La exposición Julio Zachrisson, un artista entre orillas, que se muestra en estos momentos en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), cuenta la historia de un artista que se formó entre México y Europa y que, con sus obras, despierta un sinnúmero de sensaciones que pueden oscilar entre el asombro y la ironía.
Esta misma exhibición fue expuesta entre diciembre de 2020 y diciembre de 2021 en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, España.
La directora del MAC, María Lucía Alemán, expresó que “tener a un maestro panameño que regresa a casa es muy especial”.
Durante su carrera, Zachrisson (1930-2021) presentó siete exposiciones individuales. Y esta retrospectiva, que muestra una cuarta parte de las más de 400 obras del artista recibidas por el museo, incluye obras que versan sobre distintas situaciones, ya sea en el ámbito personal o en el político, así como un reflejo de aquellos mitos e historias que prevalecen tanto en la cultura occidental como en la popular e indígena del istmo.
Las influencias artísticas que adquirió Zachrisson en México, como el muralismo exhibido por el artista Diego Rivera, juegan un papel importante cuando se trata de la elaboración de un arte que no solo refleja situaciones específicas, sino que tenga un espíritu crítico que lleve a la reflexión.
A pesar de estar primero en tierras mexicanas y luego en Italia, Zachrisson finalmente se estableció en la capital española en 1961, donde mantuvo un lazo que lo unió de manera intacta con su patria, a pesar de la distancia transatlántica; siempre pendiente de la actualidad de lo que sucedía al otro lado del charco.
“Zachrisson siempre ha estado en contacto con el contexto panameño, pero trabajando desde España, por lo cual su visión de la panameñidad ha sido desde lejos y estuvo influenciada por muchos otros contextos y culturas, así como muchas otras miradas. Ahí es donde su obra tiene una complejidad muy importante y bien interesante, porque él es alguien que está muy influido por las vanguardias históricas europeas, por los grandes maestros del arte occidental, como Rembrandt y Goya, pero al mismo tiempo marcado por esa experiencia que tuvo en México y con esa voluntad muy grande de hablar siempre de sus raíces y de la cultura y las tradiciones panameñas e indígenas”, destacó el curador de la exposición, Juan Canela.
La profundidad del amor; la fragilidad de aquellos acuerdos que son sellados a regañadientes; la visión conmovedora de eventos históricos del país y del mundo, como la gesta del 9 de enero de 1964; y la guerra de Vietnam, así como retratos del Cristo Negro de Portobelo y el libertador de América, Simón Bolívar, son algunas de las escenas que se pueden ver en esta exposición, que ocupa los dos pisos del edificio del MAC.
Grabados, pinturas y esculturas acompañan al visitante en un lenguaje narrativo y lo lleva a examinar con detenimiento los puntos de vista de Zachrisson mediante sus obras.
El novelista Marcos Giralt Torrente, uno de los sobrinos de Julio Zachrisson y fue curador de la muestra en Madrid, narró a La Prensa que su tío tenía una personalidad muy poderosa y seductora con los demás, que era capaz de envolver a cualquiera con su influjo y su sensibilidad, que también compartía con los niños. “Tenía un gran deseo por el arte y por la vida, además de una gran curiosidad y un tremendo sentido del humor. Le interesaba todo, al punto que podía conversar con un taxista y le terminaba sacando la información más valiosa. Le gustaba vivir, le interesaba el mundo y le interesaban las personas y el arte como filtro de la realidad. El arte era su campo de juego”, describió.
Su mística de trabajo era tan intensa que, según Giralt, bien podía recibía a los invitados de una cena en su casa vistiendo aún con su bata de trabajo, pues, quizá, en ese instante daba los últimos toques a una obra, y lo hacía de forma meticulosa.
De acuerdo con María Lucía Alemán, la donación de las obras –que el MAC recibe en su 60 aniversario– supone “un gesto de generosidad inmenso con su patria”, una labor que comenzó a partir de que años atrás el artista expresara su voluntad de ceder estas obras a la institución.
Cuando recibió la propuesta del artista, la junta directiva del museo discutió el alcance y la capacidad para recibir las obras, así como su conservación y difusión, y se creó un comité conjunto entre algunos miembros de la directiva y el Consejo Técnico, que analizó las obras que se tenían a disposición.
Desde entonces, miembros de la directiva, del Consejo Técnico y personal del museo empezaron un trabajo arduo de logística y selección, que se prolongó entre los años 2019 y 2022.
“Él nunca perdió el contacto con su país y su cultura y yo creo que él quería regresar a su país de alguna manera, a través de su obra, y seguir siendo parte de la escena artística y enriqueciendo también la cultura panameña. También pienso que es una manera para que los panameños nos pongamos en contacto con nuestra propia cultura e identidad, reflejada a través de su obra”, añadió.
