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El Trienio Liberal y la independencia de Panamá de España

El Trienio Liberal  y la independencia de Panamá de España
Proclamación de la ‘Constitución de 1812’ en Cádiz por Salvador Viniegra. Cortesía de Alfredo Castillero Calvo

El Bicentenario del Trienio Liberal

En 2020 se cumplió el bicentenario del breve periodo conocido en la historia como Trienio Liberal, o Constitucional, conmemorado con sumo interés y nuevas aportaciones documentales e interpretativas en numerosos centros académicos de España e Hispanoamérica. El Trienio tiene como punto de partida temporal la rebelión del coronel Rafael del Riego, en Cabezas de San Juan, Sevilla, donde se había congregado un poderoso ejército para combatir la insurgencia americana y como eco del creciente malestar existente en la Península por la pésima situación económica y la persecución de los liberales adeptos a la Constitución Política de la Monarquía, promulgada en Cádiz en 1812 y derogada de un golpe por Fernando VII en 1814. La campaña militar se suspendió y Fernando VII fue obligado a restablecer la Constitución.

El Trienio Liberal se extiende hasta 1823, cuando Fernando VII recupera el poder gracias al apoyo de los estados absolutistas europeos que envían a España un ejército al mando del duque de Angulema, conocido como “Los cien mil hijos de San Luis” (en realidad, 95,062 soldados franceses y voluntarios españoles), que derrotan a Riego, al que se ejecuta de manera humillante, y se restablece el poder absoluto del rey.

Para efectos prácticos, el impacto del Trienio en Panamá se limita al periodo comprendido entre mediados de 1820, cuando llegan noticias del levantamiento de Riego y del restablecimiento de la Constitución, hasta el momento en que se produce la independencia de 1821, un periodo de solo año y medio. Fueron pocos meses, pero meses pivotales y de los más densos y decisivos de la historia panameña.

La Constitución gaditana proclamaba la soberanía nacional (es decir en el pueblo y ya no más en el rey), la separación de poderes, la libertad de imprenta, la igualdad jurídica, y otros principios del liberalismo democrático y republicano que fascinaron, tanto a las élites urbanas como a vecinos de pueblos del Interior, donde incluso un conspicuo dirigente local, Francisco Gómez Miró, se dedicó a divulgar sus principios para hacerlos comprensibles a los sectores populares. Se juró en la capital y en todos los poblados donde había Ayuntamiento. Fue en Panamá donde más temprano y más extensamente se juramentó de todo el virreinato neogranadino, debido a que este se encontraba envuelto en incesantes guerras intestinas que hacían imposible su juramentación, pudiéndose solo jurar en contadas poblaciones realistas.

Restablecimiento de la Constitución de 1812

Una vez se supo en Panamá, a mediados de 1820, del alzamiento del coronel Riego y del restablecimiento de la Constitución, se procedió a su juramentación. En la capital la ceremonia fue presidida por el gobernador Alejando Hore Díaz (que lo hizo a regañadientes por ser opuesto a la Carta). Según una fuente no hubo aclamaciones ni expresiones de entusiasmo, seguramente por temor de los vecinos a represalias del Batallón Cataluña, que se mostraba cada vez más hostil a la población y donde no faltaban oficiales adversos a la Constitución. En cambio, en Portobelo, donde gobernaba José de Santa Cruz, anteriormente segundo comandante del Cataluña y simpatizante de la Constitución, sí se juramentó con todo el boato y alegría posibles según carta suya del 1 de junio.

Lo cierto es que tan pronto como se pudo, y aprovechado la libertad de imprenta establecida por la Constitución, varios miembros de la élite con vocación liberal reunieron fondos para adquirir una imprenta. La tarea recayó en José María Goytía, masón grado 33, quien, aprovechando sus vínculos con la masonería de Nueva York, la compró en Jamaica y en marzo de 1821 empezó a publicarse La Miscelánea del Istmo de Panamá. Sería el primer periódico panameño y circularía cada domingo. De este periódico solo han sobrevivido unos cuantos ejemplares. Uno de sus fundadores recoge en sus memorias que su principal objetivo era abogar por la independencia y difundir los principios liberales, democráticos y republicanos contenidos en la Carta gaditana.

Oponentes a la Constitución

Aunque la mayor parte de la élite simpatizaba con los postulados liberales, tanto en Portobelo como en Panamá se encontraban numerosos “refugiados” que habían escapado a la violencia armada de Nueva Granada y que aborrecían las ideas liberales. Entre estos refugiados se encontraban militares, funcionarios e incluso miembros del clero que huyeron a Panamá, confiando en que gracias a la bonanza económica del período comprendido entre 1808 y 1819 podían continuar recibiendo sus salarios. Si bien era una minoría demográfica constituía un serio contrapeso a los sectores liberales, lo que dio lugar a frecuentes roces y querellas y un freno para sus arrestos independentistas.

Sin embargo, el mayor reto para que se jurara y acatara la Constitución sería la presencia militar acantonada en Panamá. El gobernador Alejandro Hore Díaz había sido designado por Fernando VII para que clausurara las Cortes una vez fueron estas disueltas. También Fernando VII le nombró, primero mariscal de campo y luego gobernador de Panamá, por lo que no sorprende que fuera absolutista y opuesto a la Constitución. Igualmente aborrecían la Constitución el comandante del Batallón Cataluña, Isidro De Diego, y varios oficiales. De hecho, una vez llegaron noticias del restablecimiento de la Carta la oficialidad y la tropa se mostraron renuentes a seguir órdenes de Hore, destruían muebles y armas, y armaban trifulcas renegando de su nueva situación.

El propio Hore murió repentinamente en julio de 1820, y según el rumor popular moría del disgusto por el restablecimiento de la Carta. Hore ya había contemplado abandonar el ejército y retirarse en Panamá con su mujer, dos hijas y un hijo pequeño nacido en el Istmo, donde había comprado una hacienda de ganado. Irónicamente, fue el mismo nuevo régimen que él repudiaba quien le nombraría virrey de Nueva Granada, título que llegaría semanas después de su fallecimiento.

Al morir Hore, en vista del ambiente de guerra viva existente en Sudamérica, el cargo quedó en manos de Isidro de Diego. Y si bien luego fue nombrado gobernador Pedro Ruiz de Porras, procedente de Santa Marta, todo parece indicar que sería De Diego quien tendría el control del país, gracias a la fuerza militar del Cataluña.

1819: Impacto de la guerra insurgente en Panamá

Desde un año antes existía mucha tensión en Panamá. En pocos meses se habían sucedido varios acontecimientos que mantenían conmocionado al vecindario. Primero, el bloqueo de Cochrane al puerto del Callao a principios de 1819; en abril siguiente el ataque de MacGregor a Portobelo, su rechazo por las fuerzas locales al mando de Hore y el traslado de los prisioneros a Panamá; en agosto el asedio de la capital por la corbeta al mando de John Illingworth y finalmente, ese mismo mes, el triunfo de Bolívar en Boyacá. El control de los mares por las flotas insurgentes ahuyentó el activo y exitoso comercio que desde 1808 Panamá mantenía con Guadalajara, Perú, Guayaquil y Jamaica y la élite mercantil resintió de inmediato el golpe. El malestar se iba generalizando y empezaban a aparecer muestras crecientes, aunque todavía tímidas, por la independencia.

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La Constitución de Cádiz. Cortesía: Alfredo Castillero Calvo

Caos tras la llegada del virrey Sámano

Aquellos meses eran apenas la anticipación de terribles momentos que sobrevendrían después. A fines de diciembre de 1820 llegaba a Panamá, procedente de Jamaica, el último virrey de Nueva Granada, Juan de Sámano, que huyó de Bogotá tras la batalla de Boyacá, y había sido rechazado en Cartagena, donde había pretendido instalarse, por no querer jurar la Constitución. Su llegada a Panamá causó gran conmoción ya que además de conocerse su rechazo a la Carta gaditana, tenía fama de sanguinario y de haber sido implacable en la persecución de los insurgentes neogranadinos.

El Ayuntamiento capitalino, el vecindario y el propio gobernador Ruiz de Porras, unieron fuerzas para impedir que cruzara el Istmo y llegara a la capital, pero Sámano pudo contar con el apoyo decisivo de Isidro de Diego y el Batallón Cataluña, que lograron imponerlo. Para salvar obstáculos Sámano juró la Constitución, pero se dedicó, junto con De Diego, a perseguir a la población. Muchas familias conspicuas y miembros del Ayuntamiento tuvieron que huir a los montes y el populacho se enfrentó repetidas veces a las tropas con piedras y fusilería. Para mantener el orden De Diego dispuso colocar cañones apuntando a Santa Ana, el popular barrio del extrarradio capitalino. El ambiente era de terror. Y como si esto fuera poco, en vista de la crisis comercial que se inicia desde principios de 1819, y la consecuente disminución de los fondos del Erario, Sámano comenzó a apretar a los vecinos pudientes exigiéndoles incontables préstamos forzosos.

Para empeorar la situación, la legitimidad de Sámano como virrey era cuestionable, pues desde hacía meses la Audiencia que se había refugiado en Cartagena, ya se había disuelto al quedar sitiada por las fuerzas bolivarianas de Manuel Montilla, y sin la Audiencia el virreinato no podía funcionar ni ventilar pleitos, sobre todo para casos de alto perfil. Esta situación ilustra la precariedad de las circunstancias en que se encontraban entonces las instituciones y autoridades del Gobierno español.

Estando así de violentas las cosas, llegaba a Panamá en enero de 1821 Manuel de Abreu y Orta, comisionado regio por Real Orden del 20 de abril de 1820, con el objeto de acordar los términos de la pacificación con los patriotas peruanos y con la Carta gaditana en las manos como prueba de que contenía los mismos principios por los que había luchado la insurgencia. Según su Diario Político, restableció el orden en Panamá, donde permaneció dos meses.

Llega Mourgeon

En agosto moría Sámano y poco después De Diego abandona el país, probablemente reclamado por Madrid, donde se le pedirían cuentas por sus abusos en Panamá. Al parecer consciente de la situación creada por Sámano y De Diego, y de la necesidad de aplacar el ambiente de desasosiego reinante, el gobierno de Madrid nombra con destino a Panamá al sevillano Juan de la Cruz Mourgeon, de talante contemporizador y simpatizante de la Constitución. Viajaba en el navío Asia, en compañía de su coterráneo y viejo compañero de armas, y ambos masones, Juan de O’Donojú O’Ryan, que se dirigiría a México para ocupar el cargo de virrey.

Mourgeon llegaba con cargo de Capitán General y la misión de someter la insurgencia en el reino de Quito. Si triunfaba sería nombrado virrey de Nueva Granada. En Panamá estaría solo de paso. Pero llegaba casi sin tropas, muchas de ellas enfermas y pobremente equipado, de manera que para realizar su campaña debía contar con lo que pudiera obtener en el Istmo.

Pero primero se dedicó a poner las cosas en orden en Panamá. La Miscelánea, amenazada varias veces por Sámano, volvió a circular con normalidad y sus redactores dejaron de ser perseguidos; estableció la logia masónica La Mejor Unión, con el propósito, dice una fuente, de acercar a españoles y americanos; para complacer a los locales, nombró a varios vecinos conspicuos en cargos relevantes del Gobierno, y como nuevo gobernador nombró al teniente coronel panameño José de Fábrega, al que ascendió a coronel y en quien confiaba por ser simpatizante de la Constitución y gozar de estima social. Finalmente, semanas antes de que Mourgeon abandonara Panamá, en octubre de 1821, se celebraron dos importantes torneos electorales contemplados en la Constitución: la elección de diputados provinciales y para el representante de Panamá en las Cortes, dos conquistas altamente anheladas por las élites.

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José de Fábrega. Cortesía: Alfredo Castillero

El Grito de La Villa y la Independencia

Todas estas eran medidas sumamente alentadoras y parecían promesas para garantizar la paz social. Pero como Mourgeon no contaba con recursos para su campaña militar en Ecuador, no tuvo otro remedio que recargar a los vecinos con nuevos empréstitos y gravámenes, creando un profundo malestar ya que escaseaba el dinero debido al estancamiento del comercio. Pero lo peor fue que envió sus tropas al Interior para recabar de los campesinos granos y ganado, empeño que realizaron con la torpeza y violencia propia de la soldadesca. Fueron tan atroces los atropellos que serían la causa directa de que se produjera el primer Grito independentista de Panamá, lo que tuvo lugar en La Villa de Los Santos el 10 de noviembre de 1821, aprovechando que ya Mourgeon había salido con su diminuto ejército hacia el Sur.

Este movimiento espontáneo pronto encontró el apoyo de toda la Alcaldía Mayor de Natá, donde ya existía un ambiente propicio para la separación. Pero cogió por sorpresa el movimiento que aparentemente ya se gestaba en la capital, que según algunas fuentes estaba previsto para el mes siguiente. Sea esto cierto o no, los separatistas capitalinos, donde abundaban miembros de la élite, pero también sectores populares, decidieron dar el salto a la independencia, que proclamaron el 28 de noviembre de 1821.

Se redactó una Acta de Independencia de contenido diáfanamente pragmático, donde se establece la urgencia del pago a los empréstitos, y se toman medidas prácticas coyunturales. Era un Acta totalmente carente de pronunciamientos políticos de contenido ideológico. Se reconoce a Fábrega como gobernador y se ordena la publicación del Acta en La Miscelánea del Istmo de Panamá para ser repartida en los pueblos del Interior. Se permite a las remanentes tropas españolas permanecer en el país o regresar a España, vía Cuba, con todas las garantías, honores y seguridades. Y lo más importante: deslumbrados por la figura de Bolívar, Panamá se declara unida al “Estado Republicano de Colombia”, en buena medida, también, debido a la inseguridad militar de ese tiempo y a la escasa posibilidad de que el Istmo pudiera defenderse por sus propios medios.

Ilusas aspiraciones y desencanto

Fábrega constituye un gobierno provisional compuesto por vecinos liberales e independentistas y su primer pronunciamiento fue declarar la libertad de comercio, un anhelo muy viejo de la clase dirigente, casi en su totalidad compuesta por comerciantes.

Pero hasta aquí llegaron. Pronto hicieron aparición las tropas bolivarianas con destino al Sur, el gobierno quedó en manos del coronel venezolano José María Carreño, nombrado por Bolívar, y al imponerse la recién jurada Constitución de Cúcuta, quedaron de inmediato suprimidas las diputaciones provinciales, y de esa manera privada la élite de una de sus viejas aspiraciones.

De ahí en adelante todo fue cuesta abajo. Se suprimieron las libertades comerciales; se restableció el detestado estanco del tabaco, así como otras exacciones fiscales igualmente repudiadas; nunca se honró el compromiso de pagar la deuda pública tan celosamente contemplada en el Acta separatista y apenas transcurrido un lustro de la Independencia cuando Panamá expresó por primera vez su intención de cortar lazos con Colombia. Luego, y en muy pocos años siguieron otras y otras tentativas separatistas. Era una unión que solo causó desconsuelo y frustraciones.

Y así se cumplió cronológicamente el Trienio Liberal en Panamá, cuya duración en términos temporales no excedió el año y medio. Fueron largos meses convulsos y trascendentales, de viejas aspiraciones satisfechas y profundas decepciones.

(Nota. Para el lector interesado en ampliar esta información, Alfredo Castillero Calvo, ‘1821. La independencia de Panamá de España y su época’).


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