Así dice una famosa tonada, y con justa razón. La mezcla de culturas y razas en el istmo de Panamá desencadenó en una fusión de ritmos y movimientos que la convierte en una región inigualable.
La herencia indígena panameña que se mezcló con la hispánica y la negroide nos legó un folclore rico y lleno de matices, tanto en sus danzas como en su música y tradiciones orales.
Los bailes y cantos propios de cada región del país reflejan una faceta de la vida campesina. Desde el entusiasmo y el optimismo por la vida hasta el trabajo diario como la pesca, la corta de arroz y la molienda de la caña.
Son una mezcla de canto, baile y dramatización, donde destaca la gracia y el donaire de la dama que con gráciles movimientos atiende el cortejo de su pareja. No quedan por fuera aquellos bailes de origen religioso y pagano propios de la cultura popular.
Muchas agrupaciones representan estas danzas hoy día en los escenarios locales e internacionales, haciendo gala de coreografías, coloridos vestuarios y la famosa alegría del panameño. Con ello transmiten al público la herencia panameña, llena de costumbres y tradiciones.









