Mar y firmamento son uno en el golfo de Panamá. La brisa tenue no logra perturbar la superficie cristalina del mar de Las Perlas. De pronto, el agua se agita, se siente la presencia de un gigante viniendo de las profundidades.
Sorpresivamente, una mole tan pesada como 500 hombres salta fuera del agua en un despliegue de poder, mostrando sus desproporcionadas aletas y colosal cola, causando al caer paredes de agua acompañadas de espuma y estruendo.
La gran ballena jorobada, de unos 14 metros de largo y 20 toneladas de peso, continúa su ruta seguida por una sombra de no más de 5 metros. La sombra emerge. Es la pequeña cría que muestra su frente rugosa, mientras exhala un chorro de aire con olor a siete mares y se toma tiempo para darnos una mirada.
Segundos después, el azul vuelve a dominar todo. Sólo se siente el rumor tenue de la brisa de septiembre.
Este encuentro no es extraordinario. Es cotidiano alrededor de las 90 islas y 130 islotes que conforman el archipiélago de Las Perlas, la sala de maternidad, en pleno océano Pacífico, de las acrobáticas ballenas jorobadas.
Tal fenómeno migratorio ha llevado a la Fundación Albatros Media a investigar, registrar y difundir la conservación del tesoro marino de Las Perlas, como refugio y cuna de una de las especies más inteligentes y grandes del planeta.
Pero, Las Perlas no es el único sitio que guarda este tipo de sorpresas. Toda la costa panameña se convierte en el resort marino de muchas ballenas jorobadas, ballenas azules, cachalotes, orcas y rorcuales, además de verdaderas legiones de defines, que no son otra cosa que ballenas pequeñas.
(Visite www.albatrosmedia.net, ganadora del premio Arroba de Oro 2004).
