El hepatocarcinoma es el tumor primario del hígado más frecuente. El hígado es el órgano de mayor tamaño dentro del cuerpo. Ayuda al organismo a digerir los alimentos, almacena energía y elimina toxinas.
“Los tumores primarios del hígado, que son los denominados hepatocarcinomas, o tumores de la vía biliar, que también pueden afectar alguna de las estructuras dentro del hígado, son una patología que actualmente se encuentra en aumento”, revela el médico oncólogo clínico argentino Juan Manuel O’Connor, en una entrevista con La Prensa.
De hecho, el cáncer de hígado es la tercera causa de muerte por cáncer, según lo ha manifestado la Organización Mundial de la Salud. “Nuestra región probablemente no sea de las que tiene mayor incidencia a nivel mundial, como lo es el sudeste asiático o algunos otros países donde tienen alguna alteración y de origen infeccioso pasa a ser algo endémico. Pero sí, por supuesto, que se observa después de una probablemente cuarta o quinta causa dentro de la incidencia al menos de los tumores de origen gastrointestinal”.
Por ello, insiste, es una patología prevalente y que está mostrando un aumento de su incidencia en los últimos años, y esta tendencia incluye a personas jóvenes (menores de 50 años).
O’Connor explica que la infección por el virus de la hepatitis B y el virus de la hepatitis C están asociados con el hepatocarcinoma. Otro origen tiene que ver con la cirrosis (condición médica en la que el hígado está cicatrizado y permanentemente dañado).
“Después aparecen otros factores de riesgo que tienen que ver también en este caso con los tumores de la vía biliar; en algunos casos, otro tipo de infecciones endémicas como sucede en países del sudeste asiático. Pero, en gran medida, muchas de las otras causas o factores no son tan bien conocidos o al menos el porqué de este incremento en población más joven”, resalta. El incremento en general se ve asociado en ambos géneros.

Sobre los síntomas, el galeno −quien es jefe del área tumores gastrointestinales en en Instituto Alexander Fleming en Buenos Aires, Argentina− dice que suelen ser “inespecíficos”. En muchos casos se presenta dolor abdominal, pérdida de peso involuntaria, náuseas o vómitos, hinchazón o acumulación de líquido en el abdomen, y coloración amarillenta de la piel. Otros síntomas pueden incluir fiebre, venas agrandadas en el abdomen que se pueden observar a través de la piel, y sangrado o moretones anormales.
El diagnóstico puede ser a través de estudios por imágenes, es decir, ecografías o tomografías, detalla el médico. Y usualmente se realizan análisis de sangre para evaluar el grado de disfunción hepática.
Una vez confirmada la patología, en este caso el hepatocarcinoma, O’Connor explica que es necesario el trabajo multidisciplinario, no solo en el área de oncología, sino de todas las áreas para abordar la problemática del paciente.
“En esa misma línea, hay que tener en cuenta que no se debe retrasar el diagnóstico, sin dejar de mencionar que en muchos casos se requiere una biopsia para que uno pueda poner nombre y apellido al tipo de tumor y ya tener una mejor caracterización de cómo es la enfermedad. Si está solo localizada en el hígado, si hay un compromiso extrahepático o metástasis... entonces eso cambia el abordaje”, añade.

¿Cuáles son las opciones que tiene? Al respecto, precisa que los tratamientos habitualmente van desde la cirugía, en algunos casos la radioterapia o los tratamientos sistémicos (aquellos que tienen efectos en todo el cuerpo en lugar de aplicarse directamente sobre el cáncer). “Estos últimos tienen una distribución más amplia del tratamiento y hoy en día hay terapias nuevas que acompañan o que suman un efecto aditivo a la quimioterapia. Por ejemplo, cuando hablamos de la vía biliar y ya sabemos que el estándar hoy se cambió; antes era solo la quimioterapia, hoy tenemos una opción más para sumar inmunoterapia o en los tumores primarios hepáticos también distintas combinaciones que no son de quimioterapia porque son modelos tumorales distintos con un abordaje diferente”, explica.
Subraya que la mejor opción de tratamiento dependerá de identificar pacientes que tengan enfermedad solo localizada al órgano o bien que ya hayan desarrollado metástasis que requiera algún otro tipo de tratamiento o control extra, además de una cirugía potencialmente con intento curativo.
“Cuanto más temprano el diagnóstico, mayor es la probabilidad de curación, mejor es el estado general del paciente y mejores son los resultados con cualquiera de los tratamientos que uno vaya a instituir”.
O’Connor señala también que los pronósticos que se tenían sobre esta patología eran bastante serios o poco alentadores antes del advenimiento de las nuevas terapias y antes de la conformación de estos equipos de trabajo o grupos multidisciplinarios que hay hoy en día. “Sigue siendo una enfermedad que tiene una alta mortalidad, que todavía requiere trabajo a futuro, y lo que uno espera es que avancemos más en esto de la medicina de precisión y que uno pueda seleccionar el mejor tratamiento o el tratamiento adecuado para un paciente”, concluye.
Las declaraciones del médico se dieron dentro del OncoSummit Centroamérica, un foro dirigido a especialistas en oncología, patología, radiología, cirugía, neumología, ginecología, urología y equipos multidisciplinarios que se relacionan con el tratamiento del paciente con cáncer. El evento se realizó el 10 y 11 de mayo en la Ciudad de Panamá, con la participación de destacados expositores internacionales de países como Chile, Brasil, Argentina, Colombia, México, España, Costa Rica, Panamá, Guatemala, Nicaragua y El Salvador.
El foro buscó brindar a la comunidad médica de oncología, patología y equipos multidisciplinarios de los países de Centroamérica un espacio científico y de educación sobre el abordaje integral de los pacientes oncológicos, así como una actualización sobre las terapias de AstraZeneca disponibles y en investigación para el tratamiento del cáncer de pulmón, mama, próstata y ovario.