Llegamos a las 10:00 a.m. a Marrakech, ciudad que se convertiría en nuestra casa por varios días. De aquí partimos hacia el desierto y regresamos después de recibir el nuevo año, lo que permitió al grupo adentrarse en sus mercados, cafés, gastronomía y actividades diarias.
Paseamos por esta ciudad bajo el cuidado de Omar, chofer y guía, quien no estuvo a nuestra llegada al aeropuerto, un mal comienzo para una relación que terminó muy bien.
Teníamos reserva en el riad Darhani, hotel donde nos alojamos y que nos conquistó con su atención, su terraza para descansar y la tentadora piscina. Con Omar al volante la travesía desde el aeropuerto al riad fue toda una aventura; atravesamos la medina por callejuelas invadidas de souks, con sus gritos y tentadoras ofertas.
Dejamos las maletas en la habitación e inmediatamente salimos a conocer la ciudad. Almorzamos en Palais Sebban, un hotel 5 estrellas; allí comenzamos el aprendizaje para acostumbrar al paladar a la comida marroquí. Con mente abierta probamos el tajine de cordero, de pollo y vegetales, couscous y las empanadas “pastel de pollo y almendras”, acompañados de bebidas refrescantes.
Hoy mi mente me lleva de vuelta al paseo por la plaza Jamaa el-Fna, importante centro turístico donde ocurrió un atentado suicida en el café Argana el 28 de abril de 2011. Según las guías de turismo uno de sus atractivos es sentarse a escuchar a los cuentacuentos.
Charlie, mi sobrino, y yo nos aventuramos por las calles cercanas y nos tomamos fotografías con las cobras que salían de cestas, así como apreciamos las variedades de aceitunas que se ofrecen.
De jardines y plazas
En horas de la tarde del 1 de enero volvimos a Marrakesh por tres días más. En esta segunda ocasión nos hospedamos en el riad Amira para esperar al guía Jamal hasta el 3 de enero.
Luego de conocer a Jamal nos mudamos al riad Merstane, ambiente que parecía la torre de Babel, pues escuchábamos todas las lenguas y conocimos a otros tantos aventureros que habían cumplido su sueño de recibir el nuevo año en el desierto.
Entre los huéspedes conocidos recordamos a Matt, un estadounidense radicado en España que viajó a Marruecos antes de partir hacia Chile, y como estaba solo, decidimos adoptarlo.
Sin dudar, la mezquita Koutoubia o Kutubiya es la más importante de Marrakech; su alminar es de los monumentos más representativos de la ciudad. Se mantiene el mismo modelo para la construcción de La Giralda de Sevilla o la mezquita de Rabat, ya que sus minaretes son casi idénticos. Comentó Jamal que antiguamente había mercaderes de manuscritos y libros en los alrededores de la mezquita, por lo cual esta tomó el nombre de Kutubia, que significa mezquita de los libreros (kutub: libro, en árabe).
Está ubicada al suroeste de la plaza Jamaa el-Fna, justo al lado de la avenida Mohamed V, fue una de las mayores del mundo islámico cuando finalizó su construcción en 1158.
También fuimos a los Jardines Majorelle. Conocimos que en 1924 el pintor francés Jacques Majorelle compró una finca llena de palmeras y años más tarde decidió construir junto con el arquitecto Paul Sinoir una casa estilo art déco.
Majorelle empezó a construir los jardines como una forma de inspiración y terminó abriéndolo al público. Son unos jardines muy amplios con plantas variadas, entre las que se destacan cactus, palmeras, bambú y diversas plantas de jardín y acuáticas.
Al día de hoy la vivienda principal de un solo piso no se puede visitar, aunque sí permiten recorrer un bajo donde Majorelle tenía un taller. En 1980 dos grandes admiradores de esta obra, Yves Saint Laurent y Pierre Bergé, adquirieron la villa con sus jardines.
Otro lugar que visitamos fue el restaurante Dar Essalam, donde dice la historia que el director cinematográfico Alfred Hitchcock filmó parte de la película The Man who knew too much, en 1956. Después nos llevaron al Palais Badia, construido en el siglo XVI por el sultán Saadi y saqueado por el sultán de la siguiente dinastía que gobernó el país. Aparentemente era la política, en fin, que el palacio se edificó en una gran plaza.
Desde la azotea disfrutamos de una interesante vista de la ciudad, y pudimos admirar de las numerosas cigüeñas que han construido sus nidos en la cima de las murallas.