
Como la mayoría de mis blogs, este surgió de manera inesperada cuando un día que debía ser “normal” (si es que pueden llamarse así mis días) como los demás, de eso no tuvo ni una pizca; al contrario, fue como un pitazo a la realidad que nos rodea.
Una mañana me encontraba esperando el Metro para ir a mi trabajo. Cuando abordo el tren estaban unas señoras que iban muy concentradas conversando sobre sus actividades rutinarias. Noté que había un puesto vacío y me dispuse a sentarme, fue entonces cuando todas se percataron de mi presencia, me miraron con cierto asombro y una mezcla de emociones que claramente pude percibir por sus acciones.
Y ahí estaba yo, con este grupo de señoras casi que sentadas una encima de la otra con la intención de no estar al lado mío. Debo confesar que fue bastante incómodo porque, aunque suele pasarme a diario, la verdad es que uno no termina de acostumbrarse totalmente a ese tipo de conductas.
Aunque el trayecto hacia mi destino no toma mucho tiempo, decidí levantarme y poner distancia para no incomodarlas. Mi sorpresa fue que ni siquiera esto pudo tranquilizarlas, ya que ese silencio acosador seguía rondando en el ambiente. Finalmente llegó mi parada y al caminar hacia la puerta sus miradas cambiaron y bajaron la guardia.
Entonces comprendí que para ellas ¡yo no merecía estar en el mismo lugar que ellas! Mi reacción fue sonreirles y desearles un buen día, y aunque no pude observar su reacción, estoy segura de que al menos algo de confusión provoqué con mis palabras.
Ya en mi oficina navegaba en internet cuando vi un video de un niño que le pide a Santa como regalo de Navidad que los niños dejen de hacerle bulling a su hermana melliza solo porque es gordita. El video fue parte de un programa matutino en el que entrevistan a los hermanos para que relaten las horribles vivencias que han sufrido.
Fue entonces cuando pensé en aquellas señoras. ¿Quién les había dado el derecho de juzgarme, si yo no les hacía ni un daño con mi presencia ni tampoco soy un fenómeno para merecer tal actitud? Tengo síndrome de Treacher Collins, sí, pero soy solo un poco diferente a lo acostumbrado, eso es todo. No significa que eso sea algo malo o razón para merecer burlas, señalamientos o insultos.
La realidad es que nadie lo merece, no se nos ha otorgado ni una clase de derecho a nosotros, como sociedad, de atacar, juzgar o discriminar a quienes sean, según nuestras normas, “diferentes”.
¿Y es que acaso no lo somos todos? Nadie es igual a nadie, ni siquiera los gemelos, pues todos tenemos algo que nos distingue y caracteriza como seres humanos.
Estas acciones de la sociedad desencadenaron en mí el deseo de plasmar una perspectiva sobre el tema. He visto múltiples campañas sobre la rotunda negativa albulling, sobre la detección de personas que lo sufren o que en algunas situaciones juegan el rol de acosador, y campañas sobre a quiénes debemos acudir en estos casos.
Sin embargo, creo que un factor importante o determinante que aún no se ha abarcado es el poder. Sí, el poder de las palabras que tienen tanto las el acosador como quien las recibe.
Lamentablemente, este problema se ha agravado porque se les da poder de afectación a las palabras del agresor. Y creo que debe hacerse un énfasis en esto, debemos inculcar a la sociedad a NO permitir que esto suceda, a instruir a los niños, jóvenes y adultos que las inseguridades son parte de todo ser humano, pero no debe ser el factor que determine nuestra conducta.
Hay que aprender que ser diferente no es malo, al contrario, es algo bueno, y que el poder de las palabras malintencionadas no está en quien las dice sino en quien las recibe, osea nosotros. Gorda, fea, flaca, negro, tonta, perdedor, entre otros términos, no define quiénes somos en realidad, y ahí está la clave.
Es hora de que sepas que eres TÚ quien tiene el poder. Yo aprendí a tenerlo y no dejar que me afecten ser la persona que soy. No es fácil, pero mucho menos imposible. Convierte tu experiencia en algo positivo para ti y una lección de vida para quienes te rodean.
Principalmente, creo que debemos ser tolerantes ante estos comportamientos, pues de cierta manera esas personas sienten miedo a lo desconocido o a los que se les ha enseñado que no es “normal”; sin embargo, ser tolerantes no explica permitir ningún tipo de abuso, hay que buscar los medios correctos para detenerlo.
Para resumir, debo decir que primero que nada debes aceptar que eres diferente, pues TODOS lo somos, como bien dije anteriormente; segundo, que comprendas que está bien serlo, para nada es algo malo; tercero, que hagas de esto algo positivo; cuarto, que seas tú quien decide qué te afecta y no las decisiones de alguien más; quinto, y para terminar, tolera la ignorancia de algunas personas hacia lo poco común.
Instruye a quienes pasan por la misma situación a que no tienen por qué sentir miedo ni permitir ser sometido, pues nadie lo merece, y comparte toda esta experiencia para que crezcas como persona y ayudes a que más gente conozcan acerca de cómo romper el molde de esas ideas equivocadas, ya que “Ser diferente NO es malo”.

