El profesor Bolívar Rodríguez Mendieta es un chitreano emblemáticos, modelo de vida y dedicación. No permitió que el egoísmo anidara en su corazón. Percibió el mundo desde una óptica colectiva. Nace en Chitré el 24 de mayo de 1926, lugar donde fallece el 6 de junio de 2022. Fue hijo del matrimonio compuesto por don Saturnino Rodríguez y doña Dolores Mendieta. Su padre fue un gran carretero (fabricante de carretas). Se dedicó, al igual que su progenitor, a la carpintería, a la música y a la poesía. Recuerda que confeccionó una carreta para transportar agua; la novedad consistía en que no era tirada por bueyes, sino por chivos.
De manera desinteresada, enseñó sus habilidades a la juventud: (tocar guitarra, componer décimas y coplas, al igual que los cantos y bailes propios de la región). Se autodefinió así: “Hijo soy de un carpintero/ fabricante de carreta, hombre de vida discreta( humilde, noble y sincero.” A ello le suma, los valores que le inculcaron sus padres que fueron el norte que guiaron su vida. De su padre dijo: “Al recordarle refiero,/ que dijo más de una vez,/ del valor de la honradez/ como la mejor riqueza/ de quien rechaza vileza,/ el vicio y la insensatez”. De su madre aprendió: “Mi madre, mujer sencilla,/ su ideal compañera,/ decía en su dulce manera:/ la pobreza a nadie humilla./ Su palabra, cual semilla,/ germinó en mi sentimiento,/ cual sagrado mandamiento/ para entender de la vida/ las constantes sacudidas/ que conlleva el sufrimiento”.
Realizó sus estudios de canto, música y guitarra en la Academia de Música Gaito y Canto en Argentina en la década de 1950. En 1952, fruto de la pesadumbre producida por estar lejos de su patria, compone Nostalgia panameña su primera canción. Esta composición le abre las puertas de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores. La añoranza de Panamá se percibe en cada uno de estos versos: “Cuando me pongo a pensar/ en mi tierra panameña/ siento en el alma una pena/ y un gran deseo de llorar”.
Después de un matrimonio fallido, retorna a Panamá en 1970. Fue invitado a una junta de cortar arroz en las faldas del cerro Canajagua. Este hecho le permite a su musa la posibilidad de inmortalizarlo en el recuerdo de la poesía típica panameña. Al cruzar una quebrada, se encuentra con una moza a quien le galantea. Una tía de la muchacha, le solicita que no la moleste, que ella está casada. Él siguió su camino, mientras concebía Canajagua monte adentro: “Donde anida la torcaz/ y se oye el canto del turpial…/ allá tengo mi hábitat/ Canajagua monte adentro.” Sin dudas, un hecho tan casual, produce en el espíritu poético de Bolívar Rodríguez, una oportunidad para expresar su frustración; pero, a la vez, es un motivo para cantar y recordar la belleza del lugar: “Trapiche y cañaveral/ y en la hondonada un manantial/ donde espiga el arrozal/ Canajagua monte adentro”.
Expresó, a través de sus versos, el gran amor que siente por su terruño: “Desde Chitré pueblo mío/ donde yo aprendí a soñar/ canté a la brisa del mar/ y al frescor del monte umbrío”. El amor por su terruño incrementa el que siente por su país: “Cultivé de un amor santo/ mi sentir de panameño/ para cantar el ensueño/ del pueblo que yo amo tanto”.
Palomita titibú, es su canción más conocida. Él me contó que le dijeron que la tocó la orquesta sinfónica de Nueva York. Yo la escuché en París. Por eso, me parece oportuno destacar que esta canción fue su trabajo de graduación en Argentina: “Allá en la hondonada/ donde cantó el río/ tengo el rancho mío/ titibú pa´mi paloma:/ Silvestre palomita/ de mi selva istmeña/ eres tú la dueña/ titibú mi palomita”.
Sus versos se identifican con la naturaleza de su terruño: “Se despierta la alborada/ por encima de los cerros/ y el matutino lucero/ su cálida luz aclama/ tiñendo de luz dorada/ los parajes del camino”. Bolívar Rodríguez es un paradigma de valores, de arte y de compromiso con sus semejantes por lo que debiera ser emulado.
