Podría pensarse que Truman es sobre la muerte como destino final de todo ser humano, cuando lo que realmente quiere remarcar es en lo importante de estar vivo, de saber compartir con la gente querida, de pedir perdón y dar las gracias cuantas veces sean necesarias.
Esta película, ganadora de 28 premios a nivel internacional, es también sobre los amigos y lo que ellos son capaces de hacer o de callar o de tolerar a ese otro ser indispensable en sus almas.
Este drama del director Cesc Gay (Barcelona, 1967) es sobrio en su puesta en escena, y sus planteamientos carecen de pretensiones.
Su apuesta principal es el admirable trabajo de dos intérpretes estupendos, el español Javier Cámara y el argentino Ricardo Darín, los que hacen un equipo extraordinario.
Otro punto que solventa la sencillez del montaje y del calmado ritmo cinematográfico es que el guion de Tomás Aragay y Cesc Gay, sin ánimos de dar discursos o regaños a la audiencia, plantea indispensables temas universales (amor, amistad, solidaridad), y por ende, estos son capaces de calar en el corazón de todos los espectadores.
La trama de Truman está llena de momentos de un humor sutil y preciso, que no menoscaba el drama en el que están sumergidos los personajes, sino que colabora para que ellos no pierdan sus respectivas esperanzas.
Su argumento ni quiere tranquilizar a sus personajes o al público más sensible, pero tampoco quiere inquietar ni golpear los nervios de nadie.
Lo que desea Truman es, en el sentido más estricto, hablar de un hecho tan cierto como morir, aunque derribando las trabas típicas de los golpes bajos a los que nos tienen acostumbrados otros dramas que exploran el hecho de que todos nacemos y que irremediablemente todos fallecemos.
Entonces Truman se abre paso con una narración envolvente, natural, espontánea y lozana.
LO MEJOR
Cesc Gay ha firmado largometrajes sólidos como la comedia romántica Una pistola en cada mano (2012), donde tuvo en su elenco a un siempre inmenso Ricardo Darín, sin olvidar que también es suya la solvente Ficción (2006), un drama en el que contó entre sus actores a ese gigante que es Javier Cámara.
Con Truman alcanza la gloria, tanto de público como de crítica y de premios.
Esta altamente recomendada producción obtuvo cinco premios Goya (el Óscar español), incluyendo mejor película, director (Cesc Gay) y actor (Ricardo Darín).
Truman, además, brilló en festivales de cine como el de Hong Kong, San Sebastián, Miami, Nantes y Seattle, entre otros.
DOS COMPINCHES
Truman es la triste y alegre historia de dos amigos que tenían años de no verse, que en su juventud compartieron apartamento, y que un giro inesperado lleva a que se vuelvan a encontrar, luego que uno decidiera residir en Canadá y el otro se quedara en Madrid.
Al principio, después de mucho tiempo de distancias, Tomás (Javier Cámara) y Julián (Ricardo Darín) quizás piensan que no sabrán de qué hablar con quien en el pasado habían compartido ilusiones, metas y fracasos.
A los segundos viene el abrazo, se establece la dormida complicidad y todo se recupera en un instante.
La felicidad vuelve a ellos. Se hacen las correspondientes bromas, discuten por tonterías y retorna el cariño como si no hubiera pasado tanto tiempo desde la última vez que se vieron.
Ambos son distintos, aunque quizás sea eso uno de los motivos de que sean tan unidos, incluso cuando cada quien hizo su vida en puntos lejanos del mundo.
Tomás tiene esposa e hijos en una fría Canadá. Es formal, responsable, precavido. A eso agregarle que es introvertido y silencioso.
Mientras que Julián, oriundo de Argentina, no es dado a crear fuertes lazos familiares: está divorciado, es tensa su relación con Paula (Dolores Fonzi), su única hermana, y encima ve poco a su hijo Nicolás (Oriol Pla), de 22 años, porque este estudia en Ámsterdam.
Cabe destacar que Javier Cámara tenía idea de lo que estaba lidiando ante las cámaras en Truman, pues en la vida real le tocó experimentar, cuando tenía 30 años, la muerte de su padre a causa del cáncer.
EL CAN
El fiel compañero de Julián es Truman, su inmenso y tierno perro, con quien habla y comparte sus más secretas confidencias.
Este perro pertenece a la raza Bullmastiff, que procede del Reino Unido y cuyos orígenes se pierden por allá en el siglo XV.
Este can, cuyo nombre verdadero es Troilo y cuyo oficio real no es ser actor sino trabajar con chicos autistas, completa el trío de intérpretes sobresalientes de Truman junto a Javier Cámara y Ricardo Darín.
Advertencia, en más de una escena Troilo les hace a los humanos de dos patas una competencia insuperable.
SITUACIÓN
En cuatro días, Tomás y Julián, más la atenta presencia del estimado perro, convivirán, se pelearán, se dirán las verdades a la cara y dejarán en libertad las ofensas y los rencores acumulados, aunque más pronto que tarde la amistad superará todos los obstáculos.
Julián está enfermo, un cáncer detectado hace un año decidió ahora recorrer con agresividad su organismo. Este escollo lo ha tomado él con una inesperada serenidad, sin demasiados fatalismos, sin tantos melodramas.
Su problema es que no sabe cómo decírselo a Nicolás y a Truman, porque Julián no sabe expresar sus sentimientos, salvo en el escenario, donde este actor está en sus anchas.
Por eso, Truman también es sobre una pérdida y sobre el duelo. Sobre cómo se manejan ambas situaciones tanto por el enfermo como por sus familiares y amigos.
¿Cómo se enfrenta ese abandono definitivo? Julián aprende a sentirse querido y arropado en la compañía de las personas que lo aprecian. Tomás lo da todo con tal que el predicamento de su amigo sea un poco más llevadero.
FORTALEZA
¿Cómo una amistad dura tantos años? Entre otras, valorando y aprendiendo del otro.
Julián admira que Tomás no pide nada a cambio y que es generoso, a diferencia de su carnal, que a veces es egoísta e individualista.
Tomás le paga todo a Julián: el taxi, la marihuana, los libros, el vino, la comida y no le importa, porque de esa manera busca la manera de recuperar los años perdidos lejos de su amigo.
Tomás aprendió de Julián a ser valiente, que no funciona echarse a morir, ni en el peor de los momentos.
Julián, que nunca ha tenido pepitas en la lengua, ahora es más ácido y sincero que nunca, porque sabe que no tiene nada que perder.
“La gente huele a muerte y no saben qué hacer”, le dice Julián a Tomás cuando están en un restaurante.
Julián sufre de insomnio y cuando logra dormir sueña con los muertos, y lo concibe como una forma de prepararse para el viaje que pronto va a realizar.
Por eso, un poco de ánimo le caería de maravilla en estos días de dolencias, en esta etapa en la que decidió luchar de otra manera con su cáncer y sabe que alguien como Tomás le ofrecerá su incondicional amistad.