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Pateando la mesa: Emily Santos, el relevo de Eileen Coparropa

La nadadora panameña Emily Santos está dejando claro que los frutos son, inevitablemente, el reflejo del trabajo constante y que las oportunidades, cuando se presentan, hay que atraparlas con ambas manos.

Con apenas 20 años, está construyendo un camino que la empieza a colocar en la conversación sobre quién puede ser la mejor nadadora panameña de todos los tiempos.

Y sé muy bien lo arriesgado que suena cuando la comparación inevitable es con la “sirenita” Eileen Coparropa, una figura que marcó una época y que todavía ostenta el cariño y el respeto de todo un país.

Pero precisamente por eso, la llegada de Emily es refrescante. Creo que Eileen misma lleva años esperando que surjan talentos dispuestos a sumergirse en la competencia más dura que existe: la élite mundial de la natación. En un deporte donde Estados Unidos, Australia y otras potencias dictan el ritmo, bajar un segundo en el cronómetro es como escalar una montaña que parecía imposible de conquistar.

Eileen, doble medallista panamericana en los 50 metros libres, estableció marcas que han resistido el paso de los años: récords nacionales en los 50 y 100 metros libres.

Y, sin embargo, hoy Emily ya es dueña de los récords panameños en las pruebas de 50, 100 y 200 metros pecho. No es poca cosa. En los recientes Juegos Panamericanos Junior de Asunción, Paraguay, se colgó medallas en los 100 y 200 metros pecho, dejando claro que su proyección es real y no solo promesa.

Su historia no es la de alguien que vivió desde la cuna en la piscina. Emily probó muchas disciplinas desde pequeña, incluida la gimnasia. Pero cuando aún estaba en primaria, decidió comprometerse con la natación. Ese paso no lo dio sola: el apoyo integral de sus padres ha sido una constante, desde la logística de entrenamientos hasta el respaldo emocional en los momentos duros.

Hoy combina el alto rendimiento con el inicio de su segundo año universitario en Virginia Tech, donde también compite en torneos de alto nivel en Norteamérica. Ahí es donde se ve que no basta con tener talento: hay que saber aprovechar cada oportunidad, y ella lo hace.

Su progresión es un ejemplo de constancia. En Tokio 2020, con apenas 15 años, hizo 1:12.10 en los 100 metros pecho. En París 2024, con 19 años bajó a 1:09.94.

Ahora, en Asunción, firmó un récord panamericano junior con 1:08.44. Ese avance no es casualidad: es disciplina, paciencia y visión de largo plazo.

Este es apenas el inicio del ciclo olímpico rumbo a Los Ángeles 2028. Si algo nos está enseñando Emily es que el relevo generacional exige una evolución.


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