En plena temporada lluviosa, el sistema eléctrico panameño alcanza un hito notable: el 98% de la energía que consumen los panameños en este momento proviene de fuentes limpias y no contaminantes. Este logro es impulsado principalmente por las plantas hidroeléctricas, que generan el 92% de la electricidad, mientras que los parques solares aportan un 6% adicional.
La temporada lluviosa juega un papel clave en este escenario, ya que permite que los embalses de las hidroeléctricas Fortuna y Bayano estén a su máximo nivel, garantizando una producción energética constante y sostenible. Igualmente, las hidroeléctricas de pasada o aquellas que no tienen embalse se mantengan en operaciones debido a las constantes lluvias. Esto significa que casi toda la electricidad que alimenta hogares, negocios e industrias en Panamá actualmente no depende de combustibles fósiles, reduciendo así su impacto ambiental.
Sin embargo, la transición hacia un consumo energético más limpio plantea una pregunta clave: ¿Cómo se traduce este logro en beneficios tangibles para los consumidores? Si bien la generación a base de agua y sol es más económica y sostenible, muchos panameños aseguran que aún no perciben reducciones significativas en sus facturas eléctricas.
La alta participación de energías renovables no solo resalta el compromiso del país con la sostenibilidad, sino que también abre el debate sobre la necesidad de ajustar políticas tarifarias para que los beneficios de una matriz energética limpia lleguen directamente al bolsillo de los usuarios.
Para Nanik Singh Castillero, especialista en energía renovable, movilidad eléctrica y mercados energéticos, el hecho de que Panamá esté generando casi el 100% de su energía mediante fuentes renovables es un logro importante y motivo de orgullo.
“Este avance abre la puerta a grandes oportunidades, como implementar esquemas tarifarios que incentiven el consumo en momentos de alta disponibilidad de energía renovable, ofreciendo precios más bajos, en particular para las industrias nacionales. Esto no solo fomentaría un uso eficiente de los recursos, industrias más competitivas, sino que también evitaría el desperdicio de agua que, en ocasiones, requiere vertidos que no generan ingresos”.
De acuerdo con el reporte del Centro Nacional de Despacho (CND), el pasado jueves 28 de noviembre hubo una demanda máxima de 1,491 megavatios, mientras que la capacidad disponible del sistema era de 4,254 megavatios, es decir, más de dos veces la demanda.
Singh dijo que aunque la hidroeléctrica, como principal fuente de energía renovable, ha sido clave en el desarrollo energético del país, es importante diversificar.
“Los períodos de sequía, cada vez más frecuentes debido al cambio climático causado por combustibles fósiles, nos recuerdan la necesidad de contar con la participación de otras fuentes, no poner todos los huevos en una canasta. En situación de sequía, recurrir a plantas térmicas incrementa tanto la huella de carbono como la dependencia de combustibles fósiles, como el gas importado, algo que podemos mitigar con una estrategia bien planificada”.
En cuanto a los precios para el consumidor final, dijo Singh que es esencial estar atentos a los reportes de la Autoridad Nacional de los Servicios Públicos (ASEP) y analizar cómo optimizar los costos. “Actualmente, los altos cargos por demanda, debido a la supuesta necesidad de Potencia Firme, pueden limitar los beneficios que los usuarios podrían obtener de nuestros abundantes recursos renovables, como el agua, el sol y el viento”.
Por ello, añadió Singh, debemos trabajar en ampliar significativamente la participación de la energía eólica y solar, que actualmente representan menos del 20% de la matriz eléctrica. Además, agregó, es crucial apostar por sistemas de almacenamiento que nos permitan aprovechar al máximo la energía y el agua en los momentos de mayor necesidad. “Estas acciones no solo fortalecerán nuestra resiliencia energética, sino que también consolidarán a Panamá como un ejemplo en el uso sostenible de recursos renovables”.