Entre fines del siglo XVII y principios del XVIII surgió un movimiento intelectual inspirado en las emergentes ideas de la Ilustración que atraerá a monarcas, nobles y gente culta, cuya influencia generaría profundos cambios en la política y las estructuras del poder en Europa y América.
Sus raíces mitológicas se remontan al “Hijo de la viuda”, el gran arquitecto del templo de Salomón, y los gremios de albañiles y canteros medievales. Avanzado el siglo XVII ya existían algunas logias “modernas”, orientadas más bien a la reflexión filosófica, que se refunden en 1717 en la Gran Logia de Londres. Se elaboran los Estatutos de Anderson, donde la masonería se define como institución de carácter filantrópico, tolerante y humanista, y cuyo objetivo es la búsqueda de la verdad, el estudio filosófico de la conducta humana, de las ciencias y de las artes y el fomento del desarrollo social y humano para el progreso de la Sociedad en general.
Admitían creer en Dios (cualquiera que fuese), se juramentaban en libros sagrados como la Biblia si eran cristianos, el Antiguo Testamento si eran judíos o el Corán si eran musulmanes, y su patrono era San Juan. Define también su carácter secreto y los ritos esotéricos de iniciación.
El modelo se repite en Francia y de ahí pasa a las colonias norteamericanas. Benjamín Franklin ya menciona la existencia de una logia en 1731, llega a ser Gran Maestre y publica los Estatutos de Anderson. Muy pronto atrae a adeptos como Jefferson y Washington, quien es admitido en la logia Fredericksburg en 1753. De los 56 que firmaron el acta de independencia nueve eran masones. En España se crea en 1728 la primera logia, “La Matritense”, por el duque de Warthon, inspirado, o bajo la “obediencia” de la inglesa, pero fue de vida efímera. En París se funda la primera Logia en 1731, con patente de la Gran Logia de Londres. Luego surgen nuevas logias en el resto del país y en 1738 se instituye la Gran Logia de Francia.
Muy pronto por toda Europa las logias se multiplican, creando inquietud en las distintas monarquías, que empezaron a prohibirlas al considerar que constituían un elemento intrusivo del orden social y amenazaban el poder político. A Roma le incomodaba su exaltación del uso de la razón y el libre pensamiento, de modo que los papas Clemente XII en 1738 y Benedicto XIV en 1751 la excomulgaron por sospechosa de herejía. Ese mismo año el rey español Fernando VI también las prohíbe.
La masonería en España
No obstante, en la España Ilustrada de su hermano Carlos III, el conde de Aranda, hombre admirado por Voltaire, secretario del rey y presidente del Consejo de Castilla, gran reformador que intentaba devolver el prestigio y poder de España modernizando su ejército,
administración y economía, establece en 1767 la Gran Logia de España y es su primer Gran Maestro. Siendo consejero del rey, consiguió que en seis años se levantaron 210 Logias en España. Al propio Carlos III se le reconoce haber hecho “mucha obra masónica”. Desde 1780 la Gran Logia de España abandona la obediencia a la inglesa y pasa a la francesa.
Para entonces numerosos y conspicuos nobles e intelectuales son masones, incluso casi todos los ministros de la monarquía de las décadas siguientes, como el duque de Alba, Manuel de Roda, Floridablanca, Azara, Macanaz, Urquijo, Campomanes, Cabarrus, Campo Alanje, el peruano Pablo de Olavide, entusiasta liberal que pidió se jurara la Constitución de Cádiz en el sitio de Cruces, o el dramaturgo Fernández de Moratín. El padre Eleta, confesor de Carlos IV era masón. Y algo sorprendente: el sacerdote Juan Antonio Llorente, siendo secretario del Santo Oficio, también era masón.
Ser masón virtualmente se convirtió en una moda y probablemente fue entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX cuando la masonería gozó de mayor popularidad, influencia y esplendor. Tan extendida estaba incluso en el clero, que en el siglo XVIII había 5,000 sacerdotes católicos masones. Varios obispos fueron fundadores de Logias. En Portugal había una protestante y otra católica. En Inglaterra muchos católicos se refugiaban en las Logias para escaper a la persecución. En España varios conventos estaban en manos de curas masones y hubo Logias en varios monasterios.
La masonería fue abrazada sobre todo por las clases superiores y educadas, el clero medio y militares de carrera, como los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde, celebrados héroes del levantamiento contra Napoleón el 2.V.1808. Sin embargo, la masonería fue virtualmente desconocida por las clases populares, generalmente analfabetas, que bajo la influencia de un sector del clero no dejaban de rechazarla o mirarla con recelo.
El ideario de la filosofía masónica se resumía a tres principios fundamentales: libertad, igualdad y fraternidad, que son adoptados por la Revolución Francesa como sus grandes pendones. Irónicamente, la masonería fue perseguida por los revolucionarios, dado que gran parte de los masones pertenecían a la nobleza y representaban el antiguo régimen. Luego, Napoleón la suprimió, pero al reconocer su potencial como arma política e ideológica a su servicio la restablece, eso sí para repartirla entre sus hermanos y familiares. A José, rey de Nápoles y futuro rey de España entre 1808 y 1812, lo nombró Gran Maestro de todas las Logias de Francia y durante su gobierno estableció en Madrid la Logia Gran Oriente Español, y Logias filiales sobre todo al norte de la Península. Significativamente, la Plaza de Oriente, frente al Palacio Real, fue fundada por José.
Para entonces ya estaba tan extendida la masonería en España y sus provincias ultramarinas que muchos de los parlamentarios, tanto entre los peninsulares como los americanos reunidos en Cádiz entre 1810 y 1812 para redactor la Constitución Política de la Monarquía Española eran masones. Entre los americanos, Mejía Lequerica, el conde de Puñoenrostro, Baquíjano, o Ramos Arizpe, y una larga lista entre los españoles. Como era de esperarse los ideales masónicos se reflejaron en los contenidos republicanos, democráticos y liberales de la Carta. Para entonces la propia ciudad de Cádiz estaba invadida por Logias y tenía dos periódicos masones.
Masonería e Independencia
En aquel ambiente era inevitable que los criollos americanos se apoyaran en la masonería para su movimiento independentista. El primero en dar el gran paso es Miranda, que organiza en Londres la “Gran reunión americana”, donde convoca a Bolívar, San Martín, Bello, Monteagudo y O’Higgins. Allí se establece la creación de una Logia en Cádiz, la de Caballeros racionales, cuyo propósito fundamental es la independencia. Sería la primera Logia con carácter “operativo” y funciones militares. Luego se crea la Logia Lautaro, inspirada en el rebelde cacique araucano, que se establece en Buenos Aires en 1810, y se replica mediante filiales en Chile, Uruguay, Bolivia y Perú. Para algunos historiadores esta asociación masónica fue decisiva en la independencia Sudamericana.
De hecho, ya en México se había establecido la primera Logia masónica en 1806 y eran masones conspicuos líderes independentistas como los sacerdotes Hidalgo y Morelos, Ignacio Allende, fray Servando Teresa de Mier y el emperador Agustín de Iturbide. En Lima el año 1817 ya se había fundado en secreto la Logia Paz y Perfecta Unión, y durante la guerra hubo intercambios amistosos entre oficiales masones de ambos ejércitos. En Cartagena, una vez liberada en 1821 por Mariano Montilla, que era masón, se creó la Logia Beneficencia, que tenía Carta Patente de la Gran Logia Provincial de Jamaica, en Kingston, de la obediencia de la Gran Logia Unida de Inglaterra. En las Antillas francesas ya se habían fundado numerosas Logias a lo largo del siglo XVIII. La masonería estaba por todas partes.
La Logia Mejor Unión en Panamá
Como he explicado en mi libro 1821 La Independencia de Panamá de España y su época (2021), la Constitución gaditana caló profundamente en la población panameña, ilusionada por sus postulados liberales, republicanos y democráticos, de modo que produjo un gran malestar cuando Fernando VII la derogó en 1814 y, de paso, también prohibió la masonería. Pero en 1820 se produjo el levantamiento militar de los tenientes coroneles Riego y Quiroga, ambos masones, y el rey se vio obligado a restituirla. (Riego fue luego nombrado Gran Maestro de la Logia Gran Oriente). Sin embargo, el virrey Sámano, recién llegado a Panamá, repudiaba la Constitución, y con el apoyo del comandante del batallón Cataluña, Isidro de Diego, que también se oponía a la Carta, se resistieron a ponerla en práctica. Amenazaron la libertad de prensa, persiguieron y maltrataron a la élite y al pueblo, que se oponían a sus medidas opresivas, y ordenaron a la tropa apuntar con cañones hacia el barrio de Santa Ana. Pero Sámano muere, De Diego viaja a España, y la Corona envía a Panamá a un nuevo Capitán General, Juan de la Cruz Mourgeon, hombre de carácter conciliatorio, era simpatizante de la Constitución y también masón.
Como la Constitución era prefigurada en Madrid como un instrumento de conciliación con los americanos, ya que contenía postulados por los que habían luchado durante las guerras de independencia, y satisfacía muchos de sus reclamos históricos, en ese mismo espíritu conciliador, a Mourgeon le pareció conveniente crear una Logia masónica. En términos de Mariano Arosemena: “Para estrechar a los istmeños con los españoles fundó una lójia masónica, ejerciendo en ella las altas dignidades, unos i otros, conjuntamente”. Se le dio el nombre de La Mejor Unión (otros, por error, escriben La Mayor Unión). Fue él quien protegió y ocultó en su casa a su hermano masón el entonces capitán José de San Martín, con ocasión de la turba que en 1808 asesinó en Cádiz al teniente general Francisco de Solano, marqués de la Solana, a quien se consideraba colaboracionista con el francés, y de quien San Martín era edecán y ayudante de campo.
Mourgeon llegaba a América en el navío Asia en compañía de su viejo amigo y compañero de armas general Juan O’Donojú O’Ryan, que ostentaba una alta graduación en la masonería e iba con cargo de virrey para México. Ambos eran sevillanos y pelearon en varias campañas de la Guerra de Independencia peninsular. ¿Sería él quien convencería a Mourgeon en este largo viaje de tratar de introducir la masonería en Panamá? ¿O Mourgeon por su cuenta ya lo tenía contemplado? También la misión de O’Donojú era asegurar la reconciliación con
México y fue él precisamente, en generoso gesto de conciliación, quien firmó con Iturbide (también masón) el Tratado de Córdoba en 1821, que declara la independencia de México.
El cambio de clima intelectual era evidente luego del restablecimiento de la Constitución, pues hasta hacía muy poco la francmasonería había sido objeto de persecución y castigo en Panamá. Apenas en 1812, el gobernador Víctor Salcedo le escribía a Pedro Telmo Iglesias, acusando recibo del Real Despacho del 9 de enero anterior, “que trata del modo y forma con que debe ser castigado el delito de francmasonería y en su virtud será cumplido en todas sus partes”.
Los primeros masones panameños
Como era de esperarse, la Logia Mejor Unión estuvo regulada por la Carta Patente del Gran Oriente de España. Tan pronto como se creó la Logia se afiliaron varios conspicuos ciudadanos que fueron luego firmantes del Acta de Independencia, como los panameños José Vallarino Jiménez y Manuel María Ayala, y el español José Antonio Zerda.
Según el especialista en la historia de la masonería en América, Américo Carnicelli, quien más contribuyó a fomentarla en Panamá fue Marcos Rodanicich, de origen serbio, nacido en el pueblo de Bocca de Cattaro, entonces bajo jurisdicción de la República de Venecia, y quien ya se encontraba en Panamá en 1820, antes de que se creara la Logia.
El hecho es que una vez independiente Panamá y ya sin vínculos con la Península, fue necesario buscar Carta Patente en otra Logia de prestigio más accesible. Rodahicich se dedicaría a esta tarea y el 6.VI.1822, la Logia La Mejor Unión decide ponerse bajo la obediencia de una gran Logia Simbólica situada más cerca de Panamá con objeto de facilitar la comunicación. Le informa a la Gran Logia de Nueva York, que había sido creada en 1821 y le solicita Carta Patente para actuar bajo su jurisdicción. Encabeza la petición Marcos Rodanicich, seguido por los demás miembros de la Logia. La petición fue leída en la sesión de la Gran Logia del Estado de Nueva York el 19.III.1823 y el 27 de diciembre siguiente le fue expedida la Carta Patente a La Mejor Unión, distinguiéndola con el número 365, para la ciudad de Panamá.
Para entonces ya el número de masones había crecido y las afiliaciones seguían aumentando. Se sumaron a los ya mencionados, el hermano de José, Ramón Vallarino Jiménez, José María Barrientos, José de la Torre, el capitán Pedro Rubial, Ángel F. Franceschi, Cruciano Fransceschi, José María Goytía, Carlos Plicé (o Plicet), Santiago Robles, José María Dus, Bartolomé García de Paredes, Juan Bautista Feraud, José Luis Muñoz, Dr. Joaquín Morro, Manuel José Dutary. En 1821 con el aporte económico de varios liberales y gracias a sus vínculos con la masonería en Nueva York y Jamaica, Goytía introduce desde esta isla la primera imprenta en Panamá. Alcanzó el grado 33, la más alta graduación masónica.
Manuel María Ayala ejercía de secretario. Algunos eran españoles, como Zerda, el capitán Rubial y el Dr. Morro. Muñoz era militar, Plicet y Feraud son acaudalados comerciantes, el primero de ascendencia italiana y el segundo franco cubano.
Entre los afiliados algunos habían sido firmantes del Acta de Independencia o participaron activamente en el movimiento emancipador. Además, algunos transeúntes, una vez en Panamá también se afiliaron, como el irlandés Francisco Burdett O’Connor, fundador del Batallón del Istmo, o un tal Dionisio Bowes Egan, a quien José Vallarino Jiménez entregó certificación de su inscripción. En 1823 ingresó a la Logia José María Alemán, quien alcanza el título de teniente coronel del ejército colombiano. Peleó en Junín, Matará y Ayacucho, y recibe el diploma de maestro masón el 7.II.1824, cuando solo tenía 23 años. En el interior del país era conocido como masón Eduardo de la Guardia y Ayala.
Rodanicich fue nacionalizado colombiano en 1825, cuando es investido con el grado 30, y obtiene la Carta Patente para la panameña La Mejor Unión, del Suprême Conseil de France, con sede en París, que era la máxima autoridad dogmática de referencia del rito masónico y responsable de organizar las más solemnes ceremonias masónicas.
Como era típico en la masonería sus actividades contribuyeron a propiciar la cohesión del tejido social, sin importar origen nacional, condición económica o clase a la que se pertenecía, y no cabe duda de que desempeñó un papel importante en la independencia. También contribuyó al cosmopolitismo, la xenofilia y la modernidad de la élite criolla, cuyos numerosos comerciantes ya llevaban años haciendo negocios fuera de las provincias españolas, sobre todo con Kingston, Nueva York, Nueva Orleans, Baltimore e incluso Londres. Y si todos sus afiliados eran confesos masones, debían ser firmes creyentes de tres de los principios básicos de su filosofía: libertad, igualdad y fraternidad.

