Avatar: El Camino del Agua es la secuela del clásico moderno de ciencia ficción de 2009, la cual a la fecha mantiene el estatus como la película más taquillera de todos los tiempos. El Camino del Agua se codea con su antecesora y otros grandes éxitos de taquilla y es fácil entender porqué. Esta secuela nos regresa al mundo que creó James Cameron hace 13 años, con muchas de las mismas ideas y temas que fueron centrales a esa película.
Las similitudes con la antecesora son mucho más profundas que solo el éxito en taquilla y el presupuesto estratosférico. Los personajes son unidimensionales y los conflictos en los que los vemos involucrados son muy similares a los que enfrentaron en la primera película. Esto aplica tanto para los protagonistas como para los antagonistas. Los personajes no son memorables, son simplones y realmente son más que nada un vehículo con el cual exploramos Pandora, el planeta ficticio donde se desarrolla la franquicia de Avatar.
La construcción del mundo de Avatar es brillante, profunda y muy original. Normalmente los efectos especiales son utilizados para complementar una película, pero en el caso de El Camino del Agua los efectos especiales, y la forma inmaculada en la que son utilizados, son una parte integral del mundo. Visualmente la película es capaz de transportarnos a un planeta lleno de vida, con historia, cultura y una fauna cautivante. Visualmente, Avatar es un espectáculo de principio a fin, con un mundo que a través de las próximas películas (ya la tres y cuatro están confirmadas), y con personajes mas completos, pudiera cimentarse como uno de los grandes universos de ciencia ficción.
Nuestra aventura en Pandora presenta ideas interesantes y valiosas sobre el militarismo, el colonialismo, la explotación desenfrenada del capitalismo y la pérdida de la naturaleza y las culturas aborígenes. Sin embargo, estas ideas terminan siendo utilizadas de forma superficial, especialmente debido a que los protagonistas y antagonistas son planos e incapaces de elaborar con profundidad estas ideas. La película falla en demostrar el fuerte impacto humano de las tantas cosas que condena.
Avatar: El Camino del Agua es un espectáculo de efectos especiales sin pierde, una experiencia capaz de transportar a la audiencia a un mundo distinto. Desafortunadamente, su narrativa y sus personajes no están a la altura de lo visual. Las ideas y temas que presenta, si bien son valiosas, están subutilizadas. Sin embargo, hay mérito en traerlas a un blockbuster de esta magnitud.


