Una vez realizados todos los estudios pertinentes, firmados los tratados diplomáticos concernientes, efectuada todas las reuniones y congresos coadyuvantes y oídas, pero no aceptadas las inteligentes y necesarias opiniones de expertos, que como el ingeniero francés Godin de Lepinay, le aconsejaron a de Lesseps que no hiciera el Canal a nivel porque resultaría muy costoso, pero este último no tomó en cuenta tan acertada opinión, y esta fue una de las múltiples causas del fracaso francés.
El empresario de la nacionalidad mencionada, o sea de Lesseps, llegó aquí para inaugurar los trabajos el 30 de diciembre de 1870; un par de días más tarde, se realizó la modesta ceremonia de la apertura oficial de las obras.
Desde 1881 ya se tenía todo estudiado y planeado, y los técnicos hasta aquí traídos observaron y respaldaron lo que se había de efectuar.
Ya sabemos que el Conde de Lesseps había calculado en 843 millones de francos el costo de los trabajos. Esto era el equivalente en dólares a 210 millones 119 mil 640.
La recolección de ese dinero había comenzado con anterioridad, cuando el promotor, tantas veces citado (y que también sabemos que no era ingeniero), junto a un grupo de amigos habían aportado 2 millones de francos para comenzar a laborar.
Luego, se organizó a un grupo o consorcio de bancos para formar el capital inicial, el cual se pensó que debería ser de 300 millones de francos, es decir, 60 millones de dólares.
Y comenzaron a venderse las acciones que al principio no fueron para nada de general aceptación, aun cuando muy pronto el entusiasmo por ellas aumentó, lo cual tampoco fue obstáculo para que el dinero, así adquirido, no se comenzara a derrochar.
Algunos salarios eran bajos; otros, demasiado elevados. Así, por ejemplo, hubo un norte americano de apellido Thompson que ejercía menos funciones y, sin embargo, ganaba más que el propio de Lesseps.
La necesaria compra del ferrocarril Panamá-Colón también, desde el punto de vista económico, dejó mucho que desear, ya que su control tampoco quedó siendo francés, porque sus oficinas continuaron en Estados Unidos.
Y no lo utilizaron como lo hicieron los norteamericanos después para agotar los escombros y residuos que producían las escavaciones. Más de 20 millones de dolares fue el costo total de la vía férrea.
Y comenzaron a surgir las comisiones por las ventas de las acciones y los enormes gastos de publicidad. Millones de francos se desperdiciaron en una infinidad de gastos inútiles que más tarde no se pudieron resistir.
Algunos periódicos franceses y parte de su Asamblea Nacional también recibieron parte de ese delicioso pastel. Cuando comenzaron los trabajos, las enormes sumas que los constantes derrumbes de tierras costaban, las frecuentes enfermedades, sus muertes, sus hospitalizaciones y las incapacidades fueron otro factor que iría minando el presupuesto total. Hubo también estafas, como por ejemplo en las compras de carbón, el cual era entregado en menor cantidad que la presupuestada.
El 4 de febrero de 1889, a causa de tantos gastos, la compañía del Canal llegó a su fin. La quiebra no se hizo esperar. Para los lectores interesados hay varias y extensas obras escritas por expertos, en las cuales se puede encontrar más información acerca de lo anterior.
FUENTES
Textos: Harry Castro Stanziola
Fotografías: Procesadas por Ricardo López Arias
Comentarios: vivir@prensa.com
