La escuela panameña nos enseña que el nombre Panamá tiene varias acepciones, “abundancia de mariposas”, “allá a lo lejos”, “nombre de un árbol”, “abundancia de peces”. P. Durán, quien sabe lo que pocos de las lenguas amerindias del país, informa que “abundancia de peces” es la etimología más adecuada. No obstante, en uno de los excelentes sonetos americanistas de Esther María Osses figura el nombre del árbol Panamá como la etimología preferible. Es el poema dialogado que empieza El nombre por la mar se le ha perdido, y que termina “Tal vez aquí, bajo la herida tierra, /al pie del árbol Panamá se encierra/ en este grito con que yo la nombro.”
Fuera de lo bueno que encontramos en esas etimologías, hay que aceptar con humildad que el nombre de nuestro país no ha estado siempre engalanado de esplendor, desafortunadamente.
Un recuento de lo negativo, que se dice aquí en voz baja, empieza con Mateo Rosas de Oquendo, del siglo XVI, de quien no sabemos demasiado. Al pasar por Tierra Firme (el nombre de Panamá de entonces), no le pareció el mejor lugar: “Llegué al Nombre de Dios, /nombre bueno y tierra mala/ (…) Al fin llegué a Panamá,/ sive ‘Los Diablos de Blanca’ “/. (”Sive” quiere decir “o”). En otras palabras, Panamá quería decir “Los Diablos de Blanca”. Mal nombre.
Después, del famoso Lope de Vega, quien nunca cruzó el mar, en la pieza teatral La dama boba figuraba un canto con estribillo:
¿De do viene, de do viene?
Viene de Panamá.
¿De do viene el caballero?
Viene de Panamá
Trancelín en el sombrero.
Viene de Panamá
Cadenita de oro al cuello.
Viene de Panamá.
En los brazos el gregüesco
Viene de Panamá.
Las ligas con rapacejos.
Viene de Panamá.
Zapatos al uso nuevo.
Viene de Panamá.
Sotanilla a lo turquesco.
Viene de Panamá.
¿De do viene, de do viene?
Viene de Panamá.
¿De do viene el hijodalgo?
Viene de Panamá.
Corto cuello y puños largos.
Viene de Panamá.
La daga, en banda, colgando.
Viene de Panamá.
Guante de ámbar adobado
Viene de Panamá.
Gran jugador del vocablo.
Viene de Panamá.
No da dinero y da manos.
Viene de Panamá.
Enfadado y mal criado.
Viene de Panamá.
Es Amor: llámase indiano.
Viene de Panamá.
Es chapetón castellano.
Viene de Panamá.
En criollo disfrazado.
Viene de Panamá.
¿De do viene, de do viene?
Viene de Panamá.
El canto parece gracioso o positivo porque hoy su tono irónico no se advierte. En la España de entonces, quien venía de Panamá lo hacía de un sitio considerado de tahúres, ladrones y de otras negociaciones oscuras.
A fines del siglo XIX y ya en francés, la mención de Panamá se hizo totalmente negativa, por el escandaloso fracaso económico y de ingeniería del canal a nivel de Ferdinand de Lesseps, que llevó a tantos a la ruina. Así dice una acepción, aquí traducida: “panamiste: quien recibió dinero en el asunto Panamá; diputado que recibió un cheque de la caja de Panamá; especulador en la bolsa”. Se utilizó como insulto.
Pero una expresión capicúa o palíndromo (“palabra, expresión o frase que se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda”) en inglés que incluye el nombre Panamá puede cerrar este recuento sin sucumbir a la total negatividad. Por la época de la construcción del canal por esclusas se acuñó “A man, a plan, a canal, Panama”. Leído del derecho o del revés, dice “un hombre, un proyecto, un canal, Panamá”. Fue proyecto de feliz resolución.
El autor es profesor de lenguas extranjeras e investigador lingüístico y literario.

