En la medina de Túnez los sastres elaboran de manera artesanal los trajes con los que los jugadores de su selección nacional ejercerán durante el Mundial de embajadores de un estilo tradicional en pleno cambio.
La idea se concretó después de una polémica sobre los trajes y corbatas usados por los futbolistas en la primera foto oficial. Algunos comentaristas lamentaron que no resaltasen la identidad del país. “Ya teníamos un proyecto y después de esta foto redoblamos nuestros esfuerzos para lograr la aceptación de uno trajes más representativos de nuestro patrimonio”, dice Wissem Ben Amor, creador y mecenas de la Cámara de Alta Costura de Túnez, que ha diseñado estos conjuntos.
Además del chechia, el gorro de lana peinada de estilo tunecino, el vestuario que estos días se elabora en el mercado de los sastres lo componen las versiones modernizadas del jebba, el vestido bordado suelto, y de la farmla, el chaleco a juego.
Estas prendas están confeccionadas con seda tejida a mano, en los pocos telares de madera que en las entrañas de la medina los tejedores golpean detrás de las puertas apuntaladas con clavos.
La jebba y la farmla tendrán colores simbólicos: azul horizonte para el cuadro médico, gris plateado para el personal administrativo y verde esmeralda para el presidente de la federación. Al entrenador Nabil Maaloul se le asigna el color rojo burdeos, tono emblemático de los jefes en la época bélica, el periodo de los siglos XVIII y XIX que precedió a la colonización francesa.
En cuanto a los jugadores de las Águilas de Cartago, usarán una chaqueta de cuello mao y de corte más moderno, pero en seda verde marina bordada con motivos tradicionales como el triángulo bereber. Lo acompañarán con pantalones y camisas de lino, calcetines de hilo de seda y un par de balghas, zapatos de cuero; medio mocasín, medio pantuflas.
Los trajes, por un valor total de 70 mil dinares (23 mil euros), están financiados por el Ministerio de Turismo que intenta, después de una serie de ataques en 2015 que han asestado un golpe al sector, revivir esta industria clave.
La vestimenta tradicional, aunque está extendida para las grandes ocasiones en Túnez, no siempre tiene buena prensa, víctima colateral de la modernización forzada del país por regímenes que hicieron pasar por hortera todo aquello que pertenecía al pasado.
“Nuestro traje tradicional ha sido considerado arcaico durante mucho tiempo”, dice Wissem Ben Amor. Especialmente hasta la revolución de 2011, “era imposible resaltar el patrimonio de la época bélica”.
“En el Mundial mostraremos que tenemos una imagen renovada con los jóvenes diseñadores, los jóvenes artesanos”, afirma.
