‘Tiempos inciertos, vidas inestables: configurar nuestro futuro en un mundo en transformación’. Así se titula el Informe de Desarrollo Humano 2022 que desde hace 32 años elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Por primera vez el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que mide salud, educación y condiciones de vida de los países, ha empeorado durante dos años seguidos. El mundo ha retrocedido a los niveles de 2016, revirtiendo parte de los avances de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, adoptados por Naciones Unidas en 2015 para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad.
El 90% de los países registran un deterioro de los niveles de su IDH en 2020 o en 2021. Panamá, por supuesto, sufrió los embates de esta crisis, impulsada por la pandemia de la covid-19 que golpeó de lleno en 2020. Entre 2019 y 2020 el IDH del país pasó de 0.817 a 0.801. En 2021, sin embargo, Panamá repuntó con 0.805, lo que ubica al país entre las naciones con “un “desarrollo humano muy alto” (puesto 61 de 191 países) y en el quinto lugar de la región después de Chile, Argentina, Costa Rica y Uruguay. Es una posición relativamente buena, pero cuando se analizan aspectos como nivel de ingresos por sectores y equidad de género (salarios entre hombres y mujeres, por ejemplo), el país muestra sus costuras.
Lea el informe completo aquí:
El Informe de Desarrollo Humano 2022 puede leerse integralmente en la siguiente dirección: https://report.hdr.undp.org/es/ El documento plantea que hechos como la guerra en Ucrania y otros lugares, las altas temperaturas en algunos puntos del plantea y los incendios y tempestades por doquier alteran la vida de las personas provocando altos niveles de incertidumbre.
Heriberto Tapia, asesor de Investigación en la Oficina del Informe de Desarrollo Humano del PNUD en Nueva York, Estados Unidos, vino a Panamá el pasado 17 de noviembre para presentar el documento, precisamente cuando en el mundo se desarrollaban, de forma paralela, dos conferencias para debatir temas que inevitablemente impactan el IDH: La 27 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) en Egipto y la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) en Panamá. En este contexto Tapia respondió algunas preguntas de La Prensa, en las que ofrece una mirada global de los resultados del informe.
El año pasado el informe explicaba cómo los humanos causamos cambios negativos al planeta y de la pérdida de biodiversidad. ¿Retrocedemos pese a los múltiples debates?
En los temas del antropoceno hay avances, porque los países están procurando reducir emisiones de gases de efecto de invernadero, sin embargo lo hacen a un ritmo demasiado lento. Sí, tenemos el Acuerdo de París (adoptado en 2015 para limitar el calentamiento global), que es importante, pero si no hacemos nada, a este ritmo en lo que queda del siglo morirían 190 millones de personas por las altas temperaturas. Incluso, si mitigamos los daños este número sería de 40 millones de personas. Necesitamos acuerdos en mitigación y adaptación al cambio. Estamos llegando tarde, pero todavía hay tiempo.
¿De quién es la responsabilidad?
Es una responsabilidad compartida. No existe un autor que por sí solo pueda resolver estos problemas. De hecho, en el informe nos preguntamos por qué si sabemos cuáles son las acciones que hay que tomar no estamos actuando. En parte la respuesta tiene que ver con el entorno de incertidumbre y polarización que vivimos. Más bien nos estamos atrincherando en ciertas posiciones. Necesitamos trabajar juntos, pero lamentablemente estamos yendo en otra dirección.
El informe anterior se advertía de cómo la inseguridad, entendida como violencia, desastres y pobreza, impulsaba la migración. Ahora la crisis se ha agravado. Lo vemos en la selva de Darién y en el río Bravo. ¿Cómo abordar el fenómeno?
Las personas migran no solo por el cambio climático, sino también por la violencia, que las hace sentir inseguras, por circunstancias políticas, por el desempleo, por la falta de desarrollo en general... Debemos reducir las vulnerabilidades de la gente en distintos países. Entendamos que los hechos negativos, con movilidad incluida de miles de personas, forman parte de la nueva normalidad. Hay que procurar resguardar los derechos humanos y la prosperidad.
En este informe hacemos un análisis basado en tres aspectos: los sistemas planetarios desestabilizados del antropoceno, la búsqueda de transformaciones sociales de gran envergadura para aliviar las presiones planetarias y la intensificación generalizada de la polarización.
En América Latina estas tres dimensiones son muy relevantes, en particular la inseguridad. Se puede generar por múltiples causas y tiene como resultado una sensación de ansiedad, que puede resultar en una mayor polarización. La gente se pregunta por qué la vida no mejora si se ha avanzado en educación y en la lucha contra la pobreza: ‘¿Por qué tengo miedo? No sé si mi hijo tendrá una vida mejor que la mía’. Y muchas veces se buscan respuestas excesivamente simplistas echándole la culpa a otros. Se busca la protección como grupo rechazando al resto. Esto produce desconfianza, la cual se retroalimenta y termina en sociedades divididas, polarizadas. Se contamina el debate político.
¿Cómo enfrentar la incertidumbre?
El informe examina porqué no se están produciendo los cambios necesarios y ofrece muchas razones, como la mutua interconexión entre inseguridad y polarización y su impacto en la erosión de la solidaridad y la acción colectiva necesarias para combatir las crisis a todos los niveles.
Se recomiendan políticas dirigidas a fomentar las inversiones, desde las energías renovables hasta la preparación frente a las pandemias y el aseguramiento —como la protección social— para preparar a las sociedades ante las contingencias de un mundo incierto.
Al mismo tiempo, la innovación en sus múltiples variantes —tecnológica, económica, cultural— puede también desarrollar capacidades para responder a los desafíos que vayan surgiendo en el futuro. Las personas deben estar libres de carencias extremas; libres de hambre, de tener acceso a los medicamentos que necesitan para su salud; libres de temores como la delincuencia o la guerra. Debemos garantizar la dignidad básica, sin discriminación, respetando las libertades fundamentales.
