En Panamá hay personas que esperan la puesta del sol para salir de sus casas. La forma en cómo lucen, actúan y hablan parece ser un agravio a la sociedad, que las juzga, agrede, menosprecia y vulnera sus derechos.
Ellas, las wigudun (en idioma guna), son mujeres que nacieron como hombres. Son indígenas que deben luchar contra la discriminación por su identidad de género y su etnia, en un país que se jacta de ser un crisol de razas.
“A veces salimos a divertirnos y los policías no nos dejan entrar en los locales porque nos vemos como mujeres, pero tenemos nombres masculinos en nuestra cédula y se burlan de nosotras”, comenta Yineth Layevska, presidenta de la Asociación Wigudun Galu, de mujeres trans indígenas gunas de Panamá (@awg_asociacionwigundugalu).
Agregando, que este tipo de discriminación también la viven muchas veces tratando de entrar a entidades bancarias o en locales comerciales.
Y es que en el istmo no existe una ley que permita a las personas trans cambiar legalmente su identidad de género a uno de su elección, sin, por ejemplo, la necesidad de intervenciones quirúrgicas de reasignación de sexo. Lo que trae consigo este tipo de incidentes.
Sumado a esto, son discriminadas por ser indígenas. Enmarcadas en ocasiones por el mal manejo del español o la falta de estudios, mientras que en otras por el simple prejuicio.
“Las personas piensan que porque somos de alguna comarca no conocemos el idioma o no hemos estudiado. Y deben entender que los pueblos indígenas han cambiado”, comenta Layevska.
Discriminación
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos del 2023 de la Organización de las Naciones Unidas señaló que en Panamá son “preocupantes” los prejuicios, la estigmatización, el discurso de odio y la violencia hacia las comunidades indígenas, demostrando que en el país todavía la raza y la orientación sexual son motivos de rechazo.
Pero, ¿cómo impacta esta intolerancia en la vida de una persona? Las consecuencias son varias.
Desde lo psicológico por el miedo continuo a la discriminación, hasta falta de oportunidades en educación y empleos. “Ser una mujer trans es una limitante para muchas, algunas han querido culminar sus estudios, pero no les permiten ingresar a los centros educativos como mujeres trans. Otras se han tenido que vestir de hombres para poder estudiar. Las oportunidades laborales también son escasas, porque muchas empresas no aceptan a mujeres trans”, explica Layevska, reflexionando que justo esas barreras obligan a muchas mujeres trans a dedicarse a la prostitución, porque “si uno no trabaja, no come”.
CINE
El documental panameño ‘Wigudun: alma de 2 espíritus’ (@wigudun.documental.panama), de Fernando Muñoz y Rafael Salazar, que tiene por objetivo la divulgación y la visibilidad del grupo Wigudu, participará el próximo mes de julio en el Festival Internacional de cine LGBTQ+ de Lima, Perú. Para Muñoz, la importancia de contar y conocer la historia de las mujeres trans indígenas en Panamá radica en que “el conocimiento, como el de la cultura local, te hace mejor ciudadano y mejor persona. Creo que es importante entender que Panamá tiene una relación con la diversidad ancestral de género desde antes de su propia creación. Los Gunas están desde la época de la colonia y de antes también”.
“No sé cuántas veces he buscado empleo y nadie me ha contratado. Siento que es porque me veo como mujer”, recuerda Sarah, una persona indígena no binaria, cuya identidad de género mayormente es femenina. Y que desde muy temprana edad, recuerda sentirse diferente, “atrapada en un cuerpo que no era mío”.
Para ellas, este rechazo también se vive dentro de muchas comunidades indígenas. Layevska dice que en comarcas como Guna Yala se acepta al varón homosexual, pero no a un hombre vestido de mujer. “Si nace un hijo gay, dicen que Dios lo mandó y lo aceptan así. Porque la homosexualidad es algo que siempre ha existido y sigue existiendo. Pero, no aceptan mujeres trans vestidas de mujer, con cabello largo, hormonas, y demás”.
Pero lejos de amedrentarse, muchas de estas mujeres han encontrado fuerzas para luchar por tener un espacio justo y digno en la sociedad. Desde la organización Wigudun Galu brindan apoyo a otras indígenas trans, que va desde empoderamiento hasta que conozcan sus derechos, temas de salud o protección contra la violencia.
De igual forma, se acercan a las comarcas, a hablar con sus autoridades para que acepten a las mujeres trans. Un proceso, que aunque lento, poco a poco comienza a dar frutos dulces.
“Yo soy una persona que donde quiera que vaya voy educando a las personas. A veces los taxistas, por ejemplo, a pesar de que me ven femenina, me tratan de varón. Yo les explico que me hace sentir mal, pero entiendo que nunca han tratado con mujeres trans, y muchos aceptan esa educación”, dice Layevska.
Apoyo
Así, muchas chicas han encontrado un apoyo en este tipo de asociaciones. “En estos grupos encontré personas que fueron muy importante para mí, porque compartimos nuestras experiencias y nos apoyamos. Eso fue de gran ayuda, porque ellos se sentían como yo: discriminados y confundidos”, se sincera Sarah, quien admite que a diferencia de muchos otros, su familia nunca cuestionó su identidad. “Mi madre me decía: tú eres mi hijo, quiero que estés bien y te acepto como eres”.
Quizás, crecer con este privilegio de ser querido por su familia, es que ha entendido que “la única cosa que nos hace diferentes son las culturas y las tradiciones. Pero, todos deberíamos ser iguales ante las leyes. Todos los indígenas, sin importar su orientación sexual o identidad de género, tienen derecho a la vida, a movilizarse por donde quieran, y es algo que no se nos debe negar”.
