Nuevamente el fútbol es noticia gracias a la violencia.
No terminaba de borrarse de nuestra mente la brutal patada que recibió el delantero Aquiles Ocanto tras un encuentro en Venezuela, cuando desde Argentina se escribía otra terrible página en la ya enciclopedia de la violencia deportiva.
El incidente ocurrió durante el encuentro Boca-River, realizado en el estadio Alberto J. Armando (Bombonera). Cuando los jugadores de River salían para la segunda mitad del encuentro, fueron vilmente atacados en el túnel por aficionados de Boca que, desde las gradas, lograron introducir gas pimienta en el espacio. El resultado, cuatro jugadores cegados y con salpullidos, producto de este químico.

Más allá de la sanción que debe venir por parte de la Conmebol, lo ocurrido en Argentina debe ser condenado por todo el mundo y estudiado en profundidad para tomar correctivos que sirvan en otras ligas, a fin de que con ello se haga realmente frente a la violencia en el fútbol.
Fuera de los hechos obvios, en esas casi dos horas en las que el cuerpo de árbitros y los representantes de la Conmebol decidían si suspender o no el juego, ocurrieron situaciones casi tan lamentables como la agresión.
Desde una seguridad que era incapaz de resguardar un túnel, dirigentes y presidentes de clubes en una cancha de juego y hasta un dron que terminó de caldear los ánimos.
La actitud de algunos jugadores de Boca Juniors solamente puede definirse como lamentable. Y no me refiero al no acompañar a los jugadores de River durante su retirada del campo, quiero presumir que pudo haber un factor miedo de que también pudiesen ser agredidos por un puñado de personas descontroladas.
Me refiero más bien al deseo de continuar el juego, a pesar de que el equipo contrario había sido claramente atacado con saldo de cuatro heridos. Una solidaridad que debe ser automática, una situación en que el fútbol queda a un lado y el sentido de “humanidad” y deportividad debe privar ante cualquier otra cosa.
Boca, incluso, llegó a pararse en el terreno de juego con su once ubicado en posición, muy a pesar de que ya se había anunciado la suspensión del juego.
La cereza del sundae, los aplausos del equipo a la barra una vez se retiraron los jugadores de River. Que los aplausos fueron para el público, no violento, que se mantuvo en la grada, explicaron posteriormente los jugadores. Pues, eso no importa. No había nada que agradecer ni celebrar.

