Sinclair, Juan Bautista Jeanine, Juan Manuel Cedeño y otros.
Su obra se considera diversa en cuanto al uso de técnicas y manejo de la temática. Trabajó indistintamente el óleo, el acrílico, la acuarela y el lápiz pastel. Sus mejores trabajos en óleo, están inspirados en la naturaleza y el ambiente de la urbe panameña, en los cuales se observa una gran destreza en el manejo del color y juego de luces, dejando entrever en las múltiples facetas de sus inquietudes artísticas, una temprana y fuerte tendencia a la abstracción. Se caracterizó, además, por utilizar una paleta de colores vibrantes, convirtiéndose en un verdadero experto en cuanto a la exploración del color y la luz, logrando contrastes lumínicos que le conferían una connotación especial a sus paisajes y escenas cotidianas y brumosas. Su pincelada suelta, y a la vez precisa, lograba captar la esencia de cada momento con una sensibilidad sorprendente. Sus obras más trascendentes, reflejan una conexión íntima con la naturaleza y la vida raizal panameña.

Eran tiempos difíciles para vivir del arte, por lo que el maestro Dunn, combinó su pasión principal, con la música y la confección de carteles y anuncios publicitarios para poder sostener a su familia. En la actualidad, muchas de sus mejores obras forman parte de importantes colecciones privadas tanto de coleccionistas panameños como extranjeros. Su hermano Jorge Dunn, se dedicó más bien a la temática costumbrista, pintando bodegones con tinajas y elementos de nuestro folklore, que realizaba en tiza pastel, los cuales eran también, muy apreciados por los turistas tanto en el casco viejo, como en las aceras de un supermercado donde se instaló por años ofreciendo su trabajo al público a precios módicos.
Ambos ya fallecidos, constituyen un patrimonio de nuestro acervo cultural y artístico que merece ser considerado como tal, por las instituciones encargadas de velar por nuestra cultura; la cual, por cierto, no debería quedar limitada solo a la exaltación de la cutarra y el tembleque. De hecho, sabemos cómo hacerlo. Recientemente, por ejemplo, el presidente Mulino se emocionó hasta las lágrimas, al inaugurar un museo que, con buen tino, se hizo con el fin de destacar la figura y trayectoria de grandes jinetes, y otros atletas panameños, quienes, con su legado, también han sabido dejar en alto el nombre de nuestra nación.
El autor es escritor y pintor


