Este lunes 3 de noviembre de 2025, Panamá conmemora el 122.º aniversario de la separación de Colombia. A lo largo de más de un siglo, los aniversarios patrios han servido no solo para recordar los orígenes de la nación, sino también para reflexionar sobre su camino recorrido. Sin embargo, hubo una fecha que marcó un punto especial en esa memoria colectiva: 1953, cuando el país celebró en grande su primer medio siglo como República.
Aquel aniversario se festejó con entusiasmo y orgullo, incluso dentro de la antigua Zona del Canal, en un esfuerzo por proyectar al mundo la imagen de una nación moderna, unida y en ascenso.
De esa época proviene la fotografía que acompaña esta nota, en la que pueden distinguirse tres referentes paisajísticos: dos que ya no existen y uno que, todavía hoy, sigue siendo símbolo de identidad nacional.
El primero era un rótulo monumental con las fechas “1903–1953”, instalado en la ladera oriental del cerro Ancón para conmemorar el 50.º aniversario del nacimiento de Panamá como República.

El segundo, también desaparecido, era la torre de la Iglesia Episcopal San Pablo, ubicada en la calle I de Santa Ana, demolida años después para dar paso a una construcción moderna.
Y el tercero —aún de pie, majestuoso— es el edificio del Instituto Nacional, orgullo de la arquitectura republicana y cuna de generaciones que han contribuido al desarrollo del país.
Respecto al rótulo del cerro Ancón, todo indica que fue colocado por las autoridades estadounidenses que administraban la Zona del Canal, pues el cerro seguía bajo su jurisdicción. Curiosamente, al revisar el programa oficial de actos conmemorativos, presididos por el presidente José Antonio Remón Cantera entre el 30 de octubre y el 5 de noviembre de 1953, no se menciona la instalación de dicho letrero.
Panamá tenía motivos de sobra para celebrar. En 1903, la ciudad de Panamá contaba con unos 18,000 habitantes y Colón con apenas 6,000; medio siglo después, la capital superaba los 200,000 residentes, casi igualando la población total del país en sus primeros años.
El progreso era tangible: se construían nuevos centros educativos —como el Colegio Abel Bravo en Colón (1946), el Centro Félix Olivares Contreras en David (1938) y la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena en Santiago (1938)—; se consolidaba la Ciudad Universitaria (1953); y surgían urbanizaciones, edificios emblemáticos y obras de infraestructura de gran escala, entre ellas el Hotel El Panamá (1951), el aeropuerto internacional de Tocumen (1947), la Zona Libre de Colón (1948) y un sistema vial que conectaba el país con su futuro.
Setenta y dos años después, el cerro Ancón y el Instituto Nacional siguen allí: el primero, vigilante sobre la ciudad, recordando la soberanía conquistada; el segundo, formando nuevas generaciones con espíritu cívico y amor por la patria.

Además de su valor histórico, el cerro constituye hoy una reserva natural en el corazón de la capital, refugio de aves, perezosos y mariposas que conviven con la memoria republicana del país.
Ambos son, todavía hoy, símbolos vivos de una nación libre, soberana y orgullosa de su historia.


