‘La empatía revela la humanidad compartida’

La historia de amor de Gloria Rudolf con Panamá comenzó en 1963, cuando llegó para una estadía de dos años con su pareja, un joven miembro del ejército de los Estados Unidos enviado a trabajar en la Zona del Canal. En su tiempo libre, conocieron el istmo manejando a todos los lugares a los que por entonces se podía llegar en carro. “Fue durante esos paseos que me enamoré de este diminuto y hermoso país -cuenta Gloria-. Pero, sobre todo, lo que cautivó mi corazón durante esas aventuras fueron las personas que conocimos en el camino”.

Al terminar aquella primera estancia, supo que tendría que volver para conocer más sobre el país y su gente. Poco después, decidiría estudiar antropología y que regresaría. En 1972, cuando habían pasado diez años desde la primera vez que llegó a Panamá, Rudolf inició su trabajo de campo como antropóloga en una comunidad de las montañas coclesanas llamada Loma Bonita.

Allí ha desarrollado a lo largo de más de 50 años -y más de 20 estadías- un trabajo de investigación y una relación de amistad con la gente que dura hasta el presente. Como resultado, publicó en 2000 la obra “La gente pobre de Panamá: víctimas, agentes y hacedores de la historia” (Editorial Universitaria) y, ahora, “Esperanza habla”, editado en español por Ciudad del Saber.

¿Qué te llevó a hacer de Esperanza el personaje principal de esta historia?

Inicialmente, concebí a Esperanza como uno de los tres protagonistas principales. Para explicar, permíteme retroceder en el tiempo. En 2016, supe que la Universidad de Toronto estaba solicitando propuestas de libros para “etnografías que fueran cortas y cautivadoras”. Esto encajaba perfectamente con el tipo de libro que había deseado escribir durante muchos años.

Aunque había publicado artículos y un libro sobre la historia de esta comunidad, nada de lo que había escrito capturaba a las personas reales y complejas que había llegado a conocer, apreciar, respetar y disfrutar. Sentía una necesidad urgente de hacer que cobraran vida para que los lectores pudieran empatizar, al igual que yo, con sus luchas diarias contra la desigualdad y la pobreza, y sus sueños de un futuro mejor. La empatía revela la humanidad compartida y puede ayudar a los lectores a comprender las conexiones entre sus propias vidas y las de los demás, abriendo un camino para actuar en beneficio de estos.

Siguiendo ese espíritu, mi propuesta inicial a la Universidad de Toronto detallaba un libro corto que seduciría a los lectores al relatar la historia de la comunidad de una manera conmovedora, a través de las historias de vida de tres familias. Una de ellas sería la de Esperanza; tenía un nivel inigualable de comodidad y conexión con varias generaciones de su familia, especialmente porque había comido dos comidas al día en su casa desde que comencé mi trabajo de campo en 1972.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo después de que comencé a escribir para darme cuenta de la imposibilidad de capturar las vidas de tres familias enteras en un libro corto. Tuve que elegir una, y no hubo ninguna duda de que sería la de Esperanza. Ella era una maestra y narradora nata que me había enseñado no solo sobre lo que había sucedido en su vida, sino también sobre cómo pensaba y sentía acerca de las cosas. Su voz era una que sentía la necesidad de compartir con los lectores.

En el libro dices que “el trabajo de campo (al igual que la vida) es tanto un asunto del corazón como de la mente”, ¿puedes desarrollar esta idea?

Permíteme responder con este cuento. Cuando llegué por primera vez a Loma Bonita en 1972, era una comunidad donde la gente recogía agua de quebradas, producía luz con queroseno y subía descalza montañas empinadas. Yo era una chica urbana de los Estados Unidos que siempre había tenido agua y luz al alcance de la mano, y nunca había subido una montaña. Una pesadilla de incomodidad nos separaba, sin forma de saber cómo nos sentíamos o pensábamos cada uno. Luego, unas semanas después de mi llegada, una persona de la comunidad llamada Esperanza Ruiz me invitó a acompañar a su familia en un viaje de dos días subiendo la montaña. Sí, ansiaba ir, pero admití mi miedo de hacerlo a pie o a caballo. “Lleva el caballo que acabas de comprar y te ayudaremos”, prometió Esperanza.

Y así lo hicieron. A la mañana del segundo día, estaba confiadamente sentada en la silla de mi caballo cuando de repente, sin previo aviso, giró la cabeza y me mordió la pierna izquierda. La sangre brotó, al igual que mi ira. Como una loca, salté y, gritando obscenidades en inglés, recogí una rama para golpearlo. Pero Esperanza me detuvo, me sentó en una roca para examinar mi herida y me declaró “viva”. A través de las lágrimas, miré hacia arriba y vi que todos se estaban riendo. Fue entonces cuando me di cuenta de lo ridícula que debí haber parecido. Empecé a reír también y anuncié: “¡No vuelvo a montar caballos!”

Al atardecer, regresamos a Loma Bonita, donde, para mi sorpresa, todos ya estaban contando de nuevo los cómicos (para ellos) eventos de cómo el caballo me había hecho llorar y me había enfurecido tanto que había intentado atacarlo mientras maldecía en inglés. Resultó que este evento sirvió como un punto de partida inicial en mis relaciones con muchos miembros de la comunidad. Aún era una extraña, pero mis lágrimas, miedos e ira eran sentimientos reconocibles para todos. Pudieron empatizar conmigo, ver y sentir nuestra humanidad compartida. La confianza y el respeto mutuo comienzan aquí; mente y corazón en sincronía. Y no hay forma más poderosa de descubrir similitudes que experimentar juntos los altibajos de la vida. Esta es la magia ofrecida por el método antropológico de la observación participante a largo plazo.

¿Qué puede enseñarnos la historia sobre cómo mejorar los proyectos que se diseñan y llevan a cabo con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las comunidades rurales?

Este libro invita a aquellos que trabajan en este tipo de proyectos a comenzar con una apreciación por la complejidad de las vidas de las personas rurales, quienes son tanto víctimas de las condiciones impuestas por el capitalismo global y las políticas gubernamentales, como agentes activos que luchan diariamente para superar estas barreras.

También ofrece aprendizajes específicos sobre esta complejidad que pueden mejorar las posibilidades de éxito del proyecto. Aquí van tres.

Primero, es probable que estés ingresando a un lugar con una historia larga y compleja, y residentes que no solo se conocen bien entre sí, sino que también tienen lazos de parentesco y vecindad multigeneracionales. Desde el principio, querrás aprender sobre estas relaciones y la historia de las experiencias de las familias trabajando juntas en proyectos similares al tuyo. ¿Fue la experiencia y el resultado cooperativo o conflictivo? Comprender esta historia puede ayudarte a evaluar mejor desde el principio qué familias de la comunidad están participando en tu proyecto, cuáles no lo están y por qué.

Segundo, es probable que sea un lugar donde la gente de afuera considera que todos son igualmente “pobres”, pero donde en realidad habrá diferencias entre individuos y familias, basadas en desigualdades económicas, de género u otras, así como creencias políticas o religiosas. Para maximizar la participación en el proyecto de personas con diferentes circunstancias y puntos de vista, deberás intentar aprender sobre estas divisiones, alianzas y conflictos existentes.

Finalmente, es probable que estés ingresando a un lugar donde las mujeres y los hombres serán agricultores ocupados y trabajadores asalariados, a menudo en movimiento hacia áreas rurales y urbanas en busca de trabajo remunerado, tan necesario. Esto significa que algunos miembros de la comunidad vivirán permanentemente en otro lugar, y otros estarán yendo y volviendo. La vida familiar no es ni rural ni urbana, sino que se vive dentro de un único espacio rural-urbano a través del cual las personas, los recursos, el apoyo, el amor y el conflicto se mueven en ambas direcciones. En cada paso de tu iniciativa, por lo tanto, debes tener en cuenta las migraciones de las personas, ya que estas afectarán la participación, la estabilidad y la longevidad del proyecto, especialmente en lo que respecta al liderazgo y las comunicaciones.

ESPERANZA EN LA FERIA DEL LIBRO

Ciudad del Saber invita al conversatorio sobre el libro “Esperanza Habla. Confrontando un siglo de cambio global en el Panamá rural”, de la antropóloga estadounidense Gloria Rudolf. Además de la autora, participarán: Harry Brown (CIEPS), Aracelly De León (Instituto de la Mujer – UP), Héctor Ayarza y Sobeida Judith Navarro (ambos descendientes de familias de Loma Bonita, Coclé), y Walo Araujo como moderador.

Fecha: Jueves 17 de agosto, 5:00 p.m.

Lugar: Feria del Libro de Panamá, ATLAPA (salón Boquete).

(*) El autor es responsable de la edición de “Esperanza habla” en español.

Walo Araújo