Conocido como el garrapatero mayor, el talingo es un animal noble del género Crotophaga, que vive en zonas rurales y semirurales, y que poco a poco ha ido desapareciendo de nuestra fauna criolla, debido al efecto depredador que sobre esta y otras especies viene ejerciendo el Quiscalus mexicanus, mejor conocido en el interior del país como chango.
El nombre de chango, según el estudioso de la naturaleza Julio César Caicedo le viene por su parecido con un pájaro que habita en la provincia de Darién, pero que de depredador no tiene nada.
Caicedo no duda en calificar al chango como un depredador maldito, que sin razón alguna ataca a los pericos, azulejos, chorotecas, sangre de toro y al bim bim, entre otros. Lastimosamente, los citadinos insisten en llamarle talingo, en detrimento de aquella noble ave.
El chango, explica, se ha posesionado de las ciudades, en donde hábilmente evita la acción de sus depredadores, como lo son las zorras, las cuales no se acercan a los lugares ruidosos o de mucha actividad humana.
Es tanta su penetración en la ciudad de Panamá, que ya se han descubierto unos 16 lugares en donde habitan felizmente, pues son lugares de mucho tráfico y en donde no hay ningún depredador que se atreva a acercárseles.
Caicedo explica que los changos llegaron a Panamá en 1829, cuando los norteamericanos los trajeron para combatir unos gusanos que aparecieron en las áreas bananeras de las provincias de Chiriquí y Bocas del Toro.
Una vez allí, el animal se reprodujo masivamente, emigrando a otras zonas, llegando hasta la ciudad de Panamá, en donde ha evolucionado de tal manera que come casi de todo.
En la ciudad es frecuente verlo merodear los restaurantes al aire libre, los basureros, e incluso los patios residenciales, a la caza de cualquier desperdicio que se pueda digerir.
No se meten en el monte, pues no ven muy bien, y serían presa fácil para sus depredadores, asegura Caicedo.
La agresividad de los changos también es conocida por propios y extraños, pues cuando alguien pasa cerca de los árboles en donde tiene su nido, su ataque es inminente, prefiriendo picotear las orejas de los cándidos transeúntes.
No obstante, Jorge Ventocilla, investigador del Instituto Smithsonian, sostiene que el chango, o Quiscalus mexicanus, no fue introducido a Panamá, como algunos afirman, siempre ha estado aquí, solo que su presencia no era tan notoria.
Afirma que en Penonomé, por ejemplo, su presencia comenzó a ser notable a inicios de la década del 70..., mientras que en Chitré, provincia de Herrera, empezaron a estar más presentes a partir de 1965.
La literatura consultada indica que el Quiscalus mexicanus se encuentra desde Estados Unidos hasta Perú.
En la vecina Costa Rica es considerado como omnívoro oportunista que se alimenta principalmente de insectos, crustáceos, pequeños reptiles y anfibios, peces, huevos y pichones de aves, granos y frutas. El género también es un depredador de anfibios.
Un artículo de Ventocilla informa de que entrada la tarde, a los changos se les ve volar en grandes bandadas hacia sus sitios de descanso, haciendo paradas en árboles grandes y en el tendido eléctrico, adornando desde el aire a más de un transeúnte.
No falta quienes catalogan los changos como una plaga que hay que, aunque parezca cruel, exterminar.
A pesar de que esta especie abunda en Panamá, no existen estudios que nos den más luces sobre su presencia en el país.
El chango, al decir de Ventocilla, aumenta a la par que aumenta el cemento y disminuye el verdor en las ciudades.
