El Kiosko Don Samy estaba ubicado en la esquina de Vía España y Vía Brasil. Inició operaciones en esa ubicación en 1944. Su propietario era Samuel Augusto Villarreal Obaldía (Don Samy), nacido en Panamá el 20 de mayo de 1925. Hijo del comerciante Samuel Anastacio Villarreal, oriundo de Las Tablas, y de la maestra Clementina Obaldía Caballero, oriunda de Aguadulce.
Don Samy estudió en el Instituto Nacional y era un apasionado del ajedrez. Inicialmente, vendió chichas preparadas en su casa en Vista Hermosa en una carretilla, en la esquina de Vía España y Vía Porras. Un día, la carretilla perdió una llanta en la esquina de Vía España y Vía Brasil. Don Samy decidió que allí iba a continuar vendiendo sus productos. Como en ese momento aún era menor de edad, visitó a Doña Gabriela de Obarrio, propietaria del lote, acompañado de su madre, y logró alquilar el espacio donde construyó un pequeño kiosko de madera. Comenzó vendiendo frituras y luego comida típica con dos empleados, uno de los cuales era su padre, que lo apoyaba en la caja. En 1973, llegó a tener 180 empleados, tomando en cuenta los tres turnos de ocho horas, ya que el Kiosko trabajaba 24 horas al día.
El pequeño kiosko de madera fue ampliado con el transcurso de los años. Se le agregó un carrito tipo trailer con ruedas, diseñado por el propio Don Samy y hecho de láminas de aluminio. A este trailer lo llamó “El Gallo Ronco” y allí se vendían pollos rostizados con una salsa especial. Se vendían cuartos de pollo, medio pollo y pollo entero. Los productos más populares que se vendían eran los emparedados de pierna en tortilla, que fueron sugerencia y creación de la esposa de Don Samy, y se vendían a $0.50. Eran muy populares las hojaldres (tapa cara), las empanadas de harina de carne y queso, las empanadas de maíz rellenas de carne, tortilla de maíz a $0.10, chicharrones, papadas, pajarillas, tamales de puerco y de pollo, carne en palito, rosquitas de huevo, gallo pinto, arroz con pollo, chorizos, salchichas en salsa picante y huevos duros. Las bebidas que se vendían eran resbaladera hechas de cebada, chicheme, guarapo de caña, chichas de naranja, naranjilla y otras frutas de temporada, a $0.05 el vaso chico y el vaso grande a $0.10. También se vendían unas empanadas grandes de 8 pulgadas, llamadas empanadas de hombre, a un precio de $0.20.
No se vendía cerveza ni ningún tipo de bebida alcohólica.
La clientela era muy variada. Durante el día, acudían muchos estudiantes que hacían su recorrido o transbordo de autobuses en el área. También personas que trabajaban y preferían comer en el Kiosko, ya que para esa época era demorado ir a las casas al mediodía. Por las noches, llegaban personas provenientes de los cines, bailes y parrandas, lo cual mantenía la clientela activa hasta altas horas de la noche y de la madrugada, cuando comenzaban a llegar trabajadores y estudiantes.
El lote donde estaba el Kiosko era muy amplio y tenía capacidad para estacionar 50 automóviles.
Originalmente, el establecimiento operaba como un Kiosko, pero posteriormente se convirtió en uno de los centros de venta de comida más grandes en la ciudad. Constaba de un área de cocina, donde estaban las estufas, dos secciones separadas con equipo de baño maría para mantener la comida caliente, área de las máquinas italianas de café, donde se molía el grano y se preparaba el café. Una oficina con tres escritorios completos y una sala de videojuegos. Los postres se exhibían en una vitrina e incluían dulces hechos por la señora Iglesias (actualmente dulcería Momi). También se vendían cassatas italianas hechas por la familia Tamburelli. Además, se contaba con máquinas de refrescos, neveras para despachar refrescos, microondas para calentar comidas, área de mesas para los clientes que comían sentados y áreas de mesas para comer de pie.
En el área del Kiosko había una jaula con un mono cari blanco llamado Pancho. Después, Don Samy compró una mona cari blanca llamada Chita. Estos monos eran un gran atractivo, pero si te acercabas mucho te podían arrebatar la comida. Sucedió que un militar norteamericano decidió molestar a los monos y uno de ellos le arrebató su reloj. El militar se disgustó y se trepó a la jaula para recobrar su reloj, pero con tan mala suerte que se cayó y se fracturó un brazo. Este accidente dio lugar a visitas de autoridades militares norteamericanas, que decidieron investigar lo sucedido porque no le creyeron al soldado.
Otra anécdota fue cuando se contrató a Tres Patines, a Nananina y a su hijo Polito para grabar una propaganda. A Tres Patines le sirvieron una empanada de hombre y él preguntó el nombre de la empanada. Cuando le dijeron “empanada de hombre”, lanzó su famosa frase: “¡cosa más grande en la vida!”.
El Kiosko también fue visitado por personas famosas como los cantantes Pedro Vargas y Mona Bell.
Don Samy estableció el 18 de abril de 1969 un restaurante llamado Samy Segundo, que era un restaurante familiar formal. Posteriormente, se le cambió el nombre a El Gallo de Oro. Este restaurante quedaba muy cerca del Kiosko original y servía comida típica panameña. El personal vestía con uniformes de ropa típica, los varones usaban sombreros típicos y las mujeres polleras montunas (minifaldas). Tenía una terraza con carretas con mesas adecuadas para cuatro personas, un comedor con aire acondicionado con muebles estilo early American, otro comedor en el patio interno con un techo movible, decorado con una fuente de agua tipo cascada. Al inicio, músicos de la talla de Lucho Azcárraga, Cristóbal Muñoz, Luis Alvear y Pablito Herrera amenizaban a los clientes del restaurante.
Don Samy fue un símbolo de esfuerzo y superación. Un hombre muy trabajador y con ideas novedosas. A pesar de no haber cursado estudios universitarios, ni contar con el respaldo de una familia pudiente, ni recursos financieros, logró levantar él solo, sin socios, un negocio muy exitoso. Don Samy debe servir de ejemplo de que se pueden lograr grandes realizaciones si se trabaja duro.
Introdujo en su Kiosko mesas altas con paraguas para comer de pie, máquinas dispensadoras de chichas que enfriaban, las primeras máquinas italianas de café expreso, la primera máquina que existió en Panamá para cortar y exprimir jugos de naranja y toronjas, las primeras máquinas para hielo loco.
Sobre la acera de Vía España había un inmenso reloj que sirvió a miles de personas que transitaban en esa área tan activa. Estas personas se guiaban por el reloj de Don Samy, que se hizo muy popular.
Además de ser un hombre muy trabajador y con ideas novedosas, Don Samy se caracterizó por ser un hombre siempre pendiente de su familia. Tuvo 7 hijos: Clementina Villarreal Sousa, Samuel Villarreal Sousa, Fulvia Villarreal Sousa y Juan José Villarreal Sousa, quien falleció a los 14 años ahogado en el lago de los condominios de Coronado, Daniel Villarreal de León, Augusto Villarreal Barragán y Juan Carlos Villarreal Barragán. Las hermanas de Don Samy eran Angela Stella Villarreal Obaldía y Mireya Villarreal Obaldía. Los sobrinos de Don Samy fueron Stella Caballero Villarreal, Rafael Caballero Villarreal y Roberto (Tito) Caballero Villarreal.
Todas las comidas que se vendían, excepto las cassatas y dulces, se confeccionaban en el mismo Kiosko.
En los años 1962 y 1963, yo cursaba estudios en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional. Durante la temporada de exámenes, acostumbrábamos estudiar en las aulas de la facultad, ya que el decano, Dr. Dulio Arroyo, lo permitía. Recuerdo que en el grupo que estudiábamos en estas aulas estaban Adolfo Ahumada, Basilio Chong, Diógenes de la Rosa, Eligio Salas, Praxades Palma, Luis Shirley, Alberto Calvo (fallecido), Benitín Selles y Jorge (Charlie) Cisneros (fallecido). También recuerdo a Rogelio Cruz Ríos (fallecido), que para esa época tenía un conjunto de música típica y así sufragaba el costo de sus estudios. Rogelio tenía un pequeño automóvil Opel que era muy veloz y se jactaba de que le ganaba corriendo a los otros automóviles. Como permanecíamos allí durante varias horas, decidimos hacer pausas o breaks y nos íbamos al Kiosko Don Samy, en mi automóvil. Allí nos tomábamos un café fuerte para poder seguir despiertos, ya que teníamos que amanecer estudiando. En el Kiosko Don Samy también aprovechábamos para comernos algunas empanadas, hojaldres, etc. Las señoras que atendían al público ya nos conocían y nos daban preferencias sobre otros clientes porque sabían que teníamos que regresar a continuar estudiando.
Estudiábamos en las aulas de la Facultad de Derecho porque, para varios de nosotros, era más cómodo que estudiar en nuestras casas, sobre todo a altas horas de la noche, lo que importunaba a nuestras familias. Por supuesto que estudiar con otros compañeros tenía la ventaja de poder consultar, aclarar y discutir temas relacionados con las materias. Algunos de los que estudiaban de noche debían trabajar durante el día y en varias ocasiones salían directo de la universidad para su trabajo, sin dormir, lo que era muy duro.
En septiembre de 1973, la familia De Obarrio, propietaria del lote donde operaba el Kiosko Don Samy, le notificaron a Don Samy Villarreal que tenía 30 días para desalojar el área, ya que allí se iba a construir el proyecto Galerías Obarrio. Don Samy conversó con sus empleados para liquidarles las prestaciones laborales. Les ofreció un arreglo de pago y él retendría los equipos del Kiosko porque quería restablecer el negocio en otro lugar. Según nos informan los descendientes de Don Samy, los empleados recibieron asesoramiento de organizaciones con agenda ideológica y política, que les aconsejaron quedarse con el negocio. Los empleados rechazaron negociar un arreglo de pago y finalmente recibieron como pago las instalaciones del Kiosko, desconociendo los derechos, esfuerzos y dedicación de Don Samy durante 30 años. El Kiosko continuó operando brevemente en Vía España y luego se trasladó al área de Atlapa donde operó a través de una cooperativa que se constituyó varios meses después. Las aspiraciones de los empleados se vieron frustradas con el transcurso del tiempo, ya que, al no contar con la participación y experiencia de un empresario como Don Samy, el negocio fracasó y tuvo que cerrar. La ciudad de Panamá perdió un centro de expendio de comida típica y criolla, que no ha sido reemplazado por ningún otro negocio similar.
Mucha de la información sobre Don Samy Villarreal y el Kiosko Don Samy me fue proporcionada por la Sra. Fulvia Villarreal de Sucre, hija de Don Samy Villarreal y esposa del Dr. Rimsky Sucre, a quien le agradezco su gentileza.
El autor es abogado.


