La rebaja en la calificación de riesgo de Panamá anunciada el pasado miércoles por la agencia Moody’s Investors Service, supone la tercera revisión a la baja de la nota soberana en el periodo comprendido entre noviembre de 2020 y marzo de este año.
Una tras otra, tres grandes calificadoras internacionales han rebajado un escalón la calificación del país. Tanto Moody‘s como S&P Global Ratings dejaron a Panamá en el segundo nivel dentro del grado de inversión, pero Fitch puso la nota a un solo downgrade de caer a categoría especulativa.
En un conversatorio celebrado ayer, Renzo Merino, analista de la calificación soberana de Panamá en Moody’s, brindó las claves que llevaron a la agencia a tomar la acción sobre el rating del país y también los aspectos a los que darán seguimiento para determinar el futuro de la calificación.
La decisión de Moody’s está directamente ligada a los resultados económicos y fiscales del cierre del año.
Merino dijo que el deterioro económico, fiscal y de deuda fue mayor que la mayoría de los pares de Panamá, es decir, de países en el mismo nivel de calificación.
“Habiendo analizado los números de cierre de 2020, Moody’s determinó que se dio un cambio sustancial en cuanto al escenario base de la última acción crediticia de octubre”, indicó.
Se perdió así la fortaleza fiscal que había identificado Moody’s para elevar la calificación hasta Baa1 en 2019.
El deterioro de la fortaleza fiscal de Panamá “ha sido inusualmente grande y ha afectado materialmente a la posición crediticia del soberano en relación con sus pares de calificación”, sostuvo Moody’s.
La contracción de la economía en 2020, de 17.9% en términos reales, “fue de las mayores que hemos observado dentro del grupo de soberanos” calificados en el rango de Baa.
Esa fuerte caída deterioró aún más las débiles métricas fiscales. Así, el déficit fiscal pasó de 3.1% del producto interno bruto (PIB) en 2019 a 10.1% el año pasado.

La relación entre la deuda y el PIB pasó de 46.4% a 69.8%. Esto supone un aumento de 23 puntos porcentuales en apenas un año, mientras que el promedio de países con similar calificación fue de 13 puntos porcentuales.
Por su parte, la carga que representan los intereses de la deuda sobre los ingresos pasó de 10.3% en 2019 a 14.5% el año pasado. “Los intereses consumen casi cuatro puntos porcentuales más de los ingresos que antes de la pandemia. Este aumento fue el tercero más grande que se vio dentro de la categoría Baa”, dijo Merino.
Dado ese deterioro en las métricas fiscales, el perfil de Panamá ya no se apegaría a la calificación de Baa1, sino a la recientemente asignada de Baa2.
La agencia asignó a la calificación una perspectiva estable, lo que quiere decir que hay un balance entre las fortalezas y los riesgos.
Entre los puntos favorables estaría una proyección de crecimiento promedio de mediano plazo de 4%, aunque para 2021 y 2022 se proyectan crecimientos superiores, de 8% y 5%, respectivamente.
Consultado sobre a qué aspectos estarán prestando atención, Merino se refirió al cumplimiento de las perspectivas de crecimiento. Más allá del desempeño de 2021, que todavía está marcado por la incertidumbre, mirarán si se dan las condiciones para apoyar un crecimiento de 4% a mediano plazo.
El otro factor clave será la evolución de las cuentas fiscales y las medidas que se puedan tomar para ir reduciendo el déficit fiscal y así estabilizar las métricas de deuda.
Uno de los potenciales riesgos que se vislumbra y que puede generar presión para el gasto del gobierno es la crisis del programa de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM).
Con un gasto operativo creciente y necesidades sociales de la pandemia que atender, el espacio fiscal del Gobierno está limitado, pero a la vez se espera que la inversión pública sea uno de los factores que dinamice la economía. “Teniendo en cuenta el espacio fiscal más reducido, el gobierno deberá contemplar alternativas para el apoyo a las inversiones públicas en adelante. Esto podría ser a través del proceso de las asociaciones público privadas, que en el caso de Panamá no se ha visto muy desarrollado aún”, sostuvo.
La agencia también pondera las favorables condiciones de financiamiento que tiene Panamá, como ha quedado demostrado cuando ha captado fondos en el mercado de deuda internacional.
No obstante, el financista Álvaro Naranjo dijo que la fuerte caída de la economía, entre las mayores del mundo, y el incremento de la deuda, “pone nerviosos a los inversionistas extranjeros que invierten en la deuda de Panamá. La consecuencia lógica es que requerirán una tasa mayor de retorno para seguir comprando deuda panameña”.
Por su parte, la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá ha señalado que “estas revisiones negativas [en la calificación] evidencian el cuestionado manejo de la pandemia en materia económica”.
“Desde afuera nos mandan un mensaje de poner la casa en orden, y desde este gremio reiteramos un rechazo a cualquier contratación de deuda destinada a gastos de funcionamiento, sin que exista un plan de contención, austeridad y fiscalización de estos”, concluyó.
