¿En qué piensas si nombro a Hillary Heron y Karla Navas?
Yo diría que son figuras capaces de cambiar narrativas de la gimnasia panameña.
En París, apenas dos días después de cumplir 21 años, Karla lo volvió a demostrar al conquistar el bronce en la final de salto de la Copa del Mundo. Una medalla que sabe a mucho más que un logro personal: representa la confirmación de que Panamá ya no solo tiene a una gimnasta brillante, sino que empieza a consolidar un movimiento con proyección colectiva.
Navas, tres veces campeona panamericana en salto y tres veces bronce en Copas del Mundo de gimnasia, volvió a subirse al podio en un escenario internacional de primer nivel.
Y lo hizo mostrando la misma determinación que la ha caracterizado: la capacidad de reponerse a la presión, competir contra las mejores del mundo y sacar adelante rutinas de alta dificultad. Pero esta vez, el valor de su hazaña crece porque no estuvo sola. El viaje a París incluyó a otras gimnastas panameñas que, aunque no alcanzaron finales, dieron pasos firmes en su proceso de crecimiento: Ana Gabriela Gutiérrez, Tatiana Tapia y Alyiah Lide de León.
Ese detalle no puede pasar desapercibido. Panamá no es ya un país que depende de uno o dos nombres en la gimnasia. Hoy tiene una delegación más amplia, un grupo de chicas que empieza a codearse con la élite, que acumula experiencia en clasificatorias y que entiende lo que significa estar en un torneo de esta magnitud. Cada nota, cada rutina, cada corrección técnica que se trae de París es un ladrillo en la construcción de un proyecto que apunta mucho más alto: clasificar como equipo a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028.
Y hay más. Si miramos hacia el semillero, los resultados de los Juegos Panamericanos Junior Asunción 2025 muestran que el relevo viene con fuerza. Nombres como Aylin Goon Lan, Susan Maderas, Ana Lucía Beitia y María Rojas representan esa nueva generación que empieza a respirar el alto rendimiento desde la base. Son niñas que ya sienten la presión de competir internacionalmente, que aprenden lo que significa llevar la bandera en la espalda y que, en pocos años, estarán en edad de pelear cupos por un lugar en el equipo absoluto.
La ecuación se completa con una pieza que aún falta: el regreso de Hillary Heron. Su experiencia, su temple y sus resultados recientes la convierten en una líder natural para el ciclo olímpico. Heron, junto a Navas, puede ser el pilar de un grupo que combine juventud y veteranía. Esa mezcla, sumada al trabajo técnico que ya se desarrolla con entrenadores y federación, le da a Panamá algo que nunca antes había tenido en gimnasia: profundidad.
Soñar con un equipo completo en Los Ángeles 2028 ya no es un delirio romántico. Es un objetivo tangible. Claro, el camino está lleno de exigencias: disciplina diaria, financiamiento, preparación internacional constante y un plan que evite perder a estas atletas en el tránsito de la juventud a la élite. Pero si algo han demostrado las últimas competencias es que hay talento suficiente, hay voluntad y hay hambre de gloria.
Panamá tiene hoy la posibilidad real de que, por primera vez, la gimnasia artística femenina clasifique por equipos a unos Juegos Olímpicos.

