Cumplir el sueño de alcanzar el éxito a veces toma toda una vida. A veces nunca llega. Pixar logró triunfar desde su primer largometraje: Toy Story (1995) y eso nos ha llevado a que esperemos solo lo más sublime de este estudio cinematográfico de animación.
Recordemos el argumento de Toy Story. Estamos en la casa de Andy Davis, de 7 años, quien vive con su hermana Molly y su mamá. Están a una semana de mudarse de residencia. Por ello, su madre adelanta el cumpleaños de su hijo para que pueda celebrarlo con sus amigos.
Cada fiesta de cumpleaños causa estrés entre los juguetes de Andy. La mayoría de ellos teme que un nuevo entretenimiento los reemplace y los lleve directo a una venta de patio, o lo que es peor, a la basura.
Woody el vaquero, el engreído líder del grupo, los tranquiliza a todos: nadie será desplazado. Sin saber que Buzz Lightyear, un space ranger del Comando Estelar que procede del año 4072, pondrá en peligro el lugar que tiene el cowboy en el corazón del pequeño ser humano.
Buzz
Cuando el valiente astronauta entró en escena no sabía que era un juguete. Un conflicto poco infantil, lo sé, pero es Pixar, que en Toy Story nos presenta además a un neurótico dinosaurio y a un Señor Cara de Papa amargado a punta de soledad.
En la primera de las cuatro entregas de Toy Story, sabemos que la estación de Buzz está ubicada en el Cuadrante Gamma del Sector 4. Él está convencido de que iba hacia el Sector 12 cuando su nave registró una avería que lo condujo directo a la cama de Andy.
Ahora tiene su propia película este miembro de la élite de la Unidad de Protección Universal del cuerpo de Guardianes del Espacio.
En la película Lightyear (2022), del director Angus MacLane (Findind Dory), sabemos por qué el malvado Emperador Zurg es una amenaza para el Universo. Es el ejército de este implacable enemigo de la Alianza Galáctica con quien tiene que luchar Buzz con un equipo de entusiastas, y un poco torpes, novatos.
‘Spin off’
Pixar le huye a los spin off (producciones a partir de una obra ya existente, en las que un secundario pasa a ser principal) como las serpientes al amoníaco.
¿Por qué? En términos estadísticos, en el cine y en la televisión hecha en Hollywood, a los únicos que le salen bien esas aventuras paralelas es a la Marvel (Wolverine, Deadpool, Loki, Ojo de halcón) y de forma más reciente a Star Wars a través del streaming (El libro de Boba Fett, The Mandalorian, Obi Wan Kenobi).
Cuando Pixar se embarca en un spin off lo hace a través de cortometrajes y productos pensados para la televisión, porque tiene poco que perder en cuanto a inversión monetaria y prestigio en la mente de los espectadores, los críticos y los académicos.
En 26 largometrajes, lo más cercano a un spin off que Pixar ha ofrecido es una precuela, cuando traslada a un co estelar a un protagónico con la historia de una olvidadiza pez cirujano real de Buscando a Nemo (2003), a la que transformó en estrella única en Buscando a Dory (2016).
¿El resultado? Finding Dory ni siquiera fue nominada al Óscar y en los Annie (otorgados por la Asociación Internacional de Películas Animadas) se fue con las manos vacías.
Lo que sí le gusta a Pixar es hacer continuaciones como las hechas en torno a Toy Story (1995, 1999, 2010, 2019), Cars (2006, 2011, 2017) y Los Increíbles (2004, 2018). No incluyo a Monsters University (2013) porque es más una precuela de Monsters, Inc (2001).
Desafíos
De todos los filmes de Pixar, Cars ha sido la franquicia más prolífica con 28 títulos, producidos entre 2003 y 2022, pensados ya sea para el cine, la televisión o el streaming.
Le sigue Toy Story. Entre 1995 y 2022 se han producido, entre largos y cortos, 19 (sin incluir los videojuegos). De esas, 5 han estado dedicadas de manera exclusiva a Buzz. Por lo que era de esperarse que tarde o temprano llegara un filme dedicado a este personaje lleno de una condición intrépida.
Lightyear tiene bajo sus hombros un gran reto por alcanzar. Las dos últimas partes de la saga del sheriff y el soldado espacial han ganado la estatuilla dorada, Toy Story 3 (2010) y Toy Story 4 (2019). Las dos primeras entregas no ganaron la categoría de mejor película de animación, porque sencillamente ésta no existía cuando se estrenaron Toy Story (1995) y Toy Story 2 (1999). Recordemos que ese aparte apareció en 2001 y el primer largometraje en obtenerlo fue Shrek.
Aunque cabe resaltar que Toy Story (1995) sí recibió un premio especial técnico por parte de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood por ser el primer largometraje animado creado por computadora.
De las cuatro partes, Toy Story 3 tiene otro honor solo compartido con La Bella y la Bestia (2009), son las únicas cintas animadas en ser nominadas en la categoría de mejor película.
Desniveles
Uno de los talones de Aquiles de Lightyear es que ofrece un argumento raquítico comparado con, por lo menos, 10 obras maestras de Pixar, entre ellas Up (2009), de la que es deudora esta producción que Angus MacLane escribió a cuatro manos con Jason Headley (Onward).
Pertenece al apartado de acción y tiene las mismas limitantes que ofrece este género cinematográfico cuando se hace de forma simple: se concentra demasiado en ofrecer intrincadas y espectaculares escenas de batallas, pero a su argumento le falta explorar más la humanidad de sus personajes.
Si en Toy Story era Woody el pretencioso buena gente que está celoso de su nuevo contrincante en el cariño de Andy, en Lightyear es Buzz quien está muy ocupado en cumplir las reglas al pie de la letra, aunque eso ponga en peligro a sus propios compañeros. Además, se cree tan autosuficiente, que está convencido que nadie es tan capaz como él para acabar con Zurg.
En Lightyear se nota que Buzz carece de la hondura de capas que le sobran a Woody, quien es arrojado, leal, comprometido, pero también es tímido, se esfuerza por controlar su ira, procura no transmitir a sus amigos sus preocupaciones y sufre de cierta tristeza que lo embarga.
Respecto a las cuatro partes de Toy Story, otra debilidad de Lightyear es que sus personajes secundarios tampoco están a la altura de las circunstancias, salvo el gato robot Sox (el elemento cómico central) y la comandante Alisha Hawtorne (el costado dramático), si los medimos con juguetes como Rex, Hamm, Jessie, Betty, Slinky, Lotso o Trixie y con los seres humanos Andy, Sid, Bonnie…
Si Lightyear perteneciera, sin ofender, a otros estudios de animación como Laika, Nickelodeon o Aardman, merecería una A menos, pero si se le compara con proyectos anteriores de una Pixar, que casi siempre nos brinda excelencias, dejemos a un lado a la espléndida saga de Toy Story, pensemos en Los Increíbles, Ratatouille, Wall E o Inside Out, se le debe dar una justa B.
A pesar de todo, el Buzz de Lightyear, que se esfuerza una y otra vez por cambiar el destino trágico de sus seres queridos, me recuerda a Santiago, el pescador de 60 años de la novela El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, quien tuvo 84 días sin pescar nada hasta que atrapó a un enorme pez. Su proeza, al igual que la del astronauta de Pixar, queda resumida en una reflexión que hace el personaje creado por el Premio Nobel de Literatura: “un hombre puede ser destruido, pero no derrotado”.

