Un escritor marcado

Un escritor marcado
Fundamentalistas proiraníes de Hezbolá quemaron el 26 de febrero de 1989 una efigie del escritor Salman Rushdie, a quien acusan de blasfemia por su libro “Versos satánicos”, la cual provocó que el ayatolá Jomeiní, de Irán, ordenara su ejecución. AFP

El escritor británico de origen indio Salman Rushdie, apuñalado ayer viernes en el estado de Nueva York, estaba “marcado” desde 1989 por una fetua del régimen islámico iraní, que consideró blasfema su novela Versos satánicos.

El escritor de 75 años, hospitalizado de urgencia tras el ataque –cuyo autor fue detenido–, vivía desde entonces bajo protección, aunque buscó constantemente no verse reducido a esa cuestión que levantó ampollas en el mundo musulmán.

“Mi problema es que me siguen percibiendo bajo el único prisma de la fetua”, comentó en una ocasión este librepensador empeñado en mantener su identidad de hombre de letras, sin convertirse en símbolo de nada.

Pero el auge del islamismo radical hizo que su nombre remitiera una y otra vez, en especial en Occidente, a la imagen de un luchador contra el oscurantismo religioso y a favor de la libertad de expresión.

En 2005, consideró que la fetua (decreto religioso) emitida por el ayatolá Jomeiní para incitar a su asesinato preludiaba los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Y en 2016 declaró: “Mi caso no fue más que un anticipo de un fenómeno mucho más amplio que ahora nos atañe a todos”.

Rushdie, con sus sempiternas gafas de montura delgada y mirada irónica, relató sus años de clandestinidad en Joseph Anton, publicada en 2012. El título viene del alias que usó durante esa época, inspirado en Joseph Conrad y Anton Chéjov, también escritores.

Un escritor marcado
Salman Rushdie posa para un retrato durante el día de prensa de 'Midnight's Children', el 19 de abril de 2013.

Nacido en junio de 1947 en Bombay, pasó una década escondido, cambiando constantemente de casa y sin poder decir a sus hijos donde vivía. Una soledad que se ahondó tras la ruptura con su esposa, la novelista estadounidense Marianne Wiggins, a quien había dedicado los “Versos” que incendiaron a buena parte del mundo musulmán.

“Estoy amordazado y encerrado (...). Me gustaría jugar al fútbol con mi hijo en la plaza. Una vida ordinaria, trivial, un sueño que para mí es inaccesible”, escribió.

A partir de 1993, cansado de ser un “hombre invisible”, Salman Rushdie empezó a multiplicar sus viajes y apariciones públicas, aunque siempre bajo protección del gobierno británico.

En los últimos años se instaló en Nueva York, donde llevaba una vida casi normal, sin dejar de escribir obras impregnadas por la sátira y la irreverencia.

La fetua nunca fue abrogada y muchos traductores de los “Versos” han sufrido atentados. El traductor japonés de su novela, Hitoshi Igarashi, fue asesinado a cuchilladas en Tokio en julio de 1991.

En 2008, Rushdie fue condecorado con el título de caballero por la reina Isabel II. El anuncio de esa distinción, un año antes, provocó protestas de Irán y Pakistán, donde un ministro llegó a afirmar que tal afrenta justificaba los atentados suicidas.

En 2018, el escritor aseguró que Versos satánicos fue una obra en gran medida “incomprendida”. “Se trataba de una novela que hablaba de los inmigrantes del sur de Asia en Londres y su religión no era más que un aspecto de esa historia”, dijo.

Escritor de vieja data

El mundo fantástico de las obras de Rushdie ha cautivado a los lectores desde los años 1980, cuando su segunda novela, Hijos de la medianoche, cosechó elogios internacionales por su retrato de la India posindependencia y ganó el prestigioso Booker Prize. Su obra incluye novelas, cuentos y libros de no ficción.

Cuando emergió de la clandestinidad, llegó a aparecer en películas, como El diario de Bridget Jones o la serie estadounidense Seinfeld.

Rushdie ha mantenido inquebrantable su defensa de la libertad de expresión, y, tras el atentado contra que diezmó al equipo de la revista satírica francesa Charlie Hebdo en 2015, insistió en que la religión debe ser objeto de bromas. “Estoy con Charlie Hebdo, como debemos estarlo todos, para defender el arte de la sátira, que siempre fue una fuerza de libertad contra la tiranía, la deshonestidad y la estupidez”, afirmó.

“Respeto a la religión se ha convertido en una frase en clave para ‘miedo a la religión’. Las religiones, como el resto de ideas, merecen críticas, sátiras y, sí, nuestra falta de respeto sin miedo”.

Antes de convertirse en escritor, Rushdie tuvo una carrera exitosa en el mundo de la publicidad.

Previamente, había estudiado historia en la Universidad de Cambridge. Su escolaridad se repartió entre el Bombay de su infancia y el Reino Unido.


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