La invasión no fue una sorpresa para los panameños. La gran mayoría sabía que era cuestión de tiempo, aunque muchos se resistían a admitirlo o tenían la esperanza de que no ocurriera.
Y fue aún más evidente tras los incidentes de la noche del 16 de diciembre en que miembros de las Fuerzas de Defensa mataron al teniente Robert Paz Fisher en El Chorrillo cuando, vestidos de civil, él y otros estadounidenses, rompieron el retén.
Y por si fuera poco, el 18 un miembro de las Fuerzas de Defensa, apostado en Curundú e identificado por el historiador Olmedo Beluche como el cabo César Tejada, fue herido en el brazo izquierdo por un soldado de Estados Unidos.
Sin embargo, cuando finalmente se cumplieron los presagios y el tiroteo empero, mucha gente resultó sorprendida.
l. Roberto Eisennman Jr., uno de los líderes antidictadura, fue uno de ellos. Para empezar, no estaba en Panamá, sino en Miami, Florida, Estados Unidos.

“Llegué muy cansado esa noche y le dije a Maruja [su esposa]: ni voy a comer, me voy a acostar. así que, por favor, no me pases llamadas de nadie”.
Y así fue... hasta las 10:30 que el teléfono repicó y repicó hasta que fue imposible seguir ignorándolo.
Era una asistente de CBS News. Dijo que era muy urgente comunicarse con él acerca de una noticia que estaba en desarrollo en Panamá y le estaban invitando a participar en el noticiero de las 6:00 de la mañana. Pero nunca soltó prenda de cuál era ese evento en proceso.
Como estaba exhausto, explica, sabía que le sería imposible estar presentable a esa hora así que respondió: “Sorry”, será en otra ocasión. Pero la noche apenas empezaba.
A medianoche, el teléfono nuevamente sonó y esta vez repicó y repicó y repicó. Se callaba y volvía a repicar... hasta que no quedó más remedio que atender.
Era Pancho [Francisco] Arias. - “Esto está explotando”, espetó.
-¿Qué?
-Bobby, ¡empezó la invasión! Y nosotros no teníamos ni la más remota idea.
RUBÉN DARÍO PAREDES, EL MILITAR
El general (ya retirado) Rubén Darío Paredes regresaba a la ciudad de Panamá, de El Valle de Antón, en compañía de su esposa Ana Elvira, cuando tuvo una epifanía, una revelación.
“Vi la bandera de Estados Unidos a media asta en Rodman. Supuse que era por la muerte del militar [estadounidense] muerto en El Chorrillo. Pero esa suposición me trajo los recuerdos de otros incidentes recientes: los operativos o ejercicios en Chilibre, en el Puente de las Américas... y sentí ... algo me dijo: esta es una situación crítica y la invasión viene”.
Intuición o adivinanza de una mente entrenada. El asunto es que decidió prepararse y le dijo a su esposa:
-Vamos al súper, los gringos van a invadir.
Y se fueron directo a hacer supermercado, y grande.
“Fuimos a un local que Gago tenía cerca de la Tumba Muerto, uno que parecía un depósito”, precisó.
Esa noche, los eventos le dieron la razón. Unas horas después, al comenzar el día 20 de diciembre, las luces de las trazadoras que buscaban el Cuartel de Tinajitas y el estruendo de las bombas que aquellas guiaban, iluminaban al estremecido vecindario y a sus asustados vecinos.

Los Paredes estuvieron atrincherados en su casa de Las Cumbres, al menos una semana. Y solo salieron, al local de un amigo, a buscar más provisiones para el clan que se congregó en casa del patriarca.
JORGE E. KAM, EL HISTORIADOR
Hay eventos cuya trascendencia marca no solo a quienes quedan físicamente señalados con sus huellas sino también al pueblo al que azotan en forma indirecta.
Así, todos pueden recordar con claridad en dónde estaban en ese momento, qué hacían o con quién estaban.
La invasión del 20 de diciembre es uno de esos eventos señeros que se grabaron -literalmente- a sangre y fuego en la mente de los panameños.
El profesor e historiador Jorge Kam, aunque la mayor parte de las veces es quien estudia los reportes de los hechos para escribir o “descubrir” la historia, esta vez le tocó vivirla como otro civil más y la suya es la de la mayor parte de los panameños.
“Cuando se produjo la invasión del 20 de diciembre de 1989, estaba durmiendo en mi casa, en Panamá. Pensamos (mi mujer y yo) que era una reacción de soldados panameños leales al difunto [Moisés] Giroldi, asesinado tras una intentona golpista contra Noriega que reaccionaban en la madrugada. Encendimos el televisor y en el sistema de televisión de la Zona del Canal [Canal 8] ... ¡sorpresa!, los gringos estaban invadiendo Panamá y CNN en inglés lo estaba transmitiendo".

Como muchos de los súper eventos ocurridos en 1989, el 20 de diciembre fue una fecha de muchas “primera vez”.
El historiador, imponiéndose al ciudadano común, explica que “era la primera vez que se podía ver una invasión en América Latina en directo, antes de Irak”.
Cuando la información de CNN se agotó y empezó a repetirse, Kam buscó en el espectro local una emisora panameña. “(...), por esas coincidencias de la vida sintonicé Radio Nacional, que estaba dando códigos y señales a los batallones de la dignidad y a los Codepadi [Comités de Defensa de la Patria y la Dignidad] y anunciaba que les estaban disparando. Así fue toda la madrugada, ya no pudimos dormir, y lo demás es historia: saqueos, toques de queda, asalto de los militares estadounidenses a las residencias de los leales a Noriega, la escasez de alimentos".
Y como una muestra más de lo extravagante que es este país, Kam hace notar uno de los aspectos más extraños de esos días aciagos. En medio del caos y la falta de los cosas básicas, “los teléfonos no dejaron de funcionar ni se cortaron los servicios de agua y luz”.
Pero, lamenta Kam, lo triste de la invasión, después de la pérdida de tantas vidas, fue “los aplausos que recibían las tropas estadounidenses por parte de panameños”.
Me recordó un poema de [Demetrio] Korsi: “Republiquita microscópica, ombligo del mapamundi, (...) ¡qué barbaridad!

