“¡Atado! y ¿para qué? si es una víctima/ que paso a paso a su calvario va /lo lleva hasta el banquillo la república/ y con ella en el alma a morir va/. Atado! y ¿para qué? frente al suplicio/ los soldados esperan la señal/, el plomo romperá su pecho heroico/ que ostentaba lo enseña liberal/. Marcha a su lado el sacerdote trémulo/ hablándole del cielo y de perdón/ lleva un Cristo en las manos, y está pálido/ murmurando en silencio una oración/. El sigue su camino siempre impávido/ sin el hondo sufrir del criminal/ libre nació bajo sus grandes árboles/ y en ruda lucha defendió su ideal/. De hombres nacidos en las selvas vírgenes/ en grupos de invencibles lo siguió/ que allá en nuestras montañas, el indígena/ puede morir pero rendirse no/. Se hizo su jefe el montañés intrépido/, el campo de batalla fue su altar/ y el órgano divino, el ruido horrísono/ del cañón enemigo al estallar/. Y ni el invierno con sus noches lúgubres/ detuvo nunca su carrera audaz/. Como el león de los bosques en América/ ni dio cuartel ni lo pidió jamás/. Soñó con la victoria, fue su ídolo/ y en su mano nervuda se rompió/ tras el ideal la noche con lo trágico/ que el astro rey en el ocaso hundió/... Y después... Y en las sombras del crepúsculo/ en un lago de sangre el corazón/; y el pueblo que se aleja del patíbulo/ murmurando una horrible maldición/. Su centro era el peligro, nunca el pánico/ hizo su corazón estremecer/ se alumbraba con luces de relámpago/ cuando iba el enemigo a sorprender”.
A Victoriano Lorenzo (de Amelia Denis de Icaza)
Victoriano Lorenzo Troya nació en El Cacao, que entonces formaba parte del distrito de Penonomé en 1867. El día exacto no se conoce. Se sabe que su padre fue Rosa Lorenzo y su madre María Pascuala Troya. El señor Rosa Lorenzo fue gobernador de los indios del norte de Coclé, una jurisdicción que iba desde el Cerro Trinidad en la actual Capira hasta el Cerro Negro, límite de la provincia de Coclé con la de Veraguas.
A los nueve años de edad, sus padres entregaron a Victoriano Lorenzo al sacerdote jesuita Antonio de Jiménez, quien le enseñó a leer, a escribir y a contar. Victoriano estuvo con el padre Jiménez desde El Cacao hasta cuando fue trasladado a la ciudad de Panamá. El sacerdote de Jiménez partió hacia Lima, Perú, pero Victoriano se quedó en Panamá. Desempeñó distintos oficios destacándose como barbero, e interactuó con líderes del liberalismo panameño como Belisario Porras, Carlos A. Mendoza y Buenaventura Correoso.
Regresó a El Cacao en 1889, donde se convirtió en corregidor y contrae nupcias en la capilla de Chame con María Lorenza Morán. Siendo corregidor tuvo una controversia con el regidor Pedro Hoyos, quien le cobraba diezmos y pagos arbitrarios a la comunidad indígena de Cerro Trinidad. Lorenzo se involucró en el reclamo, Hoyos lo atacó pero Lorenzo se defendió y en la lucha lo mató. Victoriano Lorenzo se entregó voluntariamente a las autoridades, a pesar de una robusta defensa de su abogado Carlos A. Mendoza fue condenado a 9 años de cárcel en la prisión de Las Bóvedas de la ciudad de Panamá. La prisión sirvió para que Victoriano Lorenzo se instruyera con más lecturas y reflexiones de toda naturaleza. Al cumplir la pena, regresó a El Cacao para continuar su vida familiar.
La Guerra de los Mil Días
El 14 de mayo de 1900, Belisario Porras desembarcó en Búcaro, actual provincia de Los Santos, para continuar con la campaña del ejército liberal. Porras, junto al general Emiliano Herrera, encabezaban este esfuerzo como jefes militares de esta guerra. Porras le escribió a Victoriano Lorenzo y lo invita a unirse al esfuerzo con la finalidad de que lo apoye con el desembarco de armas y municiones en el puerto de Chame, para atacar a la ciudad de Panamá. Victoriano Lorenzo se suma con unos 60 hombres quienes acompañan al ejército de Porras.
En La Chorrera se preparó el ataque a la ciudad de Panamá y se decidió que las tropas de Belisario Porras entrarían a la ciudad por Bella Vista y El Cangrejo, mientras que las comandadas por Emiliano Herrera atacarían desde el Cerro Ancón. Herrera incumplió con las órdenes, y en una serie de movimientos repentinos le dejó mucho espacio al ejército conservador que, con la ayuda del ingeniero militar francés Philippe Jean Bunau-Varilla , lograron establecer una defensa con una ametralladora en la entrada a la ciudad de Panamá, por lo que entonces era el Puente de Calidonia. Desde el 21 al 26 de julio de 1900, las tropas liberales intentaron asaltar la ciudad, pero fueron brutalmente repelidos. Al final de la batalla más de 700 liberales y unos 98 conservadores murieron.
Las tropas y armas que llevaba Victoriano Lorenzo se habían desplazado de acuerdo con los planes originales y por lo tanto no fueron parte de esa batalla. Al percatarse de la derrota, Victoriano Lorenzo y sus hombres se devuelven hacia El Cacao con las armas. Así empieza la segunda parte de la Guerra de los Mil Días como una guerra de guerrillas.
En octubre de 1900 el general Pedro Sotomayor del bando conservador atacó El Cacao para capturar a Victoriano Lorenzo y recuperar las armas. El caserío fue incendiado, muchas mujeres fueron violadas, y sin embargo la población opuso resistencia. Victoriano Lorenzo se desplazó hacia las afueras de Penonomé, sitio desde el cual desarrolló una intensa campaña de ataques, saqueos, y seguimiento a las fuerzas conservadoras. En septiembre de 1901 el mando liberal le otorga a Victoriano Lorenzo el grado de General, y lo distinguen encargándolo de importantes batallas como el ataque a Aguadulce, que realizó junto al general Benjamín Herrera.
En noviembre de 1902, cuando los guerrilleros liberales se preparaban para asaltar a la ciudad de Panamá, se conoció la noticia que representantes del partido Conservador y del partido Liberal habían firmado la paz en la cubierta del acorazado estadounidense Wisconsin. Por segunda vez Victoriano Lorenzo y sus hombres se regresaron a El Cacao.
El fusilamiento
Dentro de las obligaciones del acuerdo de paz estaba el desarme de las tropas liberales. El general conservador Julio Plaza comandó una fuerza militar que fue a la Ermita de San Carlos para obtener el desarme de los hombres de Victoriano Lorenzo. Una parte de las fuerzas de Victoriano Lorenzo se opuso a la entrega de sus armas, muy probablemente conscientes de que volverían a ser víctimas de los abusos de las fuerzas conservadoras. La acción del desarme forzoso parece que fue un pretexto para detener a Victoriano Lorenzo, quien fue entregado por el general Benjamín Herrera a los conservadores. Lorenzo fue detenido y recluido en el navío “Bogotá”, pero se escapó. El 25 de diciembre de 1902 fue recapturado y enviado a la ciudad de Panamá.
El miércoles 13 de mayo de 1903 hubo un gran desfile militar por la avenida Central de la ciudad de Panamá. Las fuerzas conservadoras querían mostrar su poderío. Al día siguiente el general Pedro Sicard Briceño, máximo jefe militar en Panamá, ordenó la realización de un consejo de guerra para juzgar a Victoriano Lorenzo por seis asesinatos y un robo. A la 2:00 p.m. del 14 de mayo se efectuó el consejo de guerra dirigido por el procurador general Segundo Ruiz y tres oficiales militares. El resultado fue la condena a muerte por fusilamiento de Victoriano Lorenzo, por cinco de los delitos y fue absuelto por los otros delitos. En este juicioLorenzo no pudo presentar descargos y su defensa estuvo en manos de un letrado novicio, incapaz de ejercer una defensa completa. Tampoco se permitió que tuviera contacto con alguna otra persona.
Cuando se supo que había sido sentenciado a muerte, hubo una gran consternación. Eusebio A. Morales le envió un cablegrama al ministro de Guerra en Bogotá para pedirle que suspendiera el fusilamiento, a su vez el gobernador del Departamento de Panamá, Facundo Mutis Durán, le pidió al general Pedro Sicard Briceño, que cambiara la condena de muerte por una pena de prisión, ya que esa facultad estaba contenida en el código militar. Los dos esfuerzos fueron en vano.
El viernes 15 de mayo aparecieron afiches que anunciaban el fusilamiento ese día. Según testimonios de la época, cuando le preguntaron a Lorenzo cuál era su último deseo, respondió que quería pasear en una carroza de lujo, lo que le fue otorgado. Luego del breve recorrido fue encerrado nuevamente. Ese día las escuelas de la ciudad de Panamá suspendieron sus clases para que estudiantes y maestros fueran a ver el fusilamiento. Se estimó que unas 3 mil personas acudieron a los alrededores de Las Bóvedas para presenciar el evento.
Poco antes de las 5:00 p.m., en la Plaza Chiriquí, hoy Plaza de Francia, Victoriano Lorenzo fue escoltado por su pelotón de fusilamiento. Lo llevaron a una silla para que una vez sentado le amarraran las manos atrás y le vendaran sus ojos con un pañuelo negro. Llevaba su sombrero y un crucifijo en las manos. El padre Bernardino Concepción, de la Iglesia San José lo confesó, lo santiguó con agua bendita y le quitó el crucifijo. Según testimonios de la época, sus últimas palabras fueron: “Conservadores y liberales: ¡yo los perdono!”. Cuando el presbítero se retiró se dio la señal a la escuadra de fusilamiento, la que se colocó a cinco pasos y disparó tres descargas sucesivas sobre el cuerpo de Victoriano Lorenzo. El sombrero se cayó luego de la primera descarga y su cabeza se inclinó hacia la izquierda. Cuando terminaron los disparos, Victoriano intentó ponerse de pie pero se desplomó inerte definitivamente.
De acuerdo con algunos testigos, entre la muchedumbre hubo mujeres que se desmayaron, niños llorando y se manifestaron profundos sentimientos de dolor y enojo. Los militares colombianos no dejaron que los familiares y amigos recogieran sus restos, y en su lugar, horas más tarde con un toque de corneta avisaron el lúgubre desfile encabezado por tropas con bayonetas descubiertas que antecedían a una carreta usada para llevar pasto para los animales y que en ese momento contenía el cuerpo de Victoriano Lorenzo. Lo pasearon por la calle primera y por parte de la avenida Central, alguna gente seguía bajo su riesgo el cortejo fúnebre. Fue enterrado en una fosa común de lo que ahora es el Cementerio Amador. Durante un mes hubo vigilancia militar para impedir visitas o manifestaciones ante la tumba. Al doctor Carlos A. Mendoza le impidieron hablar en el novenario improvisado que se efectuó en una casa en Santa Ana.
Las consecuencias
El 24 de julio de 1903, la publicación 85 del semanario liberal El Lápiz estuvo dedicada al fusilamiento de Victoriano Lorenzo. Los militares colombianos quedaron enfurecidos con esta acción y allanaron la imprenta en la que se imprimió el semanario, destruyeron todo lo que pudieron. El periodista José Sacrovir Mendoza, editor de la publicación fue salvajemente golpeado. La intención era clara, la de acallar cualquier mención o recuerdo de Victoriano Lorenzo.
El 3 de noviembre de 1903, Panamá se independizó de Colombia contando con el apoyo de los Estados Unidos. En 1907, la insigne poetisa panameña Amelia Denis de Icaza le dedicó el poema A Victoriano Lorenzo (transcrito al inicio de este artículo). En 1952, el escritor Ramón H. Jurado publicó su novela Desertores en la que se da a conocer parte de la vida y hazañas de Victoriano Lorenzo a una nueva generación de panameños.
El 30 de enero de 1966 la Asamblea Nacional declaró a Victoriano Lorenzo como “Héroe Nacional de Panamá”. Escritores como Carlos Francisco Changmarín, José Carr, Rafael Ruiloba e historiadores como Carlos Manuel Gasteazoro, Humberto Ricord, Celestino Andrés Araúz y Herbert George Nelson Austin, han documentado la vida de Victoriano Lorenzo. Su fusilamiento terminó de convencer a muchos panameños que era tiempo de tener su propio país.

