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Lo que no cuentan sobre La Gran Muralla china

Lo que no cuentan sobre La Gran Muralla china
La Gran Muralla China era un sistema defensivo, por lo que está formado por muros, torres de vigilancia, puertas, cuarteles, almenas, etc. Roy Espinosa

La Gran Muralla China se vive, se admira y se sobrevive. Este último verbo, que suena más a recurso dramático para adornar la escritura que a una realidad, es la parte del recorrido que los turistas ignoran antes de llegar.

Para iniciar esta crónica y bitácora de un sobreviviente, hay que empezar aclarando ciertos puntos. El primero, que con sus 21,200 kilómetros de extensión la muralla, tiene varios puntos de visitas para turistas, siendo los más populares aquellos que se encuentran cerca de Pekín. El segundo, debido al paso del tiempo y todas las calamidades que esto conlleva, parte de la muralla se encuentra destruida o inaccesible. Y el tercero, que existe la opción de subir a la cima por un teleférico, en el caso de que tenga usted alguna discapacidad, poco tiempo, pereza o se reconsidere la aventura de subirla caminando luego de leer esto.

Ahora bien, en esta historia en particular, el recorrido se hizo por Juyongguan o Paso Juyong, que junto a Badaling, Mutianyu son los tres puntos más populares y fáciles de llegar (en autobús desde la capital china).

El primer encuentro con la muralla es justo como cualquiera se lo puede imaginar. Abusando un poco de la retórica, aquella construcción del siglo V a.C. se asemeja a un dragón de rocas dormido sobre las montañas. Con su cuerpo serpenteando en las laderas, ocultándose entre los árboles, cruzando ríos y rozando el cielo. Una sensación de poderío, que seguro, fue la misma que sintieron aquellos invasores que motivaron la construcción de la misma.

El recorrido comienza con visitas a distintas edificaciones en la parte plana de la muralla. Una oportunidad para conocer un poco de la historia e importancia de la edificación, que sirve además como aperitivo para sumergirse en ese viaje en el tiempo que se experimenta durante el recorrido.

Luego puede escoger si visitar la parte este u oeste de la muralla, o ambos lados si cuenta con el tiempo y las condiciones físicas para hacerlo. Aunque un dato de importancia a saber es que puede detenerse en cualquier momento del recorrido, ya sea para descansar o regresar al punto inicial. Tampoco tiene necesidad de seguir un ritmo predeterminado, el tiempo que le tome hacer el recorrido dependerá de usted o de los horarios de su guía, en el caso de que vaya en grupo.

Una vez establecida la ruta, comienza el ascenso.

El reto de la subida

Para ser directos en el meollo del asunto, todo se resume a dos cosas: los escalones son irregulares y muchos tramos son empinados. Así, una parte considerable del camino se acerca más a escalar que solo subir escaleras.

El primer tramo se convierte en una especie de filtro, donde muchos abandonan la misión. Ya sea por falta de condición física, por no llevar la ropa adecuada (un buen calzado es indispensable), o porque hacen un rápido análisis de su situación actual (con apenas un mínimo del tramo recorrido), con su posible situación a futuro si deciden continuar.

Los primeros escalones se convierten en el fondo de innumerables fotos para los que quieren guardar un recuerdo, pero deciden que hasta allí está bien llegar.

Para los que se encuentran en el medio, aquellos que tienen las ganas de continuar, pero su vida sedentaria les pasa factura tras cada escalón, la subida es una mezcla de emociones.

Se sonríe y trata de mantener el ánimo arriba, para ocultar el cansancio frente aquellos que escalan con facilidad. De vez en cuando se hace un alto para tomar fotos de la vista, aunque es más para recuperar el aire y poder continuar. Si va en verano, el sol no le mostrará lástima. El sudor fluye, el pecho se agita, la sonrisa se desgasta y cuando cree que llegó a la cima, como en cualquier caricatura infantil, se da cuenta de que apenas y comienza el camino.

Hay confusión, no sabe si regresar y unirse a los que se quedaron a los pies de la muralla, o continuar con los que seguramente realizan CrossFit. El orgullo puede más y continua. Se ayuda de los barandales que hay en gran parte del trayecto y finge amarrarse los cordones, una vez más para descansar.

Por ocasiones la muralla parece compadecerse y le brinda caminos rectos, su ánimo sube, la sonrisa regresa a ser sincera y cree que lo peor lo dejó atrás. Pero hay un precio que pagar por la vista, y lo conocerá a la bajada.

La belleza de la cima

Para ser sinceros usted podría leer cientos de páginas, ver sin fin de fotografías o videos sobre el paisaje en La Gran Muralla China, pero poco se le puede acercar al sentimiento que la pueda describir.

Arriesgando a quedar corto, y utilizando tres términos para ahorrar en palabrerías, se podría definir como: majestuoso, sobrecogedor y reflexivo. Su grandeza deja al visitante minúsculo. De pronto, los miles de años de historia, luchas, muertes y glorias se presentan ante usted de forma abrumadora. Gran parte de la belleza del paisaje radica en el interior de cada visitante y en las emociones que en ellos despierte. Pero como fuese, es una imagen que guarda consigo toda la vida.

El dilema de la bajada

Ahora bien, cuando termina de maravillarse con la vista y es tiempo de regresar, si sufre de vértigo seguro se cuestionará si es necesario bajar o mejor decide quedarse viviendo allí arriba. Este pensamiento, por más absurdo que suene, suele rondar por la cabeza de personas que luego escriben reportajes sobre su experiencia, mientras ven la altura y lo inclinado de las escaleras.

Cada uno baja a su ritmo. Unos solos, otros de dos en dos o hasta en grupos de tres. Agarrados de las manos, de los barandales o de las rocas. Hay quienes dan un paso a la vez, con las piernas temblorosas y el cuerpo encorvado por temor a caer de frente.

Los nervios los hacen reírse, por momentos se quedan paralizados y cierran los ojos, pero la sensación puede empeorar y dan pequeños gritos entre las carcajadas de los demás.

Otros, deciden bajar cinco escalones y sentarse, preguntándose si la vergüenza de pedir auxilio es mayor que el miedo a rodar escaleras abajo. Tratan de mantener el rostro sereno, fingiendo que disfrutan de la vista y toman apuntes para escribir el reportaje a publicar, cuando en realidad el miedo a las alturas no les permite continuar.

Los escalones de distintas alturas y grosores hacen que cada paso se deba dar con cuidado. El viento sopla, el cuerpo se mece y el corazón se acelera. Se pregunta cuánto costará repatriar un cuerpo hasta Panamá y si en su epitafio harán mención a la muralla. Sigue bajando, pero siento que no avanza, hasta que finalmente logra descender.

Hay euforia. Sigue tratando de mantener su rostro tranquilo y caminar con normalidad, aunque el cuerpo todavía le tiembla. Mira hacia la cima y le parece increíble haberlo conseguido. No solo visitó una de las 7 maravillas del mundo moderno, sino que también sobrevivió.


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