Macao, el emporio asiático del juego, extendió la alfombra roja para acoger al casino Grand Lisboa, propiedad del magnate local, Stanley Ho, y con el que pretende frenar la caída de su cuota de mercado originada por el desembarco en la ex colonia portuguesa de los operadores de Las Vegas.
La apertura del casino Sands (2004) y la más reciente del Wynn, ambos de capital estadounidense, había cambiado ya el mapa del juego en Macao.
El Grand Lisboa es un hotel-casino de 52 pisos construido en pleno corazón de la península de Macao y comunicado mediante un paso elevado con el buque insignia del imperio de Ho, el Hotel Lisboa, construido hace 35 años.
Fueron necesarios tres años de obras, plagados de polémicas con la comunidad portuguesa de Macao por su localización, al lado mismo del único colegio portugués del territorio, y un presupuesto 40% mayor del inicial (480 millones de euros), para lo que es tan sólo la primera fase del proyecto, el casino.
La torre principal del edificio, que albergará un hotel con 430 habitaciones y que representa una flor de Loto (emblema del territorio) deberá estar terminada en el segundo semestre de 2007.
El casino, visto desde el exterior es una enorme bola de cristal inspirada según sus arquitectos en los huevos de Fabergé.
Se trata de una estructura de más de 100 metros de ancho y 50 de alto fabricada con más de ocho mil toneladas de acero y que incluye más de un millón de luces LED que permiten crear mosaicos de colores a modo de pantalla.
El casino en sí ocupa casi 40 mil metros cuadrados de espacio repartidos en cinco pisos y añade 240 mesas y unas 500 máquinas tragaperras a la extensa oferta de juegos de azar del territorio, que en 2006 superó a Las Vegas en el liderazgo mundial.
Símbolo de los nuevos tiempos, cuenta con una zona de juego para no fumadores, toda una revolución en Macao, a la que se sumará el 14 de febrero su vecino Wynn Macau.

