Días puente, o el síndrome de Robin Hood



Robarle a los ricos para darle a los pobres era la filosofía de Robin Hood, héroe inglés del siglo XIII. Y los días puente recién decretados por el Ejecutivo bien pueden ser parte de este ideal; los comerciantes de la capital sienten que se les “roban” posibles ganancias en beneficio del interior del país, un sector tradicionalmente más pobre.

La pugna no se ha hecho esperar, y el Gobierno ha recibido tanto críticas como alabanzas por el Decreto Ejecutivo 305 del 31 de diciembre del 2001, mediante el cual se declara mañana, 7 de enero, día de asueto en reemplazo del 9 de enero, fecha en la que se conmemora el Día de los Mártires. Del mismo modo, el lunes 2 de diciembre del 2002 será de descanso obligatorio en vez del 28 de noviembre, día en que se celebra la independencia de Panamá de España.

De acuerdo con la ley, cuando el día de descanso obligatorio coincida con un martes o un miércoles, se transferirá dicho descanso al lunes anterior a la fecha, y cuando coincida con un jueves o un viernes, el descanso se transferirá al lunes siguiente.

Rodrigo Marciacq, de las cabañas Villa Marita en Chiriquí, es uno de los que está a favor de los días puente. “Estuvimos totalmente ocupados (para Año Nuevo), y parte fue por los días puente”, dice. “A todos mis huéspedes les pregunté cómo supieron de nosotros y si los días puente tuvieron influencia en su decisión de viajar, y por eso puedo afirmar que definitivamente incrementan el turismo interno”, comenta.

Marciacq también ve un impacto beneficioso en la economía. “Y no solo por el hecho de que la gente viaje al interior y gaste acá, sino por la tranquilidad y satisfacción que trae a una familia poder disfrutar de un buen período de descanso o vacaciones, haciendo que el viaje sea productivo... Una persona satisfecha, que ha soltado una buena dosis de estrés, será más productiva en su trabajo y sus empeños cotidianos”, opina.

Giuseppe Perrando, propietario del Hotel Laguna en Bocas del Toro, lo ve como una iniciativa positiva, pero con su lado malo. “Son buenos porque la gente tiene más tiempo... Nosotros estamos llenos hasta el 7 de enero, pero también hay que tomar en cuenta que, en su mayoría, el joven turista panameño que nos visita no tiene educación... Vienen a la isla y dejan el cuarto del hotel cochino, porque vienen con bebidas alcohólicas y hieleras, están borrachos y ensucian y rompen la propiedad. Ese no es el tipo de turismo que beneficia al país”, dice.

María Parda, gerente de la agencia de turismo Viajes Travesía, opina que con estos días muchos negocios se ven favorecidos en el interior, no solo hoteles, como los restaurantes, almacenes de artesanías, supermercados, farmacias y gasolineras.

Según un estudio realizado en marzo del 2001 por el Instituto Panameño de Turismo, “los días puente son una inyección a la economía del país, sobre todo en las áreas del interior de la República”. Los resultados del estudio dicen que para el 9 de enero del 2000, el número de autos que viajó al interior (de cinco pasajeros) ascendió a 138 mil 30, casi 40 mil más que el mismo periodo del año anterior, mientras que el gasto fue de 22.9 millones de dólares, en comparación con casi 16.2 millones de 1999.

Por su parte, Pablo Lo Giudice, propietario del Café Asís, en el Casco Antiguo, tiene sentimientos encontrados. Aunque los considera buenos para las zonas de menor actividad económica en el interior del país, que “deben recibir parte de la riqueza que circula en el resto de la nación... a mí en lo personal no me beneficia, pues la ciudad se aquieta en su actividad y me perjudica económicamente”.

Sin embargo, no todos son tan complacientes. Pascal Finet, propietario de diversos restaurantes en la capital, incluyendo el Casco Viejo y 1985, ve los recién decretados días puente como “ridículos”. “Perdemos negocio desde el viernes... Sin embargo, nos dejan abrir el miércoles 9, pero no podemos vender licor. “¡Entonces la pérdida es doble!”, se queja.

“Como han decretado estos días beneficia a unos y perjudica a otros. Además, pienso que es inaceptable que un día como el 9 de enero -o el Día de la Madre, que son fechas especiales- se cambie... es como decirme a mí, que soy francés, que no celebre el 14 de julio, sino el 15 ó el 16”, comenta.

“El Gobierno está equivocado. Hay años en que la gente será beneficiada y otros no; pero como lo han hecho es absurdo por el perjuicio que le causan a los comercios de la ciudad capital, que son más numerosos que en el interior... Hay que considerar que la masa trabajadora está en la capital, no allá.”

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