A raíz de la muerte de Mahsa Amini, la joven kurda de su nacionalidad, arrestada por no portar adecuadamente, según algunos, el obligatorio velo, algunas mujeres iraníes han estado cortándose los cabellos en público como medida de protesta. Alrededor del mundo, en acto de solidaridad con sus congéneres iraníes, algunas mujeres de actividad y reconocimiento públicos junto a otras menos conocidas repiten el rebelde rito a la vista de todos, en su afán de exigir un merecido respeto.
El significado de mesar los cabellos de las mujeres y, entre hombres, los cabellos o la barba tiene sentidos diversos. Llevar barba, símbolo de virilidad y, por extensión, de poder, tiene larga tradición. Mesársela, es decir, arrancársela o cortársela, se llena, pues, de significado injurioso, de desaprobación. El medieval Cid, el de “la barba vellida”, el de “la luenga barba” se jactaba: “aquesta barba que nadie nunca mesó”. Mesar la barba resulta entonces un insulto, una forma de aislar, denigrar, excluir o rechazar al otro, conducta aún vigente en ciertas comunidades.
En algunas culturas una mujer puede raparse deliberadamente para no atraer el deseo del hombre. O cortarse un mechón o más de la cabellera puede ser manifestación de duelo. Después de la derrota de los nazis, en algunos sitios de Europa se trasquiló a mujeres que confraternizaron con ellos, para vituperarlas y como castigo.
En cambio, en una de las culturas panameñas, la guna o dule, cortarle el cabello a una joven en acto ceremonial indica que es núbil, y se hace celebrando la fiesta de la chicha de tres días. En la novela Nalu Nega de Alfredo Cantón (Emperador, 1910—Panamá, 1967), el personaje principal, que lleva este nombre, el de una isla del archipiélago de Guna Yala, no puede acceder a la fiesta por su situación económica desfavorecida y, a pesar de no poder tener la celebración, Nalu Nega, fieramente independiente, firme y decidida, resuelve cortarse ella misma el cabello para indicar su nuevo estado:
“—Quiero que el Congreso me autorice para cortarme yo misma el cabello”, dice en la reunión comunitaria.
“—Puedes hacerlo, cuando quieras –se adelantó a decir el Sáhila.
—Navirito —dijo Nalu Nega.
Y luego ante la sorpresa de todos sacó de la pretina unas tijeras que llevaba a tal efecto, cogió su negra cabellera con la mano izquierda y con solemne ademán se la cortó a la altura del cuello y vino a quedar con las tijeras en la mano derecha y un cometa oscuro a la izquierda. A esto el Sáhila había saltado de la hamaca y en un instante estaba al lado de la joven.
—Sáhila, guarda mi cabello cortado. Ahora sé que puedo casarme cuando yo quiera—dijo la joven.
El Sáhila recibió el haz de rayos negros y por su propia iniciativa le quitó las tijeras. Luego a la luz de la guaricha le fue cortando y emparejando debidamente el corte hasta que vino a quedar la cabeza de Nalu Nega igual a la de todas las otras doncellas: corte bajo todo alrededor y una galluza o pavita en la frente.”
(Nalu Nega, Primer Premio de Novela del Concurso Ricardo Miró 1960-1961, Panamá, 1986, p. 258).
El rebelde acto de las mujeres iraníes llevado a cabo en la realidad, repetido simbólicamente por países de Occidente, fue precedido por uno de parecido signo en la ficción en el gesto de la indómita Nalu Nega.
El autor es investigador lingüístico y literario y profesor de lenguas extranjeras

