El presidente de la República de Panamá, José Raúl Mulino, junto a una nutrida delegación compuesta por ministros de Estado, diputados de la Asamblea Nacional, el contralor general de la República, dirigentes de gremios del sector privado y destacados líderes empresariales, realiza una importante visita a Brasil para acercar los sectores privados de ambos países, reiniciar las operaciones de la empresa bananera Chiquita Brands en Bocas del Toro y fortalecer el proceso de incorporación de Panamá al Mercosur.
Sobre esta importante gira presidencial, tres internacionalistas panameños reaccionan sobre el impacto que la visita tendrá para las relaciones exteriores de Panamá, además de emitir consideraciones acerca de la incorporación de Panamá al Mercosur y otros aspectos de la relación panameña con el coloso del sur.
La exvicecanciller Nivia Rossana Castrellón, el catedrático de Relaciones Internacionales Euclides Tapia y el jurista especialista en Derecho Internacional Alonso Illueca ofrecen luces sobre la ruta diplomática y económica que Panamá recorre con este periplo presidencial.
Trump y Brasil
La visita del presidente Mulino al mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ocurre en el contexto de una fricción muy pública del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con Brasil. Trump impuso un arancel del 50% a las exportaciones cariocas, supuestamente como represalia por el proceso judicial contra el expresidente brasileño Jair Bolsonaro.
Sobre esta coyuntura, así reaccionó el catedrático Tapia: “... el acercamiento entre Panamá y Brasil se debió haber profundizado desde hace mucho tiempo, particularmente luego del beneficio obtenido por nuestro país en la época en que Brasil operó como un generoso Estado benefactor de Panamá en el tema de las becas para estudios de nuestros nacionales en todas las ramas del saber, beneficio que Panamá aprovechó de forma significativa y que se profundizó extrapolándolo a otras áreas de la cooperación binacional.
En cuanto al momento que transita la relación entre Lula y Trump, donde el segundo comete un grosero acto de intromisión en los asuntos internos de Brasil, ello no debe ser óbice para profundizar nuestras relaciones con ese país de Suramérica...”
Para la exvicecanciller Castrellón la situación debe entenderse de forma precisa: “... Trump erosiona relaciones globales con política arancelaria agresiva. Brasil, con superávit comercial desfavorable a Estados Unidos, busca alternativas. Panamá puede ser el puente que Brasil necesita hacia mercados occidentales.”
Por su parte, el jurista Illueca pondera la dimensión interna de Brasil al afirmar: “La conveniencia o no de un acercamiento con un poder mediano – en el contexto global – y una potencia regional como Brasil depende del posicionamiento de Panamá en la esfera internacional. Si Panamá buscase emular a Brasil en su postura de autonomía estratégica, un acercamiento sería sin duda alguna conveniente. Pero los precedentes inmediatos indican que ese no es el objetivo de Panamá. En ese contexto, cualquier acercamiento debe analizarse con la mirada puesta en las elecciones de 2026 –que por ahora parecen favorecer en las encuestas a Lula al capitalizar políticamente el tema arancelario– pero que en unos meses podrían cambiar.”
Panamá y el Mercosur
El viaje presidencial se da dentro de un marco mucho mayor: la incorporación de Panamá al Mercosur. Aunque voceros del sector agroindustrial han manifestado preocupación por una posible apertura panameña a importaciones agrícolas masivas del Mercosur, el gobierno del presidente Mulino ha expresado que esa no es la intención, y que el propósito de incorporarse es potenciar las ventajas competitivas del país, sobre todo en materia logística, para que la producción del Mercosur pueda alcanzar más fácilmente otros mercados.
Para Nivia Rossana Castrellón la incorporación de Panamá al Mercosur representa: “Diversificación geopolítica urgente. Con Trump cuestionando aliados tradicionales, Mercosur nos da acceso a 300 millones de consumidores y reduce la dependencia excesiva del mercado estadounidense en caso de crisis diplomática”.
En cambio, Alonso Illueca destaca una tarea fundamental que Panamá debe realizar: “Parte del cálculo estratégico panameño debe considerar que en varios Estados del Mercosur se fraguan proyectos que se posicionarán como las principales alternativas al Canal de Panamá y a su canal seco (ferrocarril + puertos). Se trata del corredor bioceánico Capricornio (Brasil, Paraguay, Argentina y Chile) y del corredor bioceánico central (Brasil y Perú). Lo anterior obliga a que cualquier acercamiento se haga con una visión estratégica.”
Euclides Tapia pone en perspectiva histórica la oscilación de Panamá hacia un mayor vínculo con el sur del continente americano: “… las dos fuerzas políticas dominantes en nuestro país mantenían posturas opuestas en relación a qué bloque afiliarse: al bloque centroamericano (Partido Panameñista) o al bloque suramericano (Partido PRD). Los beneficios que puede aportar al país su incorporación al Mercosur son: procurar incorporar a Brasil al Protocolo del Tratado de Neutralidad, lograr el retiro de Panamá por parte de Brasil y Venezuela de listas discriminatorias, promover la inversión extranjera en el país, fortalecer el compromiso panameño con los regímenes democráticos al suscribir el Protocolo de Ushuaia sobre compromiso democrático y la Declaración Presidencial sobre Compromiso Democrático en el Mercosur, complementos de la Carta Democrática de la OEA...”
La perspectiva del Mercosur
Mientras que para Panamá están delimitados sus objetivos de asociación, se hace necesario reflexionar sobre los beneficios que busca el Mercosur al aceptar a Panamá como miembro asociado.
El jurista Illueca explica: “Los Estados miembros del Mercosur son Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, a los cuales se debe agregar a Venezuela, suspendida desde 2016. Panamá ha adquirido la calidad de Estado asociado, la cual ya tenían Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam. Para el Mercosur, cuya orientación es hacia el Atlántico Sur, la adición de Panamá es una expansión modesta, pero expansión al fin, del proyecto de integración”.
La exvicecanciller Castrellón considera que para el Mercosur la relación con Panamá tiene un fuerte tinte transaccional: “Mercosur gana acceso privilegiado al mercado estadounidense vía nuestro TLC, justo cuando Trump impone barreras. Somos su puerta trasera a Estados Unidos y Asia, evitando confrontación arancelaria directa.”
Por su parte, el catedrático Tapia le da una visión holística: “Para el Mercosur, la asociación de Panamá significa dinamizar las fortalezas de sectores donde la economía de los Estados del bloque flaquea, es decir, el sector terciario y los servicios, habida cuenta de que Panamá le proporcionaría ventajas competitivas por la existencia de un canal que conecta 180 rutas de 170 países. Significa dotar al Mercosur de la segunda zona libre del mundo y de un escaparate logístico que incluye puertos, aeropuerto y un robusto sector bancario y financiero. Beneficiarse de Panamá como centro de ensamblaje, transformación y reexportación de productos, además de ventajas laborales y migratorias mediante el Régimen Especial de Empresas Multinacionales para la prestación de servicios relacionados con la manufactura (EMMA).”
El balance global
La realidad geopolítica ha obligado a países de todo el mundo a revisar sus alianzas tradicionales y a plantearse la necesidad de un realineamiento en sus relaciones exteriores. Con el paso dado por la asociación de Panamá con Mercosur se abren otras posibilidades que los tres internacionalistas aprecian con diversidad de matices.
Para Nivia Rossana Castrellón, Panamá debe considerar una agenda internacional que contemple un: “Equilibrio estratégico: mantener alianza con Estados Unidos, pero fortalecer lazos con la Unión Europea, China y Mercosur. Al fragmentarse el orden mundial, necesitamos múltiples socios para proteger nuestra posición geoestratégica central.”
El profesor Euclides Tapia se enfoca en una visión regional: “Considero que se debe mantener la relación con Centroamérica fundamentalmente en el seno del SIECA, pero teniendo como meta su incorporación plena al Mercosur, en consideración al peso económico y político de dicho bloque.”
Alonso Illueca posiciona a Panamá dentro de la gran transición de poder del mundo occidental hacia la cuenca del Pacífico y afirma: “El destino del orden internacional y de las principales competencias hegemónicas del siglo XXI se decidirán en el Asia Pacífico. La lógica dicta que Panamá debe buscar un acercamiento a esa región para potenciar nuestras ventajas competitivas y posicionarnos estratégicamente. En ese sentido, la opción natural para cualquier acercamiento siempre fue la Alianza del Pacífico – a la cual accedimos como observadores y se estaba considerando nuestra membresía junto con la de Costa Rica. Por alguna razón se decidió, luego de la administración del presidente Torrijos, descontinuar esa posibilidad. Esto a su vez nos ha cerrado las puertas al APEC.”
Odebrecht, el gran pendiente
A fines del presente año se deberá realizar en el Juzgado Primero Liquidador de Causas Penales el juicio del caso Odebrecht. El proceso se ha visto retrasado por la complejidad de las diligencias, el acopio de información de origen transnacional y por la falta de cooperación de Brasil con la notificación a algunos de los protagonistas de este escándalo de corrupción. Oficialmente, el gobierno panameño no ha dado señales de que este tema será parte de las conversaciones con sus contrapartes de Brasil. Sin embargo, la ausencia de cooperación judicial carioca puede impactar negativamente el desenlace del mayor escándalo de corrupción de la historia de Panamá.
Sobre esta falta de colaboración, Alonso Illueca considera a Brasil como un país: “Que no tiene un compromiso real en la lucha contra la impunidad”. En igual sentido se pronuncia Castrellón: “Deterioro institucional grave. Lula nombró al magistrado Dias Toffoli, quien sistemáticamente anula pruebas internacionales de Odebrecht. Esto afecta el esclarecimiento de casos sonados y protege a corruptos regionales.”
Para Tapia el problema trasciende al actual gobierno de Brasil: “Creo que no se reduce al gobierno de Lula, que por cierto estuvo involucrado en el caso Odebrecht, sino que la misma conducta la han mantenido otros gobiernos de ese país por la sensitiva afectación que en su andamiaje político y jurídico tendría llevar a buen puerto la solución de un problema que afecta a tirios y troyanos“.

