En febrero del año pasado, la policía colombiana interceptó la llamada de un individuo sospechoso de traficar droga. Estaba organizando una venta al por mayor de cocaína a un comprador en México. El tipo alardeaba de que tenía una cantidad importante disponible; un producto que podía entregar en Denver, Miami y por todo el Caribe.
Apenas una década antes, las drogas venían siempre de Colombia o de las regiones andinas de Perú o Bolivia. Pero los tiempos han cambiado. La coca de la que hablaba el sospechoso había sido cultivada en Guatemala, un país a 2 mil kilómetros al noroeste de los grandes países productores y que tradicionalmente ha servido de punto de parada para los traficantes.
La coca “dio buen resultado”, le dijo el hombre a una persona que parecía ser su socio en el negocio, indica la transcripción de la llamada interceptada. El hombre aseguró que tenía “un centenar de cajas de zapatos blancos de alta gama” –código que se usa para hablar de kilos de cocaína– así como “cocineros” listos para empezar a trabajar en Guatemala y México.
La conversación, identificada en la filtración masiva de correos de la Fiscalía General de la Nación de Colombia, es una prueba más de una tendencia, tan nueva como poco conocida, que está reestructurando el tráfico global de cocaína: la relocalización de la producción más allá de las zonas andinas tradicionales hacia Centroamérica.
Este artículo es parte de ‘NarcoFiles: el nuevo orden criminal’, una investigación periodística transnacional sobre el crimen organizado global, que explora cómo innova y cómo se extiende por el mundo. El proyecto, liderado por OCCRP con el apoyo del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), se inició con una filtración de correos electrónicos de la Fiscalía General de La Nación de Colombia que fue compartida con medios de todo el mundo, incluido La Prensa. Los periodistas examinaron y corroboraron el material junto a cientos de documentos, bases de datos y entrevistas. Los hallazgos pueden encontrarse desde hoy en prensa.com.
Esta evolución ha sido impulsada por varios factores, especialmente por la fragmentación de los grupos que controlaban el tráfico. Tras el acuerdo de paz de 2016, el desarme de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) abrió la producción de cocaína tanto a grupos nuevos como a otros ya establecidos, que experimentaron con nuevas técnicas y cadenas de suministro. Las conversaciones interceptadas a este individuo en Bogotá, por ejemplo, fueron grabadas durante una investigación sobre un grupo disidente de las FARC.
Para una mejor comprensión de la tendencia, OCCRP y sus socios han analizado los documentos filtrados, que han corroborado con documentos judiciales, entrevistas con expertos y reportería sobre el terreno en cinco países.
Datos obtenidos del ministerio del Interior de Guatemala mediante una solicitud de información pública muestran que el cultivo de coca se ha disparado desde que en 2018 se informó sobre la primera plantación detectada en el país. Una expansión similar se está produciendo en países vecinos, como Honduras y México, según muestran datos de esos países, mientras que Belice detectó en diciembre de 2022 la primera plantación de coca en su territorio.

Los periodistas descubrieron que, lejos de salir perdedores con esta nueva tendencia, los criminales colombianos –que históricamente han controlado grandes porciones del tráfico– están exportando su experticia y haciéndose un nicho con los nuevos desarrollos en Centroamérica y más allá.
Esta investigación muestra cómo el procesamiento de la cocaína también está siendo relocalizado. En paralelo al aumento de la demanda en Europa, Asia y África, los laboratorios han empezado a dejar atrás Colombia y a cruzar el Atlántico. Decenas de nuevos laboratorios son localizados cada año en Europa Occidental. Uno de estos, descubierto en Países Bajos y dirigido por un traficante colombiano conocido como ‘el Rey de la heroína de Nueva Jersey’, podía producir hasta 200 kilos de cocaína al día.
La aparición de laboratorios en Europa y en otros lugares se ha visto facilitada por técnicas innovadoras de transporte, entre ellas métodos sofisticados para camuflar cocaína líquida en prendas textiles u otros materiales, lo que hace que esos envíos sean más difíciles de detectar.
El tráfico de drogas ha vivido un “momento de innovación” en los últimos años, que va desde “cómo mejorar las redes, el uso de las herramientas y las redes sociales para comprar mayores cantidades”, explicó Leonardo Correa, coordinador del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI) de las Naciones Unidas a OCCRP.
Cuando se produjo el desarme de las FARC, grupos de disidentes mantuvieron sus intereses en el tráfico de drogas, señalan los expertos. Mientras tanto, otras bandas, como los albaneses o los serbios, han incrementado su presencia.
El resultado es que el tráfico de cocaína está ahora “mucho menos centralizado”, explicó Laurent Laniel, analista en el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías.
“Más gente está implicada y eso genera más oportunidades de hacer contactos y más ideas sobre rutas y métodos de tráfico”, añadió Laniel.
De la mano de estos nuevos territorios de cultivo, la llegada de la planta de coca amenaza con más oleadas de violencia sobre comunidades que llevan décadas sufriendo a manos de los narcotraficantes o de las autoridades estatales.
La historia de la cocaína
Después de que los europeos comenzaron a extraer el alcaloide de las hojas de coca en el siglo XIX, la popularidad de la droga se disparó, apareciendo en productos comerciales como remedio para el dolor de garganta o la Coca-Cola.
Hace un siglo, los Países Bajos eran el mayor productor mundial de cocaína. Después de que Estados Unidos (EU) prohibiera esa droga en la primera mitad del siglo XX, la cocaína era traficada desde laboratorios legales en Europa a través de Colombia y Honduras.
El resto del mundo siguió a EU en su veto a la cocaína. Pero la popularidad de la droga le abrió una oportunidad al crimen organizado para responder a la demanda –y ganar millones.
Desde la prohibición, la producción de cocaína se ha concentrado históricamente en tres países andinos –Colombia, Perú y Bolivia– donde la planta es considerada sagrada por algunas comunidades indígenas.
Perú fue durante un tiempo epicentro de la producción ilegal, hasta que las políticas antidrogas de Estados Unidos llevaron a los traficantes colombianos a recortar el riesgo cultivando la planta en su propio país. El aumento de incautaciones en el marco de la “Guerra contra las Drogas” los empujó después a enviar la droga al norte por tierra a través de México y Centroamérica.
Desde entonces, el tráfico ha animado a poderosos grupos criminales, que en ocasiones son cómplices de las autoridades. En 2022, por ejemplo, el antiguo presidente de Honduras Juan Orlando Hernández fue extraditado a Estados Unidos, donde las autoridades lo acusan de proteger a un narcotraficante que tenía un laboratorio de cocaína en el país. Su juicio está programado para el próximo año.
Análisis de datos: Ignacia Velasco.
*Yelle Tieleman (Follow the Money) contribuyó a esta historia.
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